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Guardias campesinas

Luego de varios años de trabajo, la Guardia Campesina es un actor clave en los territorios y en los espacios nacionales de movilización, reconocido y respetado por las comunidades, las autoridades, e incluso por la misma fuerza pública. | Leonardo Muñoz, EFE

A pesar del reconocimiento y el papel fundamental que desempeña la Guardia Campesina en la región del Catatumbo, quienes la integran son víctimas de estigmatización y violencia constantemente. Como consecuencia de ello, sus vidas y su integridad física corren riesgo.

A pesar del reconocimiento y el papel fundamental que desempeña la Guardia Campesina en la región del Catatumbo, quienes la integran son víctimas de estigmatización y violencia constantemente. Como consecuencia de ello, sus vidas y su integridad física corren riesgo.

Esta columna fue escrita junto a Natalia Vargas Zamora, Coordinadora del proyecto de derechos humanos «Las Vidas Campesinas Importan» e integrante del equipo de apoyo en derechos humanos de la ANZORC.


Uniformados con prendas distintivas y elementos simbólicos, las guardias campesinas se han organizado en diferentes latitudes del territorio nacional con el objetivo fundamental de proteger la vida a través de la defensa de los derechos humanos, cuidar los territorios campesinos y apostar por la reconciliación. Se trata de un mecanismo de autoprotección y una apuesta comunitaria no violenta y no armada, que acompaña a las expresiones sociales y políticas campesinas en escenarios de reclamo de derechos, diálogo y concertación.

Para saber un poco más, hablamos con Guillermo, Coordinador Regional de la Guardia Campesina de la Asociación Campesina del Catatumbo (ASCAMCAT). Acá les contamos cómo la Guardia se ha convertido en ejemplo de diálogo y de resolución no violenta de conflictos en el territorio.

La idea de la Guardia en el Catatumbo empezó en 2013, en medio de la revitalización de la lucha campesina y de juntanza con los pueblos indígenas y la población afro. En este año, dichas poblaciones convergieron en el paro agrario y posteriormente en el nacimiento de la Cumbre Agraria Campesina, Étnica y Popular, que se movilizó conjuntamente en los territorios y hacia las ciudades, manifestando la precaria situación económica y social de estas poblaciones.

Si bien la movilización se planteó de manera pacífica, no fueron pocas las confrontaciones con la fuerza pública y la violencia que recibieron estas poblaciones en su lucha. En Catatumbo, la acción de la fuerza pública terminó en el asesinato de cuatro campesinos en el marco de las movilizaciones. Entonces, la organización campesina manifestó la necesidad de “diseñar un mecanismo que nos permitiese generar la interlocución, pero también que nos permitiese, en cierta medida, salvaguardar la integridad física de quienes estamos participando de las jornadas de movilización”. Siguiendo la experiencia de los pueblos indígenas, la guardia campesina fue la mejor alternativa.

En sus palabras, tras múltiples espacios participativos, la guardia se convirtió en “un mecanismo que trabajó y propendió por la promoción de los DD.HH. y el DIH. Un mecanismo que trabaja por garantizar la seguridad de las comunidades y de los líderes organizados en ASCAMCAT”. Además, Guillermo insiste en que la guardia “no es un mecanismo de confrontación contra la fuerza pública”.

Así se ha expresado en diferentes escenarios de negociación tras el paro agrario y en nuevos espacios de movilización, como se vio en el año 2021 cuando un hecho inesperado con la fuerza pública reforzó el papel de la Guardia como organización clave para el diálogo de grupos divididos por la violencia.

En el marco de las movilizaciones que se estaban desarrollando a nivel nacional y, por los excesos cometidos por las autoridades, una delegación de la CIDH se encontraba en la ciudad de Bogotá; los manifestantes se aglomeraron en el lugar donde estaba reunida dicha delegación, custodiada por agentes de la fuerza pública y el ESMAD. La situación se tornó tensa entre las personas que se manifestaban y la fuerza pública, entrando en confrontación.  Atendiendo a su misionalidad, la Guardia Campesina activó su cordón de seguridad y protegió a las personas manifestantes y medió con la fuerza pública, según narra Guillermo. “Finalmente, entramos nosotros como Guardia a controlar. No teníamos dentro del presupuesto interlocutar con la Corte Interamericana, y en medio del revolcón salen unos delegados de la Corte y terminan hablando es con nosotros, en medio de quienes estábamos en las jornadas de movilización y la policía… Creo que eso quedó muy bien referenciado y es precisamente nuestra función, es parte de la función que cumplimos a diario”.


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Estos espacios de encuentro se han mantenido en las movilizaciones y en los espacios de interlocución con actores gubernamentales, lo cual concuerda con una de las reflexiones de la Guardia: “la guardia también tiene que fungir como un escenario de reconciliación dentro de la familia colombiana”. En este sentido, se ha generado una relación de confianza con la institucionalidad y con las mismas comunidades en torno al trabajo de la Guardia. Además, han tenido espacios de encuentro con las guardias indígenas y cimarronas, con el objetivo de hacer más fuertes estas expresiones pacíficas de autoprotección. Entre las actividades que realizan para lograr sus objetivos como mecanismo de protección y autoprotección están, además del acompañamiento en las movilizaciones sociales y la interlocución con la fuerza pública en distintos escenarios, las escuelas de formación política y de derechos humanos, y las escuelas en primeros auxilios y salud.

Luego de varios años de trabajo, la Guardia Campesina se ha convertido en un actor clave en los territorios y en los espacios nacionales de movilización, reconocido y respetado por las comunidades, las autoridades, e incluso por la misma fuerza pública. Han tejido espacios de confianza. Guillermo mencionó que en las últimas jornadas de movilización diferentes actores depositaron su confianza en la Guardia Campesina. Uno de esos actores dice: “interlocutamos con la guardia campesina que, si bien no es un actor reconocido jurídicamente, para nosotros es un actor que creemos que tiene peso dentro de las comunidades, que la gente escucha”. De hecho, se refirió a una conversación que tuvo con un agente de policía sobre el trabajo de la Guardia y este “contaba incluso que después de la jornada hicieron balance como policía y decían que era de admirar el comportamiento nuestro, el papel que habíamos cumplido…. También, el gobernador de Norte de Santander “le decía a la policía y al ejército: me acompañan hasta este punto porque de aquí en adelante quiero pasar bajo la custodia de la guardia campesina”. Muestra de esto mismo es que diferentes guardias campesinas hicieron parte de la seguridad en la posesión del presidente Gustavo Petro.

A pesar del reconocimiento y el papel fundamental que desempeña la Guardia Campesina en la región del Catatumbo, quienes la integran son víctimas de estigmatización y violencia. Como consecuencia de ello, sus vidas y su integridad física corren riesgo. Por eso es importante que sea reconocida, por un lado, su labor en los territorios, la confianza que ha sido establecida con la comunidad, las autoridades y la fuerza pública, y la legitimidad que han construido gracias a su trabajo en estos años. Por otro lado, se debe aprovechar la enorme potencialidad de este mecanismo comunitario, que busca mantener la paz en sus territorios y servir como un puente de comunicación y como garante del respeto a los derechos humanos del campesinado.


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