La actualidad de Gerardo Molina
Rodrigo Uprimny Yepes marzo 28, 2021
Este esfuerzo por articular liberalismo y socialismo puede sonar loco a los ortodoxos de derecha o izquierda que consideran que entre ambos hay una contradicción insalvable. | Tomado de EcuRed
Debo a líderes como Molina, con sus obras y ejemplo, haber abandonado desde temprano cualquier defensa del autoritarismo de izquierda. Comparto además su visión de que un liberalismo genuino requiere asegurar a todas y todos una libertad efectiva igual, lo cual supone la garantía efectiva de los derechos sociales para que las libertades puedan ser efectivamente ejercidas.
Debo a líderes como Molina, con sus obras y ejemplo, haber abandonado desde temprano cualquier defensa del autoritarismo de izquierda. Comparto además su visión de que un liberalismo genuino requiere asegurar a todas y todos una libertad efectiva igual, lo cual supone la garantía efectiva de los derechos sociales para que las libertades puedan ser efectivamente ejercidas.
Mañana 29 de marzo se cumplen 30 años del fallecimiento de Gerardo Molina, uno de los más grandes intelectuales y políticos de la izquierda colombiana. No voy a recordar su impecable trayectoria y sus logros en los cargos que ocupó, por ejemplo, como rector de la Universidad Nacional. Quiero concentrarme en su pensamiento y en particular en su defensa de un socialismo que fuera también liberal y democrático.
Este esfuerzo por articular liberalismo y socialismo puede sonar loco a los ortodoxos de derecha o izquierda que consideran que entre ambos hay una contradicción insalvable: que quien defienda las libertades y combata la arbitrariedad, como lo hace el mejor liberalismo, tiene que oponerse a cualquier ideal socialista por cuanto, como diría el neoliberal Hayek, la justicia social es un espejismo que conduce a la servidumbre. Y que quien defienda la justicia social, como lo hace el mejor socialismo, tiene que oponerse al liberalismo que, como diría Lenin, protege libertades burguesas que hacen imposible el socialismo.
Molina pensaba distinto: que el ideal liberal de que el Estado proteja nuestra autonomía para que podamos desarrollar nuestro proyecto de vida tiene sentido y debe ser mantenido. Pero que el liberalismo individualista que defiende un mercado sin restricciones es insuficiente por su insensibilidad frente a las desigualdades sociales y a las privaciones materiales, que hacen que para las grandes mayorías las libertades reconocidas no sean reales. Por eso la promesa del liberalismo de igual libertad para todos sólo podría alcanzarse, según Molina, en el socialismo, que precisamente busca la “liberación de la necesidad”. Pero en su visión el socialismo sólo tendría sentido emancipatorio si preserva las libertades y combate todo autoritarismo. Defendió entonces un socialismo democrático, respetuoso del Estado de derecho, pues consideraba que el socialismo genuino era “un hijo directo del liberalismo”, que lo perfeccionaba al superar sus limitaciones.
Relacionado:
El profe Abel
Molina veía entonces, como lo planteó en textos como Proceso y destino de la libertad, una complementariedad entre las libertades individuales del liberalismo y la liberación de las privaciones materiales propugnada por los socialistas. Molina no ignoraba las tensiones entre esas tradiciones ideológicas, pero creía que podían ser armonizadas creativamente en una forma de socialismo democrático, que debía ser conquistado y defendido por medio de las libertades democráticas, lo cual explica su rechazo de la dictadura del proletariado o de la lucha armada.
Debo a líderes como Molina, con sus obras y ejemplo, haber abandonado desde temprano cualquier defensa del autoritarismo de izquierda. Comparto además su visión de que un liberalismo genuino requiere asegurar a todas y todos (y no sólo a quienes tengan buenos ingresos) una libertad efectiva igual, lo cual supone la garantía efectiva de los derechos sociales para que las libertades puedan ser efectivamente ejercidas. Me distancio de Molina en que él consideraba necesaria la superación del capitalismo a través del socialismo mientras que yo soy escéptico frente a las experiencias socialistas, por lo cual soy partidario de una economía social de mercado, domesticada por la democracia y los derechos sociales. Pero, a pesar de esas diferencias, comparto el espíritu democrático, libertario e igualitario del pensamiento de Molina, que sigue vigente, por lo cual sus obras ameritan ser nuevamente divulgadas y leídas. Y para el interesado, una pequeña joya para lectura en estos días de descanso: su Breviario de ideas políticas, que es una excelente introducción al pensamiento político, está disponible en la biblioteca virtual Luis Ángel Arango.