La verdad y la lucha de las lideresas sociales
Dejusticia octubre 20, 2022
Fotografía de varias obras alusivas a la paz expuestas durante un acto de la Comisión de la Verdad en Cartagena, en el cual se hizo un acto de reconocimiento a la dignidad de las cuatro mujeres trabajadoras sexuales asesinadas en 2003 en la "Torre del Reloj" de la ciudad. | Ricardo Maldonado, EFE
La mirada disruptiva de las lideresas sociales incomoda y genera cambios. Como bien lo menciona la CEV, las lideresas y sus organizaciones fortalecen la democracia al contar con una perspectiva diferente de la política.
La mirada disruptiva de las lideresas sociales incomoda y genera cambios. Como bien lo menciona la CEV, las lideresas y sus organizaciones fortalecen la democracia al contar con una perspectiva diferente de la política.
“Los actores armados comprendieron rápidamente que controlar los territorios implicaba controlar a las mujeres, y para esto era necesario controlar su vida y su cuerpo y romper el tejido social”. Este es un extracto del volúmen “Mi Cuerpo es la Verdad”, publicado hace un par de meses por la Comisión de la Verdad (CEV), que esboza los patrones de violencia contra las mujeres y las personas LGBTIQ+ en el marco del conflicto armado, así como sus estrategias de resistencia ante estos difíciles escenarios.
Los liderazgos sociales de las mujeres son muy importantes y deben ser protegidos, ya que a través de la acción conjunta ponen en la agenda pública temas invisibilizados que buscan cambiar contextos injustos. Si bien no existe un capítulo sobre la violencia sufrida por las mujeres lideresas sociales en el informe de la CEV, sí se explicitan patrones y afectaciones específicas contra ellas que vale la pena analizar. Dejusticia lleva varios años impulsando mecanismos que protejan a líderes y lideresas a través de su campaña el derecho a defender derechos. Luego de la firma del Acuerdo de Paz, estos liderazgos han seguido siendo amenazados y asesinados de forma alarmante. Por ende, entender cómo se vulneran los derechos de las lideresas permite encontrar patrones de violencia que podamos erradicar.
La violencia contra las lideresas sociales ha sucedido desde hace tantos años, que no solo ha sido documentada por la CEV, sino por otras instituciones y por la academia. Desde ambos sectores se ha concluido que los liderazgos de mujeres han sido históricamente atacados, entre otras razones, porque su trabajo se enfoca en cuestionar la forma en que los actores armados controlan los territorios. Ellas deslegitiman la presencia de estos actores porque emplean estrategias, como el uso de la violencia sexual, que atentan contra la integridad de las personas de sus comunidades. Esta amenaza al proyecto de control territorial fue también resaltada en el informe de la CEV, que identifica seis tipos de violencia a los que se han tenido que enfrentar históricamente estas mujeres. (i) Algunas fueron estigmatizadas como simpatizantes de algún bando contrario al que ejercía el control territorial con el fin de desestabilizar su liderazgo y eliminarlas. (ii) Muchas fueron amenazadas junto con sus familiares, especialmente sus hijas o hijos. Estas amenazas tienen efectos particulares, ya que ponen en jaque las iniciativas comunitarias de las mujeres al amenazar su contexto personal. Para las mujeres es más costoso continuar con su liderazgo si implica perder sus lazos familiares, en un entorno en el que ellas mismas son las que sostienen económica y emocionalmente sus redes de cuidado.
El informe resalta también (iii) los desplazamientos de los que son víctimas estas mujeres tras ser amenazadas. Estos desplazamientos rompen el tejido social que dichas mujeres hilaban con sus comunidades, y arriesgan la continuidad de las luchas o reclamos sociales que llevaban a su cargo como mujeres: el cuidado de la niñez, la cultura y la naturaleza, la búsqueda de desaparecidos, o la justiciabilidad por ejecuciones extrajudiciales. Por otro lado, se encuentran (iv) los asesinatos a estas mujeres, que no solo eliminan de raíz su trabajo, sino que sirven como elemento disuasivo para que otras no se embarquen en roles de liderazgo. Lo mismo ocurre con (v) la violencia sexual, que opera como un castigo y silenciamiento, y como una advertencia a otras mujeres a su alrededor.
Por último, hay un elemento de (vi) violencia intrafamiliar, donde ellas son agredidas por miembros de su familia, por su rol social, y por no cumplir con los “deberes como mujer” en el ámbito privado. Esta última forma de violencia contextualiza cómo opera el acallamiento de las lideresas. Estas mujeres no son violentadas sólo porque su liderazgo amenace el juego de control territorial de los actores armados. La violencia a la que estas mujeres se enfrentan trasciende del conflicto y se enmarca en un contexto de discriminación asociado al lugar de la mujer en la sociedad. Se les castiga por estar en las calles, por tomar una voz y hacer reclamos en lo público, por no vivir una vida silenciosa únicamente a cargo del cuidado de un hogar. Por no cumplir con las expectativas que se tienen de ellas, por ser desobedientes de un mandato que nadie les impuso explícitamente, pero que todo el mundo espera que acaten.
A las lideresas se les estigmatiza, se les violenta, y se les busca acallar. De esto se pueden extraer dos conclusiones. La primera conclusión es que debemos generar estrategias gubernamentales y comunitarias de desescalamiento de estas violencias y de prevención de escenarios más adversos. El informe da luces con tres recomendaciones específicas sobre el tema. La primera es dar prioridad a la ejecución de estrategias de protección de estas mujeres, incluyendo la del Programa de Garantías para Mujeres Lideresas y Defensoras de Derechos Humanos, con el fin de darles alternativas de seguridad más efectivas. La segunda es sensibilizar a servidoras y servidores públicos en la prevención de la violencia institucional y la atención a ciudadanía, con un enfoque que se centre en la protección de liderazgos de mujeres. La tercera, es esclarecer qué promueve los ataques contra lideresas para entender qué respuesta estatal activar en su protección, o en la identificación y sanción de los responsables. En el informe de hallazgos y recomendaciones de la CEV se sugiere que esto se pueda hacer a través de Comisión de Investigación mixta que apoye el trabajo de la Fiscalía General.
La segunda conclusión es que la mirada disruptiva de las lideresas sociales incomoda y genera cambios a través de esa incomodidad. Como bien lo menciona la CEV, las lideresas y sus organizaciones fortalecen la democracia al contar con una perspectiva diferente de la política basada en otro tipo de vínculos y cuidados de la vida, de la comunidad y del tejido social. Por lo tanto, considerar la forma de resistencia de las mujeres en el conflicto armado también es una forma de atender a otras formas de vivir y de luchar por cambios en contextos donde persiste la violencia de género. En la resistencia las mujeres se juntan, comparten sus dolores, pero también se proyectan y buscan acciones de cambio. Con ello, entienden que, como menciona la misma CEV en su informe, “unidas y organizadas se hacen visibles y potentes, y son capaces de subvertir sus propias realidades”.
Relacionado: