Los indígenas de Séptimo Día
César Rodríguez Garavito agosto 14, 2015
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Curiosa forma encontró el programa Séptimo Día para celebrar el día mundial de los pueblos indígenas. Durante tres domingos, a propósito de denuncias puntuales, sacó conclusiones generales tan tendenciosas que dejó la sensación, entre sus miles de televidentes, de que la corrupción, el alcoholismo, la violencia sexual, la infiltración guerrillera y el robo de tierras son la regla entre los indígenas.
Curiosa forma encontró el programa Séptimo Día para celebrar el día mundial de los pueblos indígenas. Durante tres domingos, a propósito de denuncias puntuales, sacó conclusiones generales tan tendenciosas que dejó la sensación, entre sus miles de televidentes, de que la corrupción, el alcoholismo, la violencia sexual, la infiltración guerrillera y el robo de tierras son la regla entre los indígenas.
El problema no es que se indaguen posibles irregularidades de autoridades o miembros de algunas comunidades. No es que sea políticamente incorrecto criticar a los indígenas, como dijo el senador Alfredo Rangel ante las cámaras. Pero los 102 pueblos indígenas, hablantes de 65 lenguas, son tan diversos como otras comunidades humanas y no caben en los moldes condescendientes que los subordinan desde la colonia, como aquél que los ve como grupos homogéneos de “buenos salvajes”. Los líderes indígenas son los primeros en rechazar el estereotipo.
“Los delitos graves cometidos por personas indígenas contra menores deben ser atendidos con todo el peso de la ley, tanto indígena como ordinaria”, respondió a las denuncias el consejero de la ONIC Juvenal Arrieta.
Séptimo Día propaga el otro mito sobre los indígenas: si no son buenos salvajes, entonces son salvajes sin más. Y así los retrató en episodios plagados de fallas investigativas y periodísticas.
Menciono sólo unas. Después de que Manuel Teodoro dice irresponsablemente que “no es tan clara” la distinción entre los indígenas y las Farc en el Cauca, su periodista concluye una cadena de insinuaciones tendenciosas contando que “buscó —pero no encontró— una imagen de los indígenas sacando a un guerrillero”, como lo hicieron con un grupo de soldados en la famosa escena de 2012, para resistirse a la violencia de todas las partes. Si hubiera buscado con más esmero y menos sesgo habría encontrado las conocidas escenas de los mismos indígenas nasa capturando y condenando en juicio a 40 años de prisión a guerrilleros acusados del homicidio de guardias de la comunidad. O las de decenas de líderes muertos o desplazados por no doblegarse ante las Farc.
Si, antes de sugerir que los indígenas acaparan tierras, hubiera leído estudios o consultado a alguien distinto a la senadora Paloma Valencia (conocida por su idea de dividir el Cauca en dos partes, una mestiza y otra indígena) o Isabel Victoria (cabeza de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Cauca), habría descubierto que cerca del 60% de las tierras caucanas son de terratenientes que componen el 5% de la población. Como lo recordó la Universidad del Valle en un comunicado de protesta ante los programas, las tierras indígenas son minifundios y están en las zonas menos fértiles.
Si hubiera revelado que quien dijo que la corrupción es generalizada era dirigente de la organización creada por el gobierno Uribe para debilitar el movimiento indígena (la OPIC), los televidentes habrían entendido por qué la entrevistada afirmó que “la mayoría de los líderes indígenas son una partida de haraganes”.
Pero todo eso habría precisado periodismo serio. Y una mínima consideración con la historia y la justicia.
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