La voz del Caribe en la regulación de la marihuana
Luis Felipe Cruz Marzo 14, 2022
Ojalá el Gobierno y el Congreso entiendan que el negocio tiene el potencial de mejorar la calidad de vida de muchas poblaciones que hoy hacen parte de la economía ilegal. | José Méndez, EFE
La región Caribe debe plantearse su posición en un mercado regulado de la producción y venta de la marihuana. Sin duda, este comercio generará beneficios económicos, en los que deben participar aquellas personas y territorios más afectados por la prohibición.
La región Caribe debe plantearse su posición en un mercado regulado de la producción y venta de la marihuana. Sin duda, este comercio generará beneficios económicos, en los que deben participar aquellas personas y territorios más afectados por la prohibición.
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Buenas tardes, soy Luis Felipe Cruz Investigador de Dejusticia y hoy les voy a hablar del papel del Caribe en la regulación de la marihuana.
Debido a la historia de la bonanza marimbera, el Caribe debe reclamar su lugar en la discusión sobre el cambio de la política de drogas, que es un tema inmerso en la campaña al Congreso y la Presidencia de la República.
En la mayoría de debates aparecen dos ideas: la primera, que la guerra contra las drogas debe tener reformas y la segunda, que la regulación (al menos de la marihuana) es una alternativa viable. Por supuesto no se trata de un consenso político, más bien es la irrupción de propuestas que eran raras en los debates electorales anteriores.
La regulación significa el abandono parcial de la prohibición, que ha dejado un legado de estigmatización y exclusión de las poblaciones que tienen alguna relación con esa planta. En un reciente estudio de Dejusticia, sostenemos que la regulación llegará, de eso no tenemos dudas, la pregunta es cómo y sobre qué principios se va a construir un mercado regulado.
Es aquí donde vale la pena preguntarse cuál es la voz del Caribe en este debate. Y no es una pregunta retórica, pues esta región fue la protagonista de la bonanza marimbera en los años sesenta y setenta. Un fogonazo económico que dejó profundas marcas en la región, que dio origen a la figura del marimbero como actor social e incluso llegó hasta el vallenato.
Según Lina Britto el surgimiento de ese boom cannábico estuvo relacionado con la pobreza rural generalizada, fronteras agrícolas abiertas, migración interna permanente, y la ubicación del Caribe frente a los mercados de consumo. También ayudó que la región ya tenía un conocimiento en el comercio ilegal de bienes, experticia que venía del contrabando y que se aplicó con rapidez al comercio de marihuana.
La bonanza fue la excusa para vestir de guerra a la política de drogas, que llevó al desarrollo de la Operación Fulminante, una de las primeras operaciones antinarcóticos llevadas a cabo entre ejército y policía.
Hoy, el 2.7% de la población entre 12 y 65 años han usado cannabis en el último año. Colombia produce tal cantidad que tiene para exportar al cono sur y a Centroamérica. Uno de los centros de producción se ubica en los municipios del departamento de Magdalena que bordean la Sierra Nevada.
Mientras el tamaño del mercado de marihuana es de 2 a 4 billones de pesos al año, varios municipios donde se cultiva cannabis, enfrentan las condiciones de marginación económica, ausencia de agua y hambre.
La región Caribe debe plantearse su posición en un mercado regulado, para que el centralismo no termine relegando su rol histórico en la producción y venta de la marimba. Sin duda, este comercio generará beneficios económicos, en los que deben participar aquellas personas y territorios más afectados por la prohibición.
Ojalá el Gobierno y el Congreso entiendan que el negocio tiene el potencial de mejorar la calidad de vida de muchas poblaciones que hoy hacen parte de la economía ilegal. Y la región debe estar vigilante para que el negocio no quede en unas pocas manos extranjeras.
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