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Cartagena

El uniforme tiene un fuerte poder simbólico que despersonaliza al individuo y lo integra a un colectivo. | Unsplash

Cartagena (y Colombia) requiere autoridades civiles integradas a la ciudadanía, defendiendo la libertad, la vida, y la igualdad, protegiendo nuestra maltrecha democracia.

Cartagena (y Colombia) requiere autoridades civiles integradas a la ciudadanía, defendiendo la libertad, la vida, y la igualdad, protegiendo nuestra maltrecha democracia.

Las autoridades civiles son eso, autoridades civiles, una conquista de la democracia contemporánea, según la cual al poder público no se llega por el uso de las armas, sino por el voto ciudadano en las urnas, eligiendo a un miembro de esa misma ciudadanía para que le gobierne, así se equivoque en su elección.

La Fuerza Pública, por su parte, cumple un papel constitucional fundamental para preservar el sistema político. Las Fuerzas Militares defienden la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y el orden constitucional, mientras que la Policía es un cuerpo de naturaleza civil cuyo fin primordial es mantener las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de Colombia convivamos en paz.

Dicho eso, siento una profunda inquietud por el uso de los gobernantes civiles, de vestimentas alusivas o de uso privativo de la Fuerza Pública. Creo que envían un mensaje poco claro a la sociedad sobre la particularidad de las funciones de cada autoridad, dando pie a confusiones que no deben estimularse, entre quienes desarrollaron un largo entrenamiento para garantizar nuestra seguridad (incluso a través de la fuerza), y quienes desde el poder civil gobiernan los destinos ciudadanos. Así mismo, difuminan la necesaria diferencia entre autoridad y fuerza.

Siento esta preocupación cada vez con más frecuencia, al ver a la alcaldesa (e) Yolanda Wong, en tareas de gobierno, usando prendas asociadas a la fuerza pública, bien sea un pantalón camuflado, una camiseta verde oliva, e incluso la indumentaria completa, con la que aparece en algunas fotos.

El uniforme tiene un fuerte poder simbólico que despersonaliza al individuo y lo integra a un colectivo. Lo que ocasionalmente se aceptaría como un guiño de aprobación a la actuación de la Fuerza Pública, convertido en costumbre, toma otras connotaciones. Lo simbólico tiene el poder de construir la realidad, y en este caso se naturaliza a la fuerza armada como autoridad civil.

Sé que la inseguridad es uno de los graves flagelos que afectan a Cartagena y que para enfrentarla se requiere, entre muchas otras cosas, autoridad; sin embargo, no se trata de una representación de la firmeza asociada a la Fuerza Pública, sino de instituciones y autoridades que cumplan sus funciones constitucionales; una alcaldesa ejecutando, conforme a la ley, el presupuesto público en escuelas, puestos de salud, acueducto, alcantarillado, pavimentación, generación de empleo, seguridad y convivencia; y mientras tanto, una Fuerza Pública desplegando su inteligencia y capacidad operativa con eficiencia para garantizar los derechos y libertades de la gente.

Cartagena (y Colombia) requiere autoridades civiles integradas a la ciudadanía, defendiendo la libertad, la vida, y la igualdad, protegiendo nuestra maltrecha democracia. En ese sentido, es muy necesario que la alcaldesa (e) Wong oriente las acciones de la Fuerza Pública, consciente de su papel de autoridad civil, sin disfrazarla de uniforme militar.

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