La tiranía de la mediocridad
Mauricio García Villegas Febrero 17, 2024
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Justo esta semana políticos inescrupulosos de Antioquia se volvieron a tomar la Universidad de Medellín (ya se la habían tomado), y el alcalde Fico nombró a un secretario de cultura que confesó que no tiene ni idea de cultura.
Justo esta semana políticos inescrupulosos de Antioquia se volvieron a tomar la Universidad de Medellín (ya se la habían tomado), y el alcalde Fico nombró a un secretario de cultura que confesó que no tiene ni idea de cultura.
En La tiranía del mérito, el libro de Michael Sandel, se muestra lo difícil que es crear un sistema educativo que beneficie a todos, sin distinción de clase social. El acceso a la mejor educación está correlacionado con la herencia familiar y por eso se habla de la “tiranía de la cuna”, que ilustra el drama de los pobres que se quedan por fuera del sistema. Este problema, que es grave en muchos países, es trágico en Colombia, porque se inscribe en una sociedad jerarquizada y excluyente. Hace poco publicamos en Dejusticia La quinta puerta, un libro dedicado a ilustrar ese problema en Colombia.
Del fenómeno opuesto (sin distinción de clase social), es decir, del ascenso de los mediocres y de la captura de los altos cargos del estado por gente incompetente, se habla menos, pero es igualmente dañino. Digo esto pensando en los balances que se han hecho esta semana de la gestión de Francisco Barbosa, casi todos, empezando por un editorial de este diario, coincidentes en señalar la falta de resultados del fiscal general. La Silla Vacía, por ejemplo, muestra el alto porcentaje de denuncias archivadas con el propósito de concentrar el trabajo en los casos fáciles o en los casos que políticamente le interesaban a Barbosa. El archivo es una práctica usual en la Fiscalía (por razones de priorización), pero con Barbosa, dice La Silla Vacía, esa política estuvo destinada abultar, de forma amañada, el porcentaje de casos resueltos.
A la mediocridad se suma la politización de la institución. Las investigaciones que más avanzaron fueron las que convenían a los intereses políticos del fiscal (contra el hijo del presidente, por ejemplo) y las que nunca prosperaron fueron las que implicaban costos políticos. A la mediocridad y la politización se suma, por último, la fatuidad de Barbosa, un rasgo de su personalidad que lo convirtió en una caricatura de sí mismo.
La incompetencia de los funcionarios en Colombia no tiene color político. En el gobierno actual, como en los anteriores, abundan los funcionarios mediocres, nombrados por lealtades políticas, no por capacidades. Esto no solo ocurre en la rama ejecutiva del poder público sino también en la justicia y ni hablar de los organismos de control. En Colombia la distinción entre funcionarios de derecha y de izquierda es menos relevante que la distinción entre funcionarios competentes e incompetentes.
Vuelvo al tema de la educación, que es el mecanismo que permite crear la mezcla virtuosa de igualdad de oportunidades y meritocracia. El problema es que el sistema educativo colombiano no resuelve las desigualdades, sino que las empeora. Eso se debe a que existe un sistema de “apartheid educativo” que excluye a la población de bajos recursos, con todo lo que esto implica en términos de frustración de méritos. Pero ese problema, la llamada tiranía de la cuna, corre paralelo a otro (es posible que ambos estén correlacionados) que es el de la captura de las universidades por intereses que nada tienen que ver con lo académico. Entre ellos, cómo no, está la política. Muchas universidades, sobre todo privadas, han sido tomadas por políticos mediocres y corruptos (esto también está correlacionado) que las usan para conseguir diplomas fáciles y votos que les permiten llegar a los altos cargos del Estado; a la fiscalía, por ejemplo. Justo esta semana políticos inescrupulosos de Antioquia se volvieron a tomar la Universidad de Medellín (ya se la habían tomado), y el alcalde Fico nombró a un secretario de cultura que confesó que no tiene ni idea de cultura.
Así pues, en Colombia, a la tiranía de la cuna, se le suma la tiranía de los mediocres.