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La transparencia se ha convertido en un tema central en la nueva agenda de la democracia y la lucha anticorrupción. Sin embargo, por sí misma, la transparencia puede ser inútil y convertirse en un discurso vacío. Por eso los grupos de la sociedad civil y los ciudadanos deben promover no solo el acceso a la información, sino también el uso activo de la misma.

La transparencia se ha convertido en un tema central en la nueva agenda de la democracia y la lucha anticorrupción. Sin embargo, por sí misma, la transparencia puede ser inútil y convertirse en un discurso vacío. Por eso los grupos de la sociedad civil y los ciudadanos deben promover no solo el acceso a la información, sino también el uso activo de la misma.

“Cuanta más información se pone en marcha, tanto más intricado se hace el mundo. La hiperinformación no inyecta ninguna luz en la oscuridad”.

 

Así lo señala el filósofo Byung-Chul Han en su libro La sociedad de la transparencia, un tratado crítico sobre la fijación de las sociedades modernas por la transparencia y cuyo mensaje esencial es que la nueva tendencia de publicar información no esclarece por sí sola el mundo.

La transparencia se ha convertido en una carta central en la nueva agenda de la democracia. Los gobiernos y organizaciones internacionales la venden como el arma para promover la integridad pública y prevenir la corrupción. En los últimos años, muchos países han expedido leyes de acceso a la información y poco a poco se le ha dado prevalencia a la publicidad de la información en poder del Estado. Esa es la idea básica de la transparencia: establecer el acceso a la información como regla y las restricciones como excepción. Las nuevas iniciativas de transparencia han llevado a los gobiernos a publicar más información y a comprometerse públicamente con acabar la opacidad que históricamente ha caracterizado al Estado. Sin embargo, en muchos casos, la sola disponibilidad de información no cumple con los ambiciosos objetivos que han sido atribuidos a la transparencia. Por esa razón, es momento de dejar de sacralizarla y entender que la publicación de información, en sí misma, no previene la corrupción o crea una sociedad más democrática.

Esta inquietud ya ha sido examinada por otros expertos desde las distintas orillas de sus disciplinas. Hace unas semanas, algunas investigadoras de Dejusticia pudimos escuchar las reflexiones de Rakesh Rajani, líder y defensor de derechos humanos de Tanzania, y de Jonathan Fox, profesor de American University y fundador del Accountability Research Center. Ambos han examinado críticamente las posibilidades de la transparencia en el mundo de los derechos humanos y la utilidad de la información publicada por los gobiernos.

 

Photo by G. Crescoli on Unsplash

Foto de G. Crescoli en Unsplash

 

De Rajani aprendimos que la transparencia y el acceso a la información no son fines en sí mismos, sino medios para resolver los problemas sociales. En la misma línea, Fox nos enseñó que “la información por sí sola no es poder, sino la información en manos de alguien”. En su opinión, el verdadero sentido de la transparencia recae en obtener información sobre el funcionamiento del aparato estatal y utilizarla para aumentar el poder de negociación de los movimientos y causas sociales. Las enseñanzas de Rajani y Fox son un gran insumo para el trabajo en derechos humanos, pues transmiten un mensaje que suele ser ignorado: la transparencia no cumple su verdadero objetivo si la ciudadanía no puede hacer uso de ella. La publicación de información no puede quedarse en el cumplimiento de una ley y debe convertirse en una forma de interactuar directamente con las personas. Solo así la transparencia puede tener un efecto transformador y promover los derechos humanos.

En otras palabras, todavía existe una brecha entre el acceso a la información como cumplimiento formal de un deber y el acceso a la información como canal de comunicación e instrumento para profundizar la democracia. México, por ejemplo, cuenta con una ley de acceso a la información pública, que le impone deberes de transparencia y publicación de información. Sin embargo, hace unas semanas, el grupo feminista Equis Justicia denunció que no es posible acceder fácilmente a las sentencias judiciales relacionadas con violencia de género. El grupo subraya la gravedad de este hecho, pues, según sus experiencias de litigio, han descubierto que hay sentencias que promueven discursos misóginos y normalizan la violencia.

Como lo advierte Byung-Chul Han, la existencia de información no genera de forma automática una sociedad informada. En Colombia mucha información ha empezado a transparentarse luego de la entrada en vigencia de la ley de transparencia en 2014; sin embargo, aún persisten dificultades para procesar, organizar o comunicar la información. La saturación de información puede entorpecer y desincentivar su búsqueda, más aún si no está organizada a través de criterios que sean intuitivos para las personas que la consultan. Por esa razón, es necesario que la información se publique de forma completa, clara y ordenada. En el caso de las decisiones judiciales, por ejemplo, estas deben estar organizadas temáticamente, de forma que el precedente sobre distintos asuntos pueda estar disponible para investigadores, ciudadanos y activistas. Otro factor de gran importancia es la accesibilidad de la información, pues implica que esté en formatos y lenguajes alternativos que permitan el acceso a personas con capacidades diversas. De nada sirve tener mucha información si su acceso es excluyente. También es valioso contar con información contenida en formatos abiertos, reutilizables y procesables que favorezcan la manipulación y uso de datos y archivos. Un ejemplo de esto son las aplicaciones creadas por particulares a partir de la obtención y procesamiento de datos públicos.

 

 Photo by Samuel Zeller on Unsplash

Foto de Samuel Zeller en Unsplash

Finalmente, el llamado también debe ser para la sociedad civil, quien tiene en sus manos una posible herramienta de cambio social. Las organizaciones de derechos humanos y la ciudadanía en general debemos identificar la información esencial y hacer un esfuerzo por divulgarla, procesarla y comunicarla a otros públicos. Es fundamental que aprendamos a pedir información relevante y necesaria que aumente nuestro poder de negociación y aborde fallas estructurales del Estado. La Alianza Más Información Más Derechos, un grupo de ONGs colombianas, tiene este objetivo: promover la divulgación de información de calidad y su uso por parte de ciudadanos y otras
organizaciones.

La fusión de esfuerzos entre Estado y sociedad civil puede ser el puente para que la existencia de información genere una sociedad más informada y democrática. De lo contrario, la transparencia corre el peligro de convertirse en un discurso vacío cuyo abuso puede trivializar su importancia.

 

@mariaxdavila

Foto destacada: Markus Spiske on Unsplash

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