La política y el orden de las palabras
Mauricio García Villegas agosto 19, 2011
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Por estos días me vi en la difícil tarea de explicarle a un extranjero los pormenores del actual debate electoral; empecé entonces por la lista de los partidos políticos y por sus diferencias ideológicas.
Por estos días me vi en la difícil tarea de explicarle a un extranjero los pormenores del actual debate electoral; empecé entonces por la lista de los partidos políticos y por sus diferencias ideológicas.
Por estos días me vi en la difícil tarea de explicarle a un extranjero los pormenores del actual debate electoral; empecé entonces por la lista de los partidos políticos y por sus diferencias ideológicas.
Luego de varios intentos fallidos (mi interlocutor no entendía nada de lo que yo le decía) tuve que hacer la advertencia que debí haber hecho desde el inicio: lo que pasa, le digo yo, es que en Colombia los nombres de los partidos no significan mayor cosa. Así, por ejemplo, el Partido Verde no es ecologista, ni mucho menos propone un modelo de sociedad alternativo, como pasa en el resto del mundo. Cambio Radical, otro partido, no tiene nada de revolucionario, como su nombre lo sugiere, ni siquiera tiene algo de radical. El Polo Democrático, por su parte, ha sido despedazado por el uso (o el abuso) de sus propias reglas democráticas. El Partido Conservador se ha convertido en una asociación de oportunistas dispuestos a conservar lo que les conviene. Otros partidos son una mixtura indefinible de ideas e intereses, como ocurre con el Partido Liberal o el Partido de la U. Este último, por ejemplo, ya cuenta con dos presidentes de la República, uno de ellos en ejercicio, pero sus idearios de gobierno son tan distintos que hoy en día uno es el opositor del otro.
Está bien, me dice, los nombres no dicen nada, pero tiene que haber manera de ubicar a los partidos, o por lo menos a sus líderes, en un espectro político de izquierda a derecha, como sucede en todo el mundo, ¿o no?
Pues más o menos, le digo yo. Hay claramente una derecha (demasiado poderosa para los estándares democráticos) aunque vergonzante, pues casi nunca está dispuesta a reconocer lo que es. También hay una izquierda, si bien sus proyectos colectivos resultan sistemáticamente estropeados por las disputas entre sus dirigentes. Lo que pasa es que, como es imposible ganar elecciones sin acudir a las maquinarias clientelistas, tanto la izquierda como la derecha desdibujan sus idearios para acomodarse a la coyuntura electoral. Aquí los partidos son débiles y lo que cuenta son los políticos. Eso explica que, en Colombia, sean los partidos los que buscan a los políticos para las elecciones (como sucede ahora) y no al revés, como debería ser.
Al ver la complejidad de esta explicación, mi interlocutor me sale con lo siguiente: creo que mejor me dedico a lo que vine; a ver el mundial de fútbol. Ante su retirada, mi primer impulso consistió en recordar aquella célebre frase de Voltaire que dice “la política es el arte de mentir adrede”. Como los políticos no dicen la verdad, pensé yo, es difícil que este tipo entienda lo que sucede; eso ocurre en todas partes y Colombia no es una excepción.
Sin embargo, ahora que escribo esta nota pienso que el asunto es más complejo y que si bien Colombia puede no ser un caso excepcional, sí parece un caso extremo. Por lo menos debería haber claridad sobre las posiciones que los partidos ocupan en el espectro político: la derecha, compuesta por la U y los conservadores y liderada por el expresidente Uribe, debería identificarse como tal. De otro lado la izquierda, compuesta por lo que queda del Polo y liderada quizás por el Moir, debería hacer lo propio. Adicionalmente, deberíamos tener un partido de centro derecha, liderado quizás por el presidente Santos, con Peñalosa, Parody y Rafael Pardo a su lado, y un partido de centro izquierda, liderado tal vez por Petro y por Mockus. Así todo sería más claro y dejaríamos de confundir el orden de las palabras con el orden de las cosas.