La política del traspié
Mauricio García Villegas mayo 27, 2023
Los radicales de las redes están dedicados a tumbar a sus adversarios detectando algún traspié del oponente. | Unsplash
El país vive adormecido en el sopor de esas necedades. Lejos quedaron los debates fundados en razones, la discusión pública animada por políticos reflexivos que proponían ideas gruesas, debatidas durante meses.
El país vive adormecido en el sopor de esas necedades. Lejos quedaron los debates fundados en razones, la discusión pública animada por políticos reflexivos que proponían ideas gruesas, debatidas durante meses.
Esta semana circuló por las redes sociales una imagen de la vicepresidenta Francia Márquez en la que aparece acompañada de una agente de la Policía que le carga un par de carteras en la mano. La imagen fue usada por los malquerientes de la vicepresidenta para mostrar lo que, según ellos, es la indignación selectiva de quienes defienden el actual gobierno. Cómo es posible, dicen, que ahora se callen cuando pusieron el grito en el cielo con hechos similares ocurridos en el gobierno anterior. Como cuando denunciaron que María Juliana Ruiz permitió, el día de la inauguración del mandato presidencial de su marido, que una agente de la Policía cubriera su humanidad con un paraguas para que no se mojara. O como cuando se escandalizaron porque Marta Lucía Ramírez dejó que una soldado del Ejército le cargara su cartera mientras ella se paseaba por las calles de alguna ciudad. Tal vez por eso, por ser conscientes de esa falta de simetría, algunos voceros del Pacto Histórico manifestaron su descontento con la imagen de Francia Márquez. El representante David Racero, por ejemplo, escribió lo siguiente: “No sé en qué momento nos dejamos meter el cuento de que los políticos y sus familias llegan a cargos públicos para ser servidos”. Empiezo diciendo que no me parece grave que alguien de la Fuerza Pública cargue la maleta de un alto funcionario durante un viaje oficial. ¿Cuándo se ha visto a un ministro o a un jefe de Estado, en Europa o en los Estados Unidos, bajarse de un avión o llegar a una reunión gubernamental arrastrando su maleta? Nunca. Una especie de igualitarismo mediático, muy propio de las redes sociales, nos ha llevado a pensar que, como lo sugiere el representante Racero, los altos funcionarios públicos no pueden tener gente a su servicio que los acompañe, que les ayude y que les rinda honores. Es cierto que las élites en este país se suelen comportar de manera arrogante, clasista y racista; pero de ese hecho cierto no se deduce que toda asistencia a los altos funcionarios del Estado, todo servicio o toda reverencia sea un acto de servilismo. Lo que digo tiene límites, por supuesto. Pero tal vez lo más interesante de este debate no sea la manera como se cuestiona el poder sino el debate mismo, empezando por el talante de sus impulsores y el tipo de discusión pública que proponen. Me explico. Los radicales de las redes, que son los más activos, los que más contenido ponen a circular, están dedicados a tumbar a sus adversarios y no lo hacen a partir de análisis sesudos, con argumentos y cifras, sino detectando algún traspié del oponente: una palabra indebida, una imagen comprometedora, un atuendo inapropiado. Esas denuncias puntuales y sobre todo visuales dan lugar a las llamadas “tendencias”, que convierten el debate público en una algarabía de polemistas cositeros, acusones y moralistas, acolitados por periodistas que ya no buscan noticias o ideas sino reyertas. El país vive adormecido en el sopor de esas necedades. Lejos quedaron los debates fundados en razones, la discusión pública animada por políticos reflexivos que proponían ideas gruesas, debatidas durante meses. Estoy exagerando un poco, lo sé, pero algo de eso, tal vez mucho, está ocurriendo. El control político de los gobernantes (pienso en la vicepresidenta Francia Márquez) ya no se hace criticando sus políticas sino denunciando sus traspiés, como si no importara gobernar bien o mal, sino dar o no dar papaya.
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