Llegando a la selva: desde el Sur global hacia Sarayaku
Ana María Ramírez enero 30, 2019
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Casi todos de los líderes y lideresas indígenas que asistieron al taller enfrentaron dificultades en sus viajes, y esto claramente no es un accidente.
Casi todos de los líderes y lideresas indígenas que asistieron al taller enfrentaron dificultades en sus viajes, y esto claramente no es un accidente.
Por: Ana María Ramírez and Sophie Kushen*
El pasado diciembre, Dejusticia coordinó el Segundo Taller Global sobre Estrategias en Derechos Humanos para Líderes y Lideresas Indígenas, junto con el Observatorio de Discriminación Racial (ODR). Activistas y líderes y lideresas comunitarios de Uganda, Tanzania, Kenia, Nepal, Argentina, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guatemala, México, Chile, y Estados Unidos nos acompañaron a lo profundo de la selva amazónica. Para llegar al territorio Sarayaku, donde se llevó a cabo el taller, desde Quito, hay que viajar siete horas en bus y luego cuatro horas en canoa por el río Bobonaza, en la provincia de Pastaza (sin mencionar el tiempo de viaje de cada uno/a de los/as participantes sólo para llegar a Quito). El propósito de este proyecto es reunir líderes y lideresas indígenas para compartir su conocimiento y experiencias luchando por sus derechos, fortalecer alianzas y colaboraciones entre comunidades del Sur Global y para compartir herramientas creativas para que puedan ser utilizadas en sus respectivas luchas. Cada año nos aliamos con un pueblo indígena para honrar su lucha y éste se convierte en el anfitrión del taller. El primer año, compartimos con la comunidad Kankuama en la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia y en 2018, se llevó a cabo en la amazonía ecuatoriana junto con el pueblo Sarayaku.
Sin embargo, el camino hacia Sarayaku no fue nada fácil para los líderes y lideresas indígenas que nos acompañaron. Este blog es sólo una muestra de los retos “tras bastidores” de la tarea de juntar a este grupo increíble de personas.
Apurbo Mrong es un defensor de derechos humanos de Mymensingh, Bangladesh. Él hace parte de la comunidad indígena Garo, y fue elegido por su trabajo por el derecho a la tierra de los pueblos indígenas en Bangladesh. Trabajamos con Apurbo durante meses para obtener su visa: lo enviamos hasta Nueva Delhi y le mandamos por todo su país, tratando de adquirir los requisitos necesarios hasta que lo logramos. El día de su vuelo hacia Ecuador, a Apurbo le prohibieron imprimir su tiquete y su tarjeta de embarque. Al final se perdió el taller porque un oficial de la aerolínea insistió que necesitaba una visa de tránsito para viajar. No era verdad.
La experiencia de Apurbo no es única, ni fue una coincidencia. Casi todos de los líderes y lideresas indígenas que asistieron al taller enfrentaron dificultades en sus viajes, y esto claramente no es un accidente. Apurbo era uno de los cinco participantes que necesitaba visa para viajar a Ecuador, y cada uno de ellos/as enfrentó desafíos en el proceso, obstáculos que a veces parecieron insuperables. Nos enfrentamos a listas de requisitos y documentos siempre cambiantes, a gastos no planeados, al costo de volar a embajadas para sellar los pasaportes y casos de abuso por parte de los funcionarios. Afortunadamente, cuando reunimos la documentación necesaria, los dos participantes de Kenia pudieron viajar exitosamente a Etiopía y recoger sus documentos. El caso de India fue otra historia.
Dos mujeres de Nepal, Subha y Pratima, nos contactaron casi llorando después de sus entrevistas para el visado en la Embajada ecuatoriana en Nueva Delhi, contando cómo el agente les había denigrado y acosado verbalmente. Finalmente, las visas fueron aprobadas, sin embargo, durante el taller una de las mujeres nos contó que pensó en renunciar a su participación para no tener que enfrentar más pesadillas burocráticas.
Algunos días antes de que empezara el taller, los participantes comenzaron su viaje. Trent, un joven de Dakota del Sur, de la comunidad indígena Lakota, fue detenido en el aeropuerto por más de tres horas. Perdió su vuelo. Carson y Milka, nuestros líderes de Kenia, pasaron una hora explicando a miembros de la seguridad del aeropuerto sobre el propósito del viaje, aunque ya tenían las visas. A Sobha, una mujer de India que no necesitaba visa para viajar, no le permitieron abordar su vuelo, y perdió el taller. Adam, un participante de Uganda, fue detenido un par de horas por oficiales de seguridad en el aeropuerto en Quito. No es sorprendente, entonces, que una de las participantes afirmara que prefería no viajar con su ropa tradicional por la posibilidad de ser discriminada y abusada por los oficiales y personal de las aerolíneas.
Al final del día, valió la pena todos los esfuerzos, el sudor y las lágrimas. Contribuir y participar en este taller fue una experiencia única de vida, que tuvimos la fortuna de compartir con los/as profesores y participantes. Departir con el pueblo de Sarayaku y conocer a las personas increíbles que asistieron fue pura magia. Además, el taller tenía una política de puertas abiertas, entonces en adición a las participantes, asistieron y contribuyeron generosamente personas de la comunidad—hombres, mujeres y niños/as creando confianza y relaciones a través de esta experiencia compartida y valiosa.
Claro, el taller estuvo LLENO (llenísimo) de aventuras hermosas y anécdotas locas, pero como ya lo mencionamos, este texto es sólo una muestra pequeña, casi un ejercicio catártico, para ejemplificar los gajes de la logística y los esfuerzos “tras bastidores” en la tarea de juntar este grupo diverso y magnífico. Desde Dejusticia, hemos trabajado activamente para apoyar este red global de líderes y lideresas. Recordaremos para siempre esta experiencia y el sueño colectivo que representa, y esperamos que, al seguir apoyando, registrando, y compartiendo estas experiencias, esta red y este sueño sigan y sigan creciendo.