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MAGISTRADO_CARLOS_BERNAL

La renuncia de Carlos Bernal hace parte de una costumbre judicial muy generalizada en Colombia: la puerta giratoria que él mismo denunciaba en 2015. | José Luis Cereijido, EFE

El magistrado Carlos Bernal llegó a la Corte Constitucional para defender una agenda cristiana que supedita la Constitución al Antiguo Testamento, renunció a su cargo después de tres años para salir a litigar con EPM, y desconoce sus propios principios, saliendo por la misma puerta que antes condenaba.

El magistrado Carlos Bernal llegó a la Corte Constitucional para defender una agenda cristiana que supedita la Constitución al Antiguo Testamento, renunció a su cargo después de tres años para salir a litigar con EPM, y desconoce sus propios principios, saliendo por la misma puerta que antes condenaba.

En un artículo publicado en Ámbito Jurídico en 2015, Carlos Bernal Pulido decía lo siguiente: “… que los exmagistrados puedan litigar afecta los principios de independencia e imparcialidad judicial. Un exmagistrado litigante no es un abogado común. Más allá de los nexos personales que pueda tener con sus sucesores, el hecho de haber concebido algunos de los precedentes constitucionales le confiere un estatus especial que inclina la balanza de la justicia a favor de la causa que defiende”. Dos años después Bernal fue elegido magistrado de la Corte Constitucional y hace unas pocas semanas renunció a su cargo para dedicarse, según dijo, a la academia; ahora sabemos que será uno de los abogados de EPM en una de las demandas más jugosas de la historia del litigio en Colombia.

La renuncia de Bernal hace parte de una costumbre judicial muy generalizada en Colombia: la puerta giratoria que él mismo denunciaba en 2015. Cuando los magistrados dejan sus cargos y se convierten en abogados litigantes, se valen del prestigio que les otorga su vieja condición. En Japón, a los jueces que hacen eso se les llama “descendientes del cielo” (amakudari), para indicar el poder que tienen. En alguna ocasión un abogado litigante me confesó que su meta en la vida era ser exmagistrado de la Corte Suprema y, de esta manera, conseguir que los clientes más grandes llegaran a su oficina.

Los abogados pueden trabajar como profesores, litigantes, notarios, jueces o funcionarios públicos; pero en los países desarrollados (en Europa más que en los Estados Unidos) estos cinco campos laborales están delimitados, con reglas de ingreso propias para cada uno, de tal manera que los juristas eligen lo que quieren ser y, en términos generales, allí se quedan toda la vida, como los médicos (un cardiólogo no se convierte luego en dermatólogo). En Colombia, en cambio, todos los abogados pueden pasar por todos los cargos: de jueces a litigantes, de notarios a jueces, de funcionarios públicos a jueces, de litigantes a profesores, etc. Claro, hay transiciones que son más problemáticas que otras: ser juez y profesor de derecho no está mal y, en principio, tampoco está mal que un litigante sea un profesor de derecho, aunque no creo que una buena facultad de derecho se arme sin un núcleo fuerte y mayoritario de profesores con doctorado; pero ser viceministro de Salud y luego salir a litigar a favor de una empresa farmacéutica es, en cambio, claramente impropio. De todo eso se discute muy poco en Colombia. En un libro reciente que publiqué con María Adelaida Ceballos Bedoya (Abogados sin reglas, Planeta, 2019), producto de una larga investigación que hicimos en Dejusticia sobre la profesión jurídica en Colombia (también publicada en un libro), mostramos los efectos nefastos de estas puertas giratorias y sostenemos que la justicia no levantará cabeza mientras estas continúen.

Para conseguir tal cosa se necesita una reforma judicial que, por ejemplo, haga de la magistratura un oficio del final de la carrera profesional. Cómo lograr eso puede ser discutible, lo importante es ponerse de acuerdo en el propósito.

Pero más importante que eso es crear una nueva conciencia ética de austeridad y dignidad judicial que cuestione las puertas giratorias en la profesión jurídica. En el caso de Bernal Pulido, su regreso al litigio es particularmente grave porque hace parte de un conjunto de cosas, todas, muy problemáticas: llega a la Corte para defender una agenda cristiana que supedita la Constitución al Antiguo Testamento, renuncia a su cargo después de tres años para salir a litigar con EPM, y desconoce sus propios principios, saliendo por la misma puerta que antes condenaba.

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