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Los cuerpos de las personas que hacen parte de grupos excluidos desempeƱan un papel relevante en la forma en la que experimentan la discriminaciĆ³n. 

Los cuerpos de las personas que hacen parte de grupos excluidos desempeƱan un papel relevante en la forma en la que experimentan la discriminaciĆ³n. 

Los cuerpos de las personas que hacen parte de grupos excluidos desempeƱan un papel relevante en la forma en la que experimentan la discriminaciĆ³n. En el caso de los afrodescendientes, el rol protagĆ³nico de nuestros cuerpos suele ocuparlo el color de la piel. Sin embargo, hay otro rasgo que, en muchos casos, ha sido igual de importante: el pelo.

Hace poco, un grupo de amigos y yo, por una de esas conversaciones que parecen no tener fin, terminamos hablando sobre experiencias de la infancia relacionadas con las distintas formas en las que las familias colombianas tratan el tema del pelo de las personas negras. Todos coincidimos en que en Colombia existe el imaginario de que el pelo crespo o Ā«apretadoĀ», que muchos afrocolombianas tenemos, es un rasgo poco deseable. En mi caso, recuerdo que cuando era niƱo hubo personas que me enseƱaron con ahĆ­nco que tener el pelo corto ā€”para los hombresā€” o lo mĆ”s lacio posible ā€”en el caso de las mujeresā€” era una muestra de organizaciĆ³n, aseo y seriedad. Por el contrario, dejarlo crecer de forma natural no sĆ³lo era mal visto, sino un verdadero acto de rebeldĆ­a que desafiaba las Ā«buenas costumbresĀ» que se nos enseƱaban en la casa y en la escuela.

Las experiencias de rechazo al pelo crespo pueden no ser privativas de las personas negras, pero en nuestro caso sĆ­ tienen particularidades. Una idea recurrente, pero que no siempre se expresa con libertad, es que este tipo de pelo, al asociarse con el imaginario popular respecto a la apariencia de las personas negras, si no se alisa o corta ā€”si no se escondeā€” hace mĆ”s visible nuestra identidad racial: nos hace ver mĆ”s negros. Por ello, el control u ocultamiento del pelo crespo en nuestro caso da cuenta de un afĆ”n especĆ­fico por negar esa caracterĆ­stica Ā«inaceptableĀ» que es la afrodescendencia, cuya presencia se delata a sĆ­ misma a travĆ©s de la apariencia.

Las ideas negativas que se asocian al pelo crespo no surgieron recientemente. Durante la Colonia, en varios lugares de AmĆ©rica existieron autĆ©nticas normas jurĆ­dicas que exigĆ­an a las mujeres negras llevar el pelo de modos especĆ­ficos. Un ejemplo son las llamadas Tignon Laws, que rigieron en Luisiana, Estados Unidos, entre los siglos XVIII y XIX, que las obligaban a cubrirse el pelo con paƱuelos y utilizar peinados recatados. Estas normas buscaban Ā«preservar la moralidad pĆŗblicaĀ», que estaba representada en prevenir las relaciones interraciales entre mujeres de ascendencia africana y hombres blancos, que podrĆ­an verse seducidos por el pelo crespo descubierto. Los paƱuelos, en este contexto, tambiĆ©n tenĆ­an el propĆ³sito de marcar como inferiores los cuerpos de las mujeres obligadas a usarlos, por oposiciĆ³n al uso tradicional de telas en el pelo que conservan varios pueblos africanos.

Hoy en Colombia no existen leyes que exijan a las personas negras llevar el pelo de una determinada manera, pero sĆ­ un conjunto de prĆ”cticas sociales que han perpetuado la idea de que el pelo crespo ā€”o Ā«ruchoĀ», como lo llaman despectivamente en algunos lugaresā€” es inadecuado o se traduce en una mala presentaciĆ³n personal. Dentro de estas prĆ”cticas estĆ”n, por ejemplo, las exigencias de Ā«profesionalismoĀ» que tienen ciertos lugares de trabajo, que en el caso de muchas personas negras (y especialmente las mujeres) no sĆ³lo significa Ā«vestir bienĀ» o comportarse Ā«con decoroĀ», sino tambiĆ©n moldear su pelo de la manera deseable para cada espacio laboral, lo que puede entraƱar un deber implĆ­cito de cortarse el pelo o, en su defecto, alisarlo. A lo anterior se suman las actividades econĆ³micas que han prosperado en torno al control del pelo rizado, que incluyen la venta de cremas para alisarlo y la comercializaciĆ³n de pelucas o pelo lacio.

No se deben subestimar las consecuencias que se derivan de la vigilancia sobre el pelo de las personas negras. Este refleja la imposiciĆ³n de parĆ”metros estĆ©ticos de un sĆ³lo tipo de belleza: la belleza de los blancos, y tiene efectos reales y concretos sobre la calidad y el estilo de vida y los derechos de las personas negras. En ciertos contextos, que una persona negra tenga un afro, trenzas o el pelo alisado puede incidir en que la llamen a una entrevista laboral o no, que le hagan matoneo en el colegio o que la PolicĆ­a la pare frecuentemente para requisarla. De otro lado, los procesos de alisado del pelo pueden ser costosos en tĆ©rminos de tiempo y plata. En promedio, alisarse puede costar hasta $200.000 trimestrales, dependiendo de la capacidad de pago y el tipo de pelo; precio que no incluye el champĆŗ, el acondicionador y la cepillada, que se cobran aparte. Igualmente, el uso de los productos para alisar puede producir dolor al aplicarse y tambiĆ©n generar daƱos permanentes al pelo.

A la campaƱa contra el pelo crespo no le faltan defensores: desde fabricantes y distribuidores de las cremas alisantes, hasta canales de televisiĆ³n que no incluyen en sus programas a personas negras que no tengan el pelo lacio o corto. Sin embargo, el pelo crespo de los afros tambiĆ©n ha encontrado su lugar como instrumento de rebeliĆ³n. En Estados Unidos, durante los aƱos sesenta y setenta, muchas personas que hacĆ­an parte de los movimientos sociales de personas negras impulsaron el uso del pelo natural como una forma de mostrar con orgullo su herencia africana. De otro lado, en Cali se realizan anualmente concursos de peinados afro, en los que se premian tocados altos, esponjados, con muchas trenzas o de diseƱos complejos, y en Cartagena se han compuesto champetas que, entre chiste y goce, le cantan al pelo crespo. Estas propuestas se alejan de la idea de indeseabilidad del pelo afro y reivindican el derecho de los crespos a portar este atributo sin pudor o vergĆ¼enza, de la forma en que merecen ser tratados los elementos que hacen parte de nuestra identidad.

La discriminaciĆ³n tambiĆ©n se juega en estos aspectos sutiles que parecen inofensivos a primera vista, pero que en realidad son la punta del iceberg de prejuicios racistas mĆ”s graves y arraigados. Hay que estar atentos, porque, como son sutiles, pasan desapercibidos y se camuflan con mĆ”s facilidad en nuestro dĆ­a a dĆ­a.

De interĆ©s:Ā Afrodescendientes / DiscriminaciĆ³n

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