Las protestas por el agua y el silencio
Nathalia Sandoval Rojas Junio 13, 2014
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En medio de las elecciones, las movilizaciones por el agua y el ambiente empiezan a agitarse y a revelar el profundo silencio de estos gobiernos.
En medio de las elecciones, las movilizaciones por el agua y el ambiente empiezan a agitarse y a revelar el profundo silencio de estos gobiernos.
El 5 de junio, mientras tratábamos de navegar en medio de los ríos de palabras sobre la segunda vuelta electoral, muchos protestaban en defensa del agua. Los tolimenses, por ejemplo, se manifestaron contra la explotación de l
a mina La Colosa. Insistieron que afecta las fuentes hídricas del Páramo de Chili, la cuenca del río Coello y la Reserva Forestal Central, y que la vocación de su territorio es agrícola. Por eso exigieron que no se adelanten exploraciones. También hubo movilizaciones en el macizo nariñense, en Boyacá y en Norte de Santander.
Estas protestas son muy interesantes porque aunque es difícil encontrar a alguien que sostenga que las fuentes naturales de agua no importan, solo desde hace pocos años en Colombia se han empezado a sumar los esfuerzos ciudadanos para mostrar el deterioro de los cuerpos de agua y exigir su protección frente a los modelos de desarrollo que los amenazan. A las luchas indígenas que desde hace décadas se asocian a la protección del ambiente, se han sumado nuevos sectores rurales y urbanos, al tiempo que han crecido los proyectos petroleros y mineros que son señalados como una de las principales amenazas.
Como lo muestran las cifras del CINEP, casi la mitad de las protestas contra proyectos extractivos corresponde a reclamos ambientales y de derechos económicos, sociales y culturales. Además, mientras entre el 2001 y el 2008 el número de protestas contra estos proyectos se mantenía debajo de 30, en el 2008 esta cifra se disparó, pasando a 70 acciones colectivas en el 2011 aproximadamente. La lucha social por la defensa del ambiente frente a los proyectos petroleros y mineros se trata entonces de una oleada de movilizaciones y participación en crecimiento.
En este escenario, el silencio frente a las últimas protestas es sorprendente. El cubrimiento que los principales medios de comunicación hicieron de estas marchas fue mínimo y seguro pocos se enteraron que el 5 de junio era el día internacional del ambiente. Pero tampoco los candidatos presidenciales que andan buscando cuanto tema les permita capturar el voto que sume el “centavito que falta para el peso” se pronunciaron al respecto. Lamentablemente ni el agua ni el ambiente les da ventaja electoral, pues ninguno de los dos tiene interés en revisar el modelo extractivo de desarrollo que cuestionan los manifestantes.
Por eso, la protección del agua en los próximos años dependerá de la fuerza de la movilización social en torno al tema. De la capacidad ciudadana para exigir al gobierno de turno que rompa el silencio de la campaña y que tome decisiones en relación con las amenazas al agua. Y también de las movilizaciones que usan instrumentos jurídicos, como las consultas populares, para exigir la protección de los derechos de la comunidad a decidir que no se afecten sus recursos hídricos.
Esperemos que el próximo gobierno no sea del tipo de derecha que prefiere limitar la posibilidad de movilizarse. Luego del desencanto de estas elecciones, manifestaciones como la de los tolimenses permitirá avanzar en la revitalización de la democracia participativa y en la exigencia de la protección del derecho a conservar las fuentes de las que emane agua.