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Creo que me llegó la hora de cambiar de gafas.

Creo que me llegó la hora de cambiar de gafas.

Una de mis profesoras de la universidad insistía en cada una de sus clases que en las ciencias sociales aprendemos una serie de categorías que nos ayudan a entender la realidad. Un poco, ser científico social era convertirse en optómetra, saber cuáles lentes son los apropiados para ver y conocer el mundo. 

Ese fue uno de los mantras centrales en mi formación. Por un tiempo estuve convencido que si me ponía los lentes adecuados podría entender el universo, la relación política entre una persona y el Estado o entre un movimiento social y otro. Ahora tengo dudas sobre que eso sea posible. Cambio y cambio de lentes y ninguno es suficiente. Unos exageran la clase, otros ignoran el género o algunos parecen descontextualizados. Siento, por el contrario, que utilizar una categoría es como tratar de guardar en un vaso el agua del mar. Aunque trate, nunca es suficiente; todo siempre se desborda.

Ese sentimiento al momento de investigar me ha llevado a pensar más en tres estrategias -que otros ya han propuesto- que buscan refinar la fórmula de los lentes y las metodologías. La primera es la necesidad de incluir más a las personas dentro de las investigaciones. Si bien eso ya lo han hecho en parte los movimientos y políticas de la identidad, creo que hay que pensar más en los sujetos completos: con sus razones científicas y sus punciones amorosas. Lo que se conoce como los “datos” o las “fuentes” son personas complejas, de las que la ciencia sólo quiere retratar un segundo. Por eso, creo que hay luchar en contra del compartimiento científico y dejar fluir  -a las personas e investigaciones- de una manera más libre. Siendo conscientes que al implementar el tamiz científico estamos cercenando la realidad. Por tanto, hay que dudar más de nuestras categorías y dejar hablar a las personas y los fenómenos. Pensar más en ellos y ver de qué nos están hablando. Son las mismas “fuentes” las que imponen las categorías con las que deben ser leídas.

Unido a lo anterior, creo que hay que incluir más fuentes dentro de la investigación social. Nuestras fuentes suelen ser muy similares y en los casos en que se incluyen otras, se genera una división disciplinar. Las personas que, por ejemplo, fuimos a una facultad de derecho solemos estar más familiarizadas con las leyes o las sentencias de las cortes. Cuento con los dedos de mi mano las veces en que usamos como fuente un discurso o un cuento. Eso se deja para las otras ciencias, para la sociología, o la literatura. Al seleccionar las fuentes también amputamos la realidad y sólo estamos mostrando una cara de la moneda. Por eso, como ejercicio, propongo pensar en las fuentes en las que nunca pensaríamos. Si por un momento se incluye lo que se ha dejado excluido es probable que encontremos más piezas del rompecabezas.

Por último, creo que es necesario pensar más en las otras formas de aprender que se han dejado de lado. La mayor parte del adoctrinamiento en ciencias sociales está relacionado con leer y escribir. Privilegiamos, de todas las actividades que podemos hacer los seres humanos, la capacidad de leer y de presionar letras en un teclado. Nunca durante mi experiencia en la universidad toqué un pincel, una cámara fotográfica o un instrumento musical para hacer una tarea. En la relación de privilegio de la letra escrita sobre la oral, también se está imponiendo una sola vía para conocer nuestro contexto. Vale la pena empujar un poco la frontera y ver cuáles otras formas existen y embarcarse en alguna de ellas. Para eso, el trabajo en conjunto con las “fuentes” es fundamental para conocer cuáles expresiones de ellas mismas estamos dejando por fuera. En el trabajo con los movimientos sociales, por ejemplo, es evidente que no todo ocurre en la entrevista trascrita, hay mucho de lo que sucede en las calles o en los cafés, en el conocimiento que está en movimiento.

De pronto lo que debemos hacer es jugar más con las categorías y las metodologías. Darse cuenta que se pueden mezclar, que si se pone un lente rojo sobre uno amarillo, la realidad se vuelve anaranjada. O que si en el proceso de revelado se pone un poco más de luz, la imagen se puede explotar. Imágenes multicolor o fotografías con otros revelados creo que es lo que pueden aportar las ciencias sociales.

De interés: 

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