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En vez de contemplar la grandeza de la entrega de armas, que es una enorme puerta a la paz, muchos críticos se han empecinado en buscar el sapo y decir que todo fue una farsa. Aunque se haya contado con la verificación de la ONU.

En vez de contemplar la grandeza de la entrega de armas, que es una enorme puerta a la paz, muchos críticos se han empecinado en buscar el sapo y decir que todo fue una farsa. Aunque se haya contado con la verificación de la ONU.

La hermosa puerta de la Universidad de Salamanca tiene un detalle ornamental curioso: una pequeña rana, que no es fácil de encontrar, pero que los visitantes buscan con insistencia porque existe el mito de que quien la encuentre, sin ayuda, tendrá suerte y logrará sus deseos. Que si alguien es, por ejemplo, estudiante, entonces que le irá bien en sus exámenes.

Nada malo en que los visitantes busquen la rana y que se diviertan con los mitos asociados. El problema es que por tratar de ver la rana, muchos de ellos dejan de ver y admirar esa hermosa puerta, que es una joya del gótico español. Como lo dijo sabiamente Miguel de Unamuno, quien fuera rector de esa universidad: “no es lo malo que vean la rana, sino que no vean más que la rana”.

Esta conocida historia de los turistas en Salamanca, que por buscar la rana dejan de contemplar la excepcional puerta de la universidad, me recuerda la actitud de ciertos (no todos) críticos del proceso de paz con las Farc: andan tan empecinados buscando supuestos sapos en todas partes del proceso que se están perdiendo la oportunidad de apreciar la excepcional puerta que se está abriendo a Colombia, de alcanzar un país en paz.

El más reciente ejemplo de esa actitud ha sido la crítica al acto masivo de dejación de armas hace pocos días, cuya realización fue certificada por la misión de la ONU. En vez de contemplar la grandeza de este hecho, que es una enorme puerta a la paz, pues es el comienzo del fin de las Farc como guerrilla, estos críticos se empecinan en buscar el sapo y dicen que todo fue una farsa, porque no hay imágenes en donde aparezcan los guerrilleros entregando las armas. No importa que la ONU haya garantizado que eso ocurrió.

Las Farc se negaron a hacer entregas públicas de armas porque las asimilaron a una rendición. Creo que políticamente se equivocaron, pues las entregas públicas de armas hubieran fortalecido el proceso, pero su actitud es comprensible y muchos grupos armados que han negociado la paz han hecho lo mismo. Han aceptado que haya verificaciones reservadas de la dejación y destrucción de sus armas, pero ninguna entrega pública, por considerarla indigna. Así lo hizo el IRA en Irlanda del Norte y por ello no hay ninguna imagen del IRA entregando armas, sino que hubo una comisión internacional, ante la cual el IRA entregó, privadamente y por fases, sus armas, que fueron destruidas. Esa comisión de verificación constató diversas dejaciones de armas hasta que finalmente, después de varios años, su representante, el exgeneral canadiense De Chatelain, certificó que todas las armas del IRA habían sido destruidas.

Hoy hay paz en Irlanda del Norte, sin ninguna entrega pública de armas, sino con una dejación y destrucción reservada de las mismas, acompañada de verificación internacional. Que es lo que estamos haciendo en Colombia. Y por eso podemos ya contemplar la puerta de la paz. Pero los opositores al proceso, como los turistas de Salamanca, por buscar tanto sapo, dejan de ver esta histórica puerta. Unamuno les diría: “no es malo que busquen sapos, sino que no vean más que sapos”.

De interés: Proceso de paz

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