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Nunca había visto a un perdedor tan feliz.

Nunca había visto a un perdedor tan feliz.

Leonidas Gómez me recibió en su casa dos días después de las elecciones en las cuales Didier Tavera, el candidato del Partido Liberal, obtuvo 311.458 votos, y Leonidas Gómez por el movimiento Dignidad Santandereana alcanzó los 230.920 votos. Con esta votación, Leonidas perdió las elecciones, pero le ganó a los dos candidatos del clan Aguilar que iban divididos. En el barco de la victoria estaba la maquinaria del Partido Liberal a la cabeza de Horacio Serpa y el apoyo del partido Opción Ciudadana, antiguo PIN, antiguo Convergencia Ciudadana, del cual hizo parte el exsenador y condenado por parapolítica Luis Alberto Gil.

En medio de la jauría de enfrentamientos de maquinarias y la danza de los millones que fue esta campaña, surgió Leonidas. Un hombre que inscribió su candidatura con 110 mil firmas y que unió al Polo, a la Alianza Verde, a la UP, a los sindicatos, al MIRA, a liberales y conservadores independientes y, como dice él, hasta a los Tao. Además, hizo gestos de unidad con los empresarios: “ustedes no están solos”, les dice. Para él está claro que la empresa local crea puestos de trabajo con calidad y que la desindustrialización es la mayor amenaza para trabajadores y empresarios.

Cuando escuché por primera vez de Leonidas me preguntaba por qué un “ricachón” y dueño de un club naútico se va a lanzar a la Gobernación con el apoyo de la izquierda. Pero cuando lo conocí entendí, porque Leonidas explica esta aparente paradoja. Le pregunté por qué se metió en política, me dijo: “porque quiero morirme sintiéndome útil”. Es un hombre de 65 años que, como dice la canción, creció con el siglo, en medio de la entrevista agrega: “lleva mucho tiempo llegar a ser joven”. Estudió en el Colegio Santander en plenos años sesenta donde se forjaban los movimientos revolucionarios de aquella época. Luego quería estudiar teatro y se dedicó a hacer teatro callejero, lo suyo era la pantomima. A principios de la década de los setenta, por casi tres años recorrió Suramérica buscando su formación teatral. En Perú actuó como Jesucristo en una película y en algunas telenovelas. En Chile conoció el amor, la poesía y los líderes del Frente Popular. Terminó en Argentina estudiando psicodrama, una técnica para el diagnóstico y terapia de la conducta. Volvió a Bucaramanga casado con la actriz y microbióloga chilena, Ruth Egaña, y con un hijo.

En medio de su relato, le hago la pregunta obvia: ¿cómo hizo un teatrero callejero para llegar a ser un próspero empresario? Entonces, me cuenta la historia de sus negocios. Empezó vendiendo pegante para zapatos con una técnica que consistía en revisar las basuras de los locales comerciales para identificar posibles compradores y así llegó a tener 1800 clientes. Con este capital compró 400 hectáreas en un lugar que los santandereanos consideraban en aquel momento como una tierra no productiva: La Mesa de Los Santos. Allí construyó Acuarela, el complejo acuático y turístico en el cual consolidó sus negocios. No sólo eso, Leonidas creó un proyecto social llamado el mercado campesino de Acuarela, donde escrituró los locales a los campesinos de la zona y les aportó asistencia técnica para mejorar sus productos y crear valor agregado.

Leonidas me dice: la unidad sí es posible. Critica a algunos sectores de izquierda tradicional porque han renunciado a su vocación de poder y remata: “podemos, vamos por más”. Proclamó la campaña en el río Fonce haciendo canotaje. El mensaje era doble: “la principal riqueza de Santander no es el oro, no es el carbón, no es el petróleo, es el agua”. Además, quería rendir homenaje al turismo incluyente y democrático que él mismo ayudó a crear años atrás con el impulso de los deportes de aventuras. Durante la campaña, les hizo la vida de cuadritos a los políticos tradicionales. Uno de sus comerciales dice: “señor politiquero: le recibo las tejas, le recibo la lechona, le recibo el tinto, le recibo la cerveza, le recibo el mercado, pero mi voto es por Leonidas” (ver comercial). En cinco meses y con una campaña austera, ganó en todas las mesas de votación de Bucaramanga, el área metropolitana (Floridablanca, Girón y Piedecuesta) y en el municipio de Los Santos.

Además, me dejó maravillado su conocimiento literario, por ejemplo, su libro favorito: “Cien años de soledad”. Cita “Confieso que he vivido” de Neruda como una fuente de sabiduría; me dijo que el mundo es más pequeño de lo que pensaba el Principito: todo está tan cerca como el precio de un tiquete; le pregunté por el mejor drama de Shakespeare y me responde: Enrique VIII. En una misma frase salta de los autos sacramentales de Calderón a Balzac.

Casi al final de la entrevista, le pregunté si teme por su seguridad. Responde cándidamente que no cree que tenga esos problemas y que ya lo peor pasó con el secuestro que le hizo el ELN a principios de la década pasada. A pesar de los tratos denigrantes y humillantes que me cuenta, terminó diciendo: “apliqué la magia del perdón”.

Lo más inspirador, especialmente por venir de un político, fue cuando habló de la Expedición Botánica como el último proyecto intelectual y revolucionario de Santander. Mientras el actual gobernador erigió un monumento llamado “El Santísimo” con dineros de proyectos de ciencia y tecnología, Leonidas me habla de una gran bitácora científica por el río Magdalena.

Leonidas perdió las elecciones, pero devolvió la dignidad a las bravas tierras de Santander. Como en la revolución de los comuneros, a veces para cambiar la historia no hay que ganar, basta seguir la propia conciencia y expresarse contra la injusticia.

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