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Hoy más que nunca tenemos el conocimiento, la tecnología y las capacidades para detener la cadena de transmisión del VIH y lograr una vida digna para las personas que viven con el virus. Por desgracia, en Colombia vamos a paso de tortuga en esta tarea.

Hoy más que nunca tenemos el conocimiento, la tecnología y las capacidades para detener la cadena de transmisión del VIH y lograr una vida digna para las personas que viven con el virus. Por desgracia, en Colombia vamos a paso de tortuga en esta tarea.

La Agencia de Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) ha establecido una estrategia acelerada para terminar con la epidemia del VIH en las próximas dos décadas, la cual se denomina el 90-90-90. Consiste en que el 90% de las personas que viven con VIH conozcan su diagnóstico, el 90% de las personas que viven con VIH reciban tratamiento antirretroviral y el 90% de quienes reciben este tratamiento tengan carga viral indetectable. Una persona con carga viral indetectable no sólo tiene una vida normal, sino que además tiene pocas posibilidades de infectar a otra persona.

Colombia está lejos de cumplir la meta. Se estima que en nuestro país viven 111.015 personas con VIH. De estas, solamente el 55% conoce su diagnóstico. De las personas que conocen su diagnóstico, el 75% recibe tratamiento antirretroviral, y solamente el 63% de quienes reciben el tratamiento antirretroviral tiene la carga viral indetectable. Según la meta del 90-90-90, deberíamos tener 100.000 personas viviendo con carga viral indetectable, pero solo alcanzamos a tener 30.126 personas en estas condiciones.

¿Cómo es posible que a pesar de que existen pruebas de VIH que se hacen en 20 minutos, aún tengamos tantas personas que no sepan su diagnóstico? Esto tiene varias respuestas. La primera es que las EPS son quienes tienen a su cargo practicar las pruebas de VIH. Pregunto al lector, ¿en su EPS le han ofrecido una prueba de VIH como parte del sistema de promoción y prevención? Las EPS se quedan con la mayor parte del dinero de las pruebas y no las practican. El Ministerio de Salud ha aprobado varias resoluciones para poner las pruebas fuera de los laboratorios (resolución 2338 de 2013), autorizar a departamentos y municipios para que compren pruebas (resolución 1558 de 2015) y crear incentivos basados en indicadores para que las EPS promuevan la prueba (resolución 1912 de 2015). Sin embargo, esto no es suficiente. Se requiere de una acción decidida y masiva por parte del Ministerio de Salud para llevar las pruebas de VIH a los niveles básicos y a donde está la gente, por ejemplo a los centros de salud, consultorios, organizaciones comunitarias y audaces estrategias en la calle como en sitios frecuentados por jóvenes o cercanos a la rumba.

Ahora bien, ¿por qué solamente el 75% de las personas que viven con VIH reciben antirretrovirales y sólo el 63% de ellas está con carga viral indetectable? Aquí tampoco hay una gran sorpresa. Las EPS son las principales causantes de esta falta de acceso a medicamentos. Los tortuosos paseos burocráticos de las autorizaciones son un problema al cual se suma que sólo la mitad de los medicamentos de primera línea establecidos en la guía de VIH del Ministerio de Salud se encuentran en el POS. El sistema de salud como está concebido es perverso, porque se basa en los rendimientos y ahorros financieros para las EPS y no en la calidad de los servicios de los pacientes. Además de estas fallas estructurales, han ocurrido problemas de desabastecimiento de medicamentos, como ocurrió este año durante un par de meses con el Ritonavir a pesar de que tres laboratorios lo producen.

Ni hablar de otras medidas sobre las cuales la política es un desastre. Por ejemplo, no existe una política de condones gratuitos y de fácil acceso. En relación con el acceso a la profilaxis de personas que han tenido contacto con el virus, solamente se encuentra contemplado cuando se trata de violencia sexual y accidentes, pero no para personas que tienen relaciones sexuales de alto riesgo. Mucho menos hemos iniciado un debate sobre medidas de prevención que ya se están desarrollando en otros países como el suministro de antirretrovirales a personas no infectadas en poblaciones de riesgo, en lo que se conoce como la profilaxis preexposición. Tampoco tenemos una educación sexual apropiada ni campañas públicas que fomenten la reducción del estigma. De hecho, Paulina Vega, nuestra Miss Universo, dio un gran ejemplo esta semana al hacerse la prueba y dar un mensaje contra la discriminación en la ciudad de Nueva York.

El VIH en Colombia es una enfermedad concentrada en ciertos grupos: hombres que tienen sexo con hombres, mujeres transgénero, personas que se inyectan drogas, trabajadores y trabajadoras sexuales, entre otros. En estos grupos, la prevalencia es de alrededor del 5% mientras que en la población en general no es superior a 1%. ¿Será que la razón por la cual vamos a paso de tortuga en la política contra el VIH es porque es una enfermedad de comunidades discriminadas? Unos versos de César Vallejo caen bien a este panorama: “Señor ministro de Salud: ¿qué hacer? / ¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos, / hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

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