Las magistradas
Nathalia Sandoval Rojas Agosto 22, 2014
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Por primera vez después de más de 20 años, 3 de los 9 magistrados de la Corte Constitucional son mujeres. Un dato que alegra pero que no deja de ser cuestionable.
Por primera vez después de más de 20 años, 3 de los 9 magistrados de la Corte Constitucional son mujeres. Un dato que alegra pero que no deja de ser cuestionable.
Aunque por la Corte Constitucional han pasado cientos de mujeres ejerciendo todo tipo de cargos, en muy pocas ocasiones han sido elegidas para ejercer los más altos. Este es el momento en el que más mujeres han llegado a ser magistradas al mismo tiempo: María Victoria Calle, quien ya lleva varios años en el cargo; Gloria Stella Ortiz, que reemplazó a Nilson Pinilla, y Martha Victoria Sáchica, que fue nombrada en encargo luego de la salida de Alberto Rojas.
Se trata de un acontecimiento para celebrar, pues esta Corte que define temas cruciales para el país y protege los derechos fundamentales –entre ellos los de las mujeres-, no se ha caracterizado por tener una conformación incluyente. De hecho, desde su creación en la Constitución del 91, sólo tres de los 31 magistrados elegidos por el Congreso han sido mujeres. Además, sólo cinco han sido nombradas por la propia Corte como magistradas encargadas, y hasta ahora, este tribunal ha tenido únicamente una presidenta. Por eso, que por fin varias mujeres se sienten en la Sala Plena de esa corporación a discutir algunos de los asuntos jurídicos y políticos más trascendentales es una buena noticia.
Pero también es cuestionable, pues tres es un número muy pequeño de magistradas. Usualmente el déficit de inclusión de las mujeres en el poder se trata de justificar porque no existen suficientes que estén capacitadas para estos cargos o que estén dispuestas a asumirlos. Pero en este caso (como en la mayoría), no pasa ni lo uno ni lo otro. Cada terna para magistrado debe estar integrada por al menos una mujer, y esta exigencia se ha cumplido con candidatas que reúnen todos los requisitos y que se presentan para ganar. Además, en los despachos de la Corte hay magistradas auxiliares de las más altas calidades y no es difícil hallar profesoras que dictan las cátedras más importantes de derecho en el país.
Lo que pasa es que eligen más a los hombres. En una sociedad que excluyó durante siglos a las mujeres de la vida pública, aún están vivas las barreras que impiden que ellas tengan el mismo chance de ser elegidas en los cargos más importantes, y ni qué decir de las dificultades para que ellas logren representar los intereses de su grupo. Las cifras sobre la Corte confirman los estudios que muestran que la participación de las mujeres en los altos cargos del Estado en la historia de Colombia ha sido marginal.
Debido a que una sociedad es más democrática cuando incluye en los escenarios de toma de decisiones a todas las poblaciones que la conforman, la nuestra debería preocuparse por garantizar que más mujeres participen efectivamente en la toma de las grandes decisiones del Estado. Y la Corte, que es el lugar donde se espera que se proteja la democracia, es un lugar privilegiado para promover esa inclusión.
Por lo menos por los siguientes tres años, dos de las tres mujeres que hoy componen la Corte seguirán siendo magistradas. Pero este número sigue siendo bajo. En las siguientes elecciones, quienes componen las ternas y los congresistas que finalmente eligen, deberían hacer una apuesta por votar por magistradas. Así nuestra Corte tendría más posibilidades de ser tan incluyente como esperamos que sean sus fallos.