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El FBI perdió la batalla por la seguridad ante Apple que se negaba a violar la privacidad de un celular terrorista, pero en la era digital surgen todos los días nuevos riesgos.

El FBI perdió la batalla por la seguridad ante Apple que se negaba a violar la privacidad de un celular terrorista, pero en la era digital surgen todos los días nuevos riesgos.

A menudo pienso en Google, Facebook, Twitter y en general en los gigantes de internet como dioses a los que les hacemos ofrendas diarias para calmar su furia y mostrarles respeto. Todos los días les ofrecemos miles de nuestros datos que los engordan y vuelven poderosos. Últimamente, se me antoja que Apple se ha unido al Olimpo de los dioses con el acertijo que Iphone no quiso revelar al FBI.  Acertijo entre la seguridad y la privacidad que tomó seis semanas resolver y dejó alguna lección.

La manzana de la discordia entre Iphone y el FBI fue el celular de uno de los atacantes de San Bernardino, California, que murió luego de asesinar 14 inocentes .  Pero su celular Iphone seguía vivo.  Tenía un sistema iOS9, lo que implicó que sus datos, con sus contactos, quedaron encriptados cuando el FBI intentó abrir el aparato. Esos datos no pueden ser descifrados sin la llave criptográfica adecuada y esta llave a su vez está protegida con la clave del usuario. El juez emitió un primer fallo a favor del FBI y le pidió a Apple  que debilitara los sistemas de protección del celular.  Aceptó que Apple era como un arrendatario que alquilaba espacios y debía abrirle la puerta al Estado que buscaba evidencia criminal.

Para Apple, cumplir con la orden del juez pone en peligro la privacidad de todos sus usuarios que llevamos años pidiendo mayor protección de los datos que recoge. Como consecuencia de las revelaciones de Edward Snowden, Apple ha construido un sistema complicado y ajeno de protección  y no tiene ni quiere tener la fórmula para descifrar el acertijo.  Dedicarse a buscar esa fórmula arriesga el objetivo de garantizar la intimidad de quienes compran su producto.  Al desarrollarse la fórmula para un celular se logra la base de la apertura para cualquier otro aparato. Y entre más personas conozcan los elementos de esta base,  más difícil es mantenerla secreta. En poco tiempo llegará a los hackers.  

Desde el otro lado, parte de la sociedad pidió boicotear a Apple hasta que diera acceso al celular.  Y la policía insistió en que no debía haber ninguna puerta, ningún cerrojo y ningún sistema que no pudiera penetrarse con una orden judicial. Dijo que la investigación criminal es una función del Estado y que solo en Nueva York hay 175 Iphones esperando ser abiertos para resolver crímenes.  Ganar este caso era importante para el FBI que tiene un vieja guerra contra el cifrado que considera el cielo protector de los terroristas.

En el fondo de la discusión, más que el argumento capitalista del gigante de los celulares está la protección del derecho a la intimidad de la ciudadanía.  ¿Es un derecho absoluto y no debe ceder nunca, ni siquiera ante la función de brindar seguridad que tiene un Estado?  Claro que no.  La intimidad debe ceder, pero sólo cuando no exista otro medio menos lesivo a los derechos para lograr ese mismo efecto, bajo razonabilidad y proporcionalidad. Pero en este caso, sí hubo otro medio. El FBI ya aceptó que a través de un tercero, que se cree es la empresa israelita Cellebrite, logró romper el sistema cifrado.

Apple ganó pues no lo obligaron a descifrar su secreto, aunque pierde un poco porque demuestra que terceros rompen fácilmente sus sistemas de seguridad. El FBI ganó porque logró el cometido de abrir el celular terrorista, pero pierde porque no logró sentar un precedente para obligar al creador del acertijo a descifrarlo de cara al futuro. Y con su decisión de romper la clave del celular con un tercero y sin autorización judicial, perdemos todos porque creíamos que nuestro celular estaba seguro guardando nuestra intimidad y que sólo un juez autorizaría su apertura.

La reacción de Whatsapp no se ha hecho esperar: cifrar automáticamente los  mensajes de todos sus usuarios.

Lo que me lleva a recordar que la ley y quienes la aplican tienden a ser demasiado lentos frente a la tecnología. Que mientras el congreso discute una norma, el juez entiende su adaptación a un caso y la policía se equivoca, los dioses se siguen alimentando con los datos que les arrojamos en un Olimpo con  cada vez más acertijos.

De interés: Privacidad

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