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Lotocracia

La lotocracia nos ahorra los costos, las prácticas clientelistas y las polarizaciones de las votaciones y permite asambleas más representativas. | Mick Haupt, Unsplash

La lotocracia no es una idea nueva, sino que tiene una muy larga tradición. El sorteo de cargos fue la esencia de la democracia ateniense y de algunas ciudades italianas en el Renacimiento, como Venecia.

La lotocracia no es una idea nueva, sino que tiene una muy larga tradición. El sorteo de cargos fue la esencia de la democracia ateniense y de algunas ciudades italianas en el Renacimiento, como Venecia.

Una vez pasadas las angustias de estas elecciones, tal vez valga la pena reflexionar sobre una propuesta audaz: que nuestros representantes en el Congreso y en otros cuerpos, como los concejos municipales o las asambleas departamentales, no sean escogidos por votación ciudadana sino por sorteo.

Esta propuesta, que algunos llaman “lotocracia”, también fue defendida por el colega Mauricio García hace algunos años y puede parecer un chiste, pero no lo es: una minoritaria pero importante corriente de teoría política, impulsada por autores como Van Reybrouck, la defiende con base en una interesante reflexión teórica y una creciente evidencia empírica.

La esencia de la propuesta es que el sorteo —obviamente con la garantía de que todos tengamos la misma oportunidad de ser escogidos— profundiza la democracia y corrige varios de sus actuales vicios, al menos por cuatro razones: primero, porque garantiza una igual probabilidad a todos de ser elegidos, mientras que las votaciones confieren ventaja a ciertas personas (porque tengan más recursos para hacer campaña o sean más elocuentes, por ejemplo). Segundo, porque las asambleas electas por votación no suelen ser muy representativas de la población. Pocas mujeres han llegado al Congreso, a pesar de que constituyen la mitad de la población. Muy pocos obreros, campesinos o trabajadores informales suelen ser electos, a pesar de ser mayoría. En cambio, una asamblea escogida por sorteo, con las adecuadas técnicas estadísticas, sería una muestra representativa de la sociedad. Tercero, porque los congresistas seleccionados por sorteo no llegan con los vicios clientelistas o con los compromisos que los candidatos adquieren para financiar sus campañas, con lo cual podrían actuar en forma más independiente de los grandes poderes y pensando en el bien común. Y, finalmente, porque el azar evita la dinámica divisiva que, por su propia naturaleza, tienen las elecciones.

La lotocracia nos ahorra los costos, las prácticas clientelistas y las polarizaciones de las votaciones y permite asambleas más representativas. Sus integrantes pueden además deliberar con mayor libertad en búsqueda de las mejores soluciones pues no vienen cargados de compromisos. Es razonable entonces pensar que las asambleas escogidas por sorteo, con la adecuada asesoría, que podría ser prestada por las universidades, funcionarían mejor que aquellas que resultan de procesos electorales.

Algunos pensarán que esta idea es interesante pero que es irrealizable. Sin embargo, ya ha habido algunas experiencias significativas. La lotocracia ha sido usada en países como Canadá, Holanda, Islandia o Irlanda, para abordar temas tan importantes y sensibles, como reformas electorales o reformas constitucionales. Y sus resultados han sido prometedores. Por ejemplo, en Irlanda, la lotocracia llevó a un referendo que aprobó masivamente el matrimonio para parejas del mismo sexo.

Además, la lotocracia no es una idea nueva, sino que tiene una muy larga tradición. El sorteo de cargos fue la esencia de la democracia ateniense y de algunas ciudades italianas en el Renacimiento, como Venecia.

Una columna no permite explicar en detalle cómo podría funcionar la lotocracia y el lector quedará con muchas dudas, pero espero haber mostrado que esta idea aparentemente divertida es en realidad una propuesta seria. Y que deberíamos explorar su utilidad al menos para abordar asuntos en que hemos estado bloqueados como sociedad. Por ejemplo, podría pensarse en una asamblea ciudadana por sorteo que haga propuestas, que serían sometidas a referendo, en temas que el Congreso no haya podido abordar adecuadamente por obvios conflictos de interés, como la reforma electoral o el ordenamiento territorial.

De interés: Colombia / Democracia / Elecciones

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