Lilly Bleier de Ungar
Rodrigo Uprimny Yepes enero 8, 2023
Si de mí dependiera, rebautizaría a la Hemeroteca del Banco de la República “Lilly y Hans Ungar”, en vez de “Luis López de Mesa”, quien siendo canciller hizo todo lo posible por impedir la entrada a Colombia de los judíos que huían del nazismo, como Lilly y Hans. | Ismael Herrero, EFE
Lilly Bleier de Ungar junto con muchos otros austriacos que en esos años huyeron del nazismo y emigraron a Colombia nos trajeron y nos legaron lo mejor de la Viena de entreguerras: su inmensa cultura, su espíritu innovador y esa capacidad de convivencia cosmopolita entre múltiples identidades culturales, religiosas y nacionales.
Lilly Bleier de Ungar junto con muchos otros austriacos que en esos años huyeron del nazismo y emigraron a Colombia nos trajeron y nos legaron lo mejor de la Viena de entreguerras: su inmensa cultura, su espíritu innovador y esa capacidad de convivencia cosmopolita entre múltiples identidades culturales, religiosas y nacionales.
Las pocas veces y las pocas horas que compartí personalmente con Lilly Bleier de Ungar fueron suficientes para tomarle un tal cariño y respeto que su muerte en este inicio de año me entristeció profundamente, como si fuera la de un familiar cercano. Y es que, en el fondo, sí compartíamos una cercanía.
Su hija y querida colega, Elisabeth, me dijo hace algunos años: “Tienes que hablar con mi madre, pues conoce muchas historias de la llegada y de la instalación de tu padre en Colombia”. La razón: Lilly, su esposo —Hans Ungar— y mi padre habían compartido un destino particular, al mismo tiempo maravilloso y doloroso. Los tres habían crecido en la extraordinaria Viena de entreguerras, pero los tres debieron huir de ella por el nazismo y se refugiaron en Colombia. Y por ello habían tenido una bella amistad, a pesar de ser políticamente distintos: mi padre, muy conservador, y ellos, más bien de izquierda. En esos destinos comunes residía, tal vez, la cercanía que pude sentir con Lilly y su familia.
Hace algunos años acepté entonces esa invitación de Elisabeth y compartimos, con mi esposa, mis hijos y un sobrino, dos largas y bellas tardes de conversación con Lilly en esa joya que es la biblioteca que construyeron con su esposo, Hans.
Pasamos horas escuchando las historias de cómo Lilly llegó a Colombia, conoció a Hans y, al igual que casi todo refugiado, tuvo que reinventarse en este nuevo país. Descubrí también historias de mi padre de esos tiempos difíciles y dolorosos.
Los tres (Lilly, Hans y mi padre), repito, vivieron su juventud en la Viena de entreguerras, esa ciudad cosmopolita y vibrante, que estaba a la vanguardia en casi todo. La Viena en la que Freud descubrió el inconsciente y fundó el psicoanálisis; en la que Schönberg revolucionó la música; en la que Wittengenstein desafió el pensamiento filosófico; en la que la arquitectura fue renovada por el funcionalismo de Wagner y Loos. Era la Viena de la escuela jurídica de Kelsen, de las audacias pictóricas de Schiele y Klimt, de las innovaciones literarias de Schnitzler, Broch y Musil. Y de mucho más.
Dos libros sobre emociones, fanatismos y nación
Sin embargo, esa Viena cosmopolita tenía también oscuras tendencias antisemitas. Por eso, la anexión de Austria por Hitler en 1938 (el famoso “Anschluss”) fue inicialmente resistida por algunos líderes pero fue después consentida por casi todo el pueblo austriaco, que incluso apoyó la política nazi y la persecución de los judíos. Lilly, Hans y mi padre, como muchos otros, tuvieron que huir, por sus raíces judías y sus convicciones democráticas, de esa Viena en que habían vivido.
La inmensa cultura y formación adquiridas por Lilly y Hans en aquella Viena les permitieron hacerse cargo de la Librería Central y convertirla no solo en una de las mejores del país, sino también en una galería y centro cultural. Tiene entonces razón Juan Esteban Constaín en llamar a Lilly “la decana de los libreros en Colombia” en la bella columna que dedicó a su memoria.
Lilly de Ungar junto con muchos otros austriacos que en esos años huyeron del nazismo y emigraron a Colombia nos trajeron y nos legaron lo mejor de la Viena de entreguerras: su inmensa cultura, su espíritu innovador y esa capacidad de convivencia cosmopolita entre múltiples identidades culturales, religiosas y nacionales. Y dejaron en la vieja Europa lo peor de esa Viena de la que huían: su fanatismo identitario y antisemita. Por eso los aportes a la cultura en Colombia de Lilly y Hans Ungar fueron inmensos. Y si de mí dependiera, por justicia histórica, rebautizaría a la Hemeroteca del Banco de la República “Lilly y Hans Ungar”, en vez de “Luis López de Mesa”, quien siendo canciller hizo todo lo posible por impedir la entrada a Colombia de los judíos que huían del nazismo, como Lilly y Hans.