Las verdades de nuestra guerra y nuestra paz
Rodrigo Uprimny Yepes Julio 31, 2022
Los avance judiciales de la JEP coinciden con algunos de los hallazgos de la CEV en su comprensión histórica de nuestra guerra: las terribles implicaciones de la lógica del enemigo interno, que para el Estado y los paramilitares ha sido el comunismo, y para las guerrillas han sido las clases dominantes. | Ernesto Guzmán, EFE
Estamos ante un avance enorme, que confirma que el Acuerdo de Paz está permitiendo niveles de verdad y justicia sobre las atrocidades de nuestra guerra que eran impensables hace algunos años.
Estamos ante un avance enorme, que confirma que el Acuerdo de Paz está permitiendo niveles de verdad y justicia sobre las atrocidades de nuestra guerra que eran impensables hace algunos años.
En los últimos meses hemos vivido tres acontecimientos trascendentales en el esclarecimiento de las verdades de nuestra guerra: la audiencia en la JEP sobre los secuestros de las Farc, las audiencias sobre falsos positivos y la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad (CEV).
Cada uno de esos acontecimientos es histórico y amerita un examen individualizado, que algunos analistas ya han hecho. En esta columna me concentro en un punto que tal vez no ha sido suficientemente enfatizado: sus vínculos profundos.
La audiencia de reconocimiento de responsabilidades por secuestro por los exmiembros del secretariado de las ex-Farc se realizó el 21, 22 y 23 de junio y fue impresionante: estos excomandantes, que durante la guerra justificaban con arrogancia lo injustificable, se mostraron ante la JEP y las víctimas arrepentidos y avergonzados por haber ordenado y liderado esa práctica atroz y violatoria del DIH, que es el secuestro. “No fueron errores sino horrores”, reconoció uno de ellos. Y Rodrigo Londoño, el último jefe de las Farc, expresó avergonzado: “Quisiera que la tierra me tragara”.
Las audiencias sobre los “falsos positivos”, esto es, sobre los asesinatos por integrantes del Ejército de jóvenes para presentarlos como muertos en combate, se han hecho en varios momentos pues la estrategia de la JEP aquí ha sido distinta: en el secuestro, la JEP empezó por el Secretariado y luego judicializará a los comandantes de frentes. En falsos positivos, la JEP empieza por casos regionales para llegar a responsabilidades nacionales. El 26 y 27 de abril fue entonces la audiencia en Ocaña por falsos positivos en Norte de Santander y el 18 y 19 de julio fue la de Valledupar por los realizados por el Batallón La Popa. En estas dos audiencias, los militares, incluyendo oficiales de alto rango, como coroneles y un general, reconocieron su responsabilidad en estas atrocidades y que estos crímenes tenían sistematicidad ya que no eran simples excesos de algunos militares descarriados.
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Estas audiencias no han sido perfectas. Ninguna puede serlo en temas tan dolorosos. Hubo momentos tensos, algunos reconocimientos fueron a medias, algunas víctimas quedaron insatisfechas, etc. Pero estas audiencias, basadas en muy cuidadosos autos de la JEP, que documentan rigurosamente sus conclusiones e imputaciones, representan el mayor avance judicial no sólo sobre el conocimiento del secuestro y los falsos positivos sino sobre su reconocimiento público, por la asunción de responsabilidades de los perpetradores frente a la sociedad y las víctimas.
Estos avance judiciales de la JEP coinciden además con algunos de los hallazgos de la CEV en su comprensión histórica de nuestra guerra: las terribles implicaciones de la lógica del enemigo interno, que para el Estado y los paramilitares ha sido el comunismo y para las guerrillas han sido las clases dominantes. Los falsos positivos y el secuestro masivo son algunos de los extremos a los que se llega cuando la arrogancia de las armas en la política transforma al rival en un enemigo a destruir, sin importar los medios que se usen. Como dice la CEV, esta dinámica del enemigo interno ha herido gravemente nuestra democracia y ha justificado atrocidades: tenemos entonces que superarla y salir del modo guerra en que hemos vivido, si queremos paz y democracia.
La dinámica electoral y las expectativas sobre el nuevo gobierno han opacado un poco la magnitud de estos tres acontecimientos históricos y de su efecto conjunto. Pero estamos ante un avance enorme, que confirma que, contrariamente a lo sostenido por sus críticos, el Acuerdo de Paz está permitiendo niveles de verdad y justicia sobre las atrocidades de nuestra guerra que eran impensables hace algunos años.
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