Lenguaje de madera
Mauricio García Villegas Agosto 8, 2015
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Nada más natural en un político que el uso del lenguaje pomposo y superfluo a la vez.
Nada más natural en un político que el uso del lenguaje pomposo y superfluo a la vez.
En Francia, a esta manera de hablar se le denomina lenguaje de madera (langue de bois), expresión que viene de los discursos de los líderes de la Unión Soviética, que hablaban mucho y no decían nada. Joan Manuel Serrat tiene una canción en donde un político propone: “propiciar un diálogo…que garantice unas premisas mínimas que faciliten crear los resortes que impulsen un punto de partida sólido y capaz…que contribuya a poner los cimientos de…un hermoso futuro de amor y paz”. En Colombia abundan los políticos que hablan así. El presidente Turbay Ayala lo hacía con particular destreza; pero el resto de sus colegas, hasta entonces y desde entonces, lo han hecho bastante bien. Hay excepciones, claro; dos recientes y muy notables son Carlos Gaviria y Antanas Mockus, quienes decían lo que pensaban sin tapujos. Quizá por eso fracasaron cuando estaban a punto de triunfar.
Digo todo esto porque encontré un texto característico de este tipo de lenguaje, sin autor conocido, en versión española y francesa, que fue ideado para ser leído también de atrás para adelante. El resultado de este juego de lenguaje, conocido como bifronte, es sorprendente. Vean ustedes:
“En nuestro partido político cumplimos con lo que prometemos. Sólo los imbéciles pueden creer que no lucharemos contra la corrupción. Porque si hay algo seguro para nosotros es que la honestidad y la transparencia son fundamentales para alcanzar nuestros ideales. Demostraremos que es una gran estupidez creer que las mafias seguirán formando parte del Gobierno, como en otros tiempos. Aseguramos sin resquicio de duda que la justicia social será el fin principal de nuestro mandato. Pese a esto todavía hay gente estúpida que piensa que se puede seguir gobernando con las artimañas de la vieja política. Cuando asumamos el poder haremos lo imposible para que se acaben las situaciones privilegiadas y el tráfico de influencias. No permitiremos de ningún modo que nuestros niños tengan una formación insuficiente. Cumpliremos nuestros propósitos aunque los recursos económicos se hayan agotado. Ejerceremos el poder hasta que comprendan desde ahora que somos la nueva política”.
Ahora vean lo que dice la versión leída al revés, sin cambiar palabras y tan sólo con unos cuantos cambios de puntuación.
“Somos la nueva política. Comprendan desde ahora que ejerceremos el poder hasta que los recursos económicos se hayan agotado. Cumpliremos nuestros propósitos aunque nuestros niños tengan una formación insuficiente. No permitiremos de ningún modo que se acaben las situaciones privilegiadas y el tráfico de influencias. Cuando asumamos el poder haremos lo imposible para que se pueda seguir gobernando con las artimañas de la vieja política. Pese a eso, todavía hay gente estúpida que piensa que la justicia social será el fin primordial de nuestro mandato. Aseguramos sin resquicio de duda que como en otros tiempos las mafias seguirán formando parte del Gobierno. Demostraremos que es una gran estupidez creer que para alcanzar nuestros ideales la honestidad y la transparencia son fundamentales. Porque si hay algo seguro para nosotros es que no lucharemos contra la corrupción. Solo los imbéciles pueden creer que en nuestro partido político cumplimos con lo que prometemos”.
Ahora que empiezan las campañas para alcaldes y gobernadores quizá valga la pena recordar que la mayoría de los discursos políticos no dicen nada serio; peor aún, algunos esconden tras de sí intenciones perversas, como lo sugiere el texto citado. Por eso los ciudadanos necesitamos de mecanismos de defensa intelectual para protegernos contra esos discursos. Los juegos del lenguaje y el humor político sirven para eso.