Los gobiernos y la independencia judicial
Mauricio García Villegas mayo 25, 2010
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EN INGLATERRA, DETRÁS DEL MÁS humilde de los jueces está siempre la poderosa Armada británica.
EN INGLATERRA, DETRÁS DEL MÁS humilde de los jueces está siempre la poderosa Armada británica.
EN INGLATERRA, DETRÁS DEL MÁS humilde de los jueces está siempre la poderosa Armada británica.
Esta frase, que algunos han atribuido a Winston Churchill, expresa el apoyo, más o menos constante, de los distintos gobiernos ingleses a la labor independiente de la Rama Judicial: todo el poderío del Estado inglés, incluyendo el de su Armada, respalda a los jueces y asegura el cumplimiento de sus decisiones.
Este apoyo de los gobiernos ingleses frente a la labor judicial es un elemento esencial para explicar el prestigio y la notable independencia de los jueces ingleses.
Distintas investigaciones comparadas han mostrado que la independencia judicial depende de elementos muy diversos, como la forma como son nombrados los jueces o las garantías jurídicas de estabilidad en su cargo, por sólo señalar algunos. Pero esos estudios insisten en que existe también un factor, muy difícil de medir pero que es fundamental, para explicar los distintos grados de independencia judicial en los diversos países, y es la actitud de los gobiernos hacia la judicatura. La independencia judicial sólo florece en aquellos países en donde el gobierno respeta y acata las decisiones de sus jueces, a pesar de que pueda discrepar de ellas.
Es cierto que esta explicación puede tener algo de circular; no siempre es fácil determinar si un gobierno respeta las decisiones judiciales porque existe independencia judicial en ese país; o si existe independencia judicial en un país porque sus gobiernos respetan las decisiones judiciales. En el fondo existe una retroalimentación entre ambos factores.
Así, cuando la cosa marcha bien, tenemos un círculo virtuoso: a medida que la independencia judicial se fortalece, los gobiernos se vuelven más respetuosos de sus jueces y de la legalidad. Y viceversa, a medida que aumenta el respeto gubernamental a las decisiones judiciales, se consolida la independencia judicial.
Pero puede suceder todo lo contrario; los ataques gubernamentales a los jueces pueden minar la independencia judicial; y una independencia judicial erosionada facilita el irrespeto gubernamental a las decisiones judiciales y a la legalidad.
La actitud del gobierno frente a sus jueces es entonces trascendental, pues de ella depende, en parte, la independencia judicial. Y en Colombia, en los últimos años, el balance no es bueno. Así, si en Inglaterra, detrás de los jueces está la poderosa Armada británica, me temo que en Colombia la cosa es muy distinta: detrás de los magistrados está …. el DAS, y no precisamente para asegurar el cumplimiento de sus sentencias, sino para espiarlos y desprestigiarlos, como ha quedado demostrado por las revelaciones que hemos conocido en los últimos meses.
Y eso no es todo; el Gobierno ha acusado también, sin fundamento, a los magistrados de estar sesgados a favor del terrorismo y ha propuesto reformas para limitar las competencias de las Cortes.
Los riesgos de ese acoso gubernamental para la independencia judicial son claros. Esto es grave. Sin independencia judicial no es posible que se consolide una democracia vigorosa, pues sólo respetando las reglas constitucionales y los derechos fundamentales es posible que se forme una voluntad democrática libre. No es entonces extraño que las primeras verdaderas democracias modernas hayan surgido en aquellos países que primero consolidaron su independencia judicial, como precisamente lo hizo la Inglaterra del siglo XVII.
El próximo domingo, al votar, los colombianos deberíamos tener en cuenta cuáles son las tesis y las actitudes de los distintos candidatos frente a la independencia judicial. Y, en todo caso, deberíamos exigir en forma permanente el respeto gubernamental a la labor de los jueces. De eso depende mucho la calidad de nuestra democracia.