La política del recuerdo: Una casa amarilla, francotiradores y la guerra civil
Krizna Gomez Enero 30, 2017
| hey tiffany!, Flickr (CC BY-NC 2.0)
En medio de una intersección con mucho tráfico, Beit Barakat, o la Casa Barakat, es un edificio imponente. La mayoría de los beirutíes la pasan cada día sin saber que detrás de su exterior amarillo y lleno de agujeros de balas se encuentran casi un siglo de recuerdos y una lucha continua
En medio de una intersección con mucho tráfico, Beit Barakat, o la Casa Barakat, es un edificio imponente. La mayoría de los beirutíes la pasan cada día sin saber que detrás de su exterior amarillo y lleno de agujeros de balas se encuentran casi un siglo de recuerdos y una lucha continua
BEIRUT, Líbano – Se encuentra en la esquina del camino de Damasco y la avenida Independencia, a lo largo de lo que solía ser la «Línea Verde» que dividía a Beirut entre el este cristiano y el oeste musulmán durante la sangrienta guerra civil que duró desde 1975 hasta 1990. En medio de una intersección con mucho tráfico, Beit Barakat, o la Casa Barakat, es un edificio imponente. La mayoría de los beirutíes la pasan cada día sin saber que detrás de su exterior amarillo y lleno de agujeros de balas se encuentran casi un siglo de recuerdos y una lucha continua – desde la vida burguesa de la familia Barakat que construyó el edificio en 1924, el terror de la violencia cuando se convirtió en una guarida de francotiradores durante la guerra, hasta la política compleja y la burocracia que siguen caracterizando hoy en día a Beirut.
Mona Hallak nos dio la bienvenida al edificio, y tan pronto como empezó a hablar, se transformo en una manantial de emociones, sueños y nostalgia – palabras apagadas, incluso sentimientos de dolor. Mona, una arquitecta reconocida en Beirut que ha sido una de las figuras principales de la batalla de 22 años para preservar el edificio, comenzó por llevarnos al centro por donde los invitados entraban. Como una personificación del genio de la arquitectura de vanguardia en el momento, lo que da la bienvenida al entrar es una gran apertura que se abre hacia el cielo. En ese momento, la esquina de un edificio se consideraba la parte más valiosa y por lo tanto siempre fue diseñada para su uso productivo. Pero Youssef Aftimos , el primer arquitecto de Beit Barakat, decidió dejar este precioso espacio vacío. Su idea era permitir que cada habitación del edificio, incluso las que estaban situadas en el extremo posterior, pudieran tener una vista de la calle (todas las ventanas de las habitaciones están perfectamente alineadas, permitiendo una vista sin obstáculos desde la parte posterior hacia el mundo exterior). La familia Barakat vivió y organizó reuniones de la alta sociedad en el segundo piso, mientras que los otros pisos fueron alquilados a tiendas e inquilinos – un dentista que le encantaba ir al cine, una peluquera que gastó sus ganancias de lotería para establecer su primera tienda allí, y un montón de otros personajes que conformaron la vibrante vida cultural, económica y política de Beirut en los años 20.
Fue el mismo genio de la arquitectura y su ubicación estratégica que la convirtió en el puesto perfecto para las milicias cristianas cuando la guerra estalló en 1975. La familia Barakat y sus inquilinos tuvieron que huir cuando francotiradores se tomaron el edificio, construyendo agujeros para matar y fortaleciendo lo que una vez fueron elegantes habitaciones con cemento, esperando en silencio durante horas para disparar a las personas que cruzaban la Línea Verde. Hoy en día, todavía se pueden ver algunos grafitis escritos por los antiguos francotiradores, un recuerdo extraño de la vida de los jóvenes que se enredaron de repente en una guerra que hoy en día el Líbano nunca ha superado pero decidió simplemente olvidar.
Lo que me llamó la atención de la narrativa de Mona era no sólo sus historias sobre el edificio en sí, sino de la lucha que ella ha llevado con esmero junto con otros activistas para preservar el edificio. Con el polémico proyecto de SOLIDERE que aplano el 80% del antiguo centro de Beirut después de la guerra, Beit Barakat es una de las pocas estructuras restantes que permiten que el pueblo libanés recuerde su país cuando los musulmanes y cristianos vivían juntos en armonía y los 150.000 que murieron en la guerra de la que nadie quiere hablar ahora. En decadencia desde hace muchos años y posteriormente prevista en venta por sus propietarios el puro activismo de las personas que vieron su valor salvó la Beit Barakat de desaparecer para siempre en la memoria del Líbano.
A veces, durante la charla de Mona, me preguntaba, ¿por qué gastar su vida luchando por un edificio? Entonces me di cuenta de que esto no era sólo de un edificio, pero los recuerdos de un país, su dolor, y su batalla interna para sanar y buscar justicia que ha deteriorado su política, su economía y su cultura hasta el día de hoy. Los museos y los monumentos siempre han jugado un papel importante en la transición a la paz de los conflictos en muchas partes del mundo, sin embargo, su valor sigue siendo debatido y no se entiende complenamente (Beit Barakat se llama ahora oficialmente Beit Beirut o Casa de Beirut, después de haber sido expropiada por el Ayuntamiento de Beirut para convertirse en el Museo de la Memoria de la ciudad de Beirut).
La Corte Interamericana de Derechos Humanos es un órgano pionero que ordenó la construcción de monumentos y otros sitios de recuerdo como una forma de reparación para las víctimas de la guerra en América Latina, reconociendo que hacer justicia va mucho más allá de la compensación monetaria o incluso el encarcelamiento de los autores de crímenes de guerra – se trata de reconocer finalmente el dolor de las víctimas, la memoria de aquellos que murieron, y asegurar que un pueblo nunca se olvide de lo que lo llevó a la guerra en primer lugar. Las comisiones de la verdad que se establecieron después del final del conflicto en países como Chile, Guatemala, Sudáfrica, Ghana y Sierra Leona entienden esto (aunque se argumenta que incluso con estas instituciones, los esfuerzos de memoria eran algo secundario).
Barsalau y Baxter afirman que «actores nacionales e internacionales que participan en la justicia transicional – sobre todo en los tribunales y las comisiones de la verdad – no han aprovechado en gran medida la oportunidad de incorporar la memoria en sus iniciativas. El incumplimiento reiterado de lidiar con los monumentos (ya sean no oficiales o con aprobación previa del gobierno) y su impacto potencialmente negativo puede poner en peligro los esfuerzos de justicia transicional y consolidación de paz.” Especialmente en el caso del Líbano, donde una ley de amnistía salvó a todos los implicados en el crimen durante la guerra de enjuiciamiento y los libros de texto ni siquiera mencionan la guerra, una amnesia colectiva puede ser contrarrestada, sí, por un solo edificio. Algunos incluso argumentan que la reparación de las víctimas y el régimen de asistencia dentro de la Corte Penal Internacional pueden incluir la construcción de monumentos, santuarios y museos.
Esta tensión entre recordar y seguir adelante, o lo que otros argumentan como los ideales que chocan de justicia y paz, es a menudo la pregunta más complicada y emocional a la que se enfrenta cualquier sociedad saliendo de un conflicto. Esto estuvo sin duda en el centro del proceso de paz en Colombia que vio una nación dividida en la mitad, entre los que exigían la estricta rendición de cuentas para los delitos y los que abogaban por una forma alternativa de justicia que honraría lo que pasó sin agudizar aún más las crisis políticas y sociales que podrían devolver al país a la guerra. En resumen, recordar no tiene por qué significar necesariamente no haber logrado la paz.
La solución no es perfecta, pero el olvido completo pone en peligro la posibilidad de una sociedad de realmente sanar. La gente como Mona, y varios activistas – desde los curadores de museos, artistas, urbanistas y los activistas de derechos humanos – pasan la vida luchando para convencer a la sociedad de cómo alcanzar un equilibrio. Beit Barakat, sus agujeros de bala y su apertura que mira hacia el cielo son un testimonio para las sociedades con cicatrices en todo el mundo de los riegos reales de recordar y de la política que jugamos alrededor de un edificio.
* Para ver a Mona Hallak dar un recorrido del Beit Barakat, vea los siguientes videos:
Parte 1 de 4: Https://www.youtube.com/watch?v=fQAloBPjcVs
Parte 2 de 4: Https://www.youtube.com/watch?v=6LmDDiP42jE
Parte 3 de 4: Https://www.youtube.com/watch?v=RJJd410COYA
Parte 4 de 4: https://www.youtube.com/watch?v=rShNEWjgxMQ