Los matrimonios a través del tiempo
Dejusticia septiembre 16, 2016
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Dejusticia le da curso a una hipótesis: un viajero en el tiempo mira cómo se unen los humanos en la figura del «matrimonio». Acá el resultado de lo que él ve y concluye
Dejusticia le da curso a una hipótesis: un viajero en el tiempo mira cómo se unen los humanos en la figura del «matrimonio». Acá el resultado de lo que él ve y concluye
Ya que personas como la senadora Vivian Morales, que propuso el referendo para que las parejas del mismo sexo no pudieran adoptar ––aprobada en primer debate en el Congreso–– no tienen imaginación, hagamos el siguiente ejercicio:
En un futuro distante, un grupo de viajeros del tiempo está obsesionado por estudiar la antigua especie humana que alguna vez habitó el planeta. Uno de esos viajeros decide estudiar una de las instituciones humanas fundamentales: el matrimonio. Él es el protagonista de esta historia.
Antes que nada, nuestro viajero quiere aprovechar el verdadero potencial de los viajes en el tiempo y evitar los errores que cometen algunos de sus compañeros, que se apresuran a sacar conclusiones sin realmente haber viajado lo suficiente. Así que decide viajar bastante.
Lo primero que observa su viaje y observa es que los blancos nunca se casan con los negros, ni con los asiáticos, que el mestizaje es tabú y que en muchos lugares incluso hay leyes formales que prohíben el matrimonio interracial. El matrimonio entre personas de distintas religiones también está prohibido. Nuestro viajero cree por un momento que la institución del matrimonio está restringida exclusivamente a miembros de la misma raza, etnia o religión. Pero sigue viajando y se da cuenta de que está equivocado.
Luego se le ocurre que el matrimonio es una institución mediante la cual los hombres intercambian mujeres con el propósito de construir alianzas permanentes y tener mayores oportunidades para sobrevivir en contextos difíciles. El intercambio de mujeres abre la puerta a intercambios posteriores de regalos, alimentos y favores de todo tipo. Esta necesidad de supervivencia también impone ciertas prohibiciones a la sexualidad humana. Por esta razón ––o al menos eso cree–– el matrimonio entre hermanos está prohibido y el incesto es tabú.
¿Que quieres casarte con tu hermana? ¿Qué te pasa? ¿No quieres tener un cuñado? ¿No te das cuenta de que si te casas con la hermana de otro hombre y otro hombre se casa con tu hermana, tendrás por lo menos dos cuñados, mientras que si te casas con tu hermana no tendrás ninguno? ¿Con quién cazarás, con quién cultivarás tu huerto, a quién irás a visitar?» (Lévi-Strauss 1949, p. 485).
Pero sigue viajando y se da cuenta, otra vez, de que está equivocado: observa que varias familias de enorme riqueza tuvieron matrimonios incestuosos, precisamente para que su riqueza se quedara «en familia» y evitar que se dispersara.
Se le ocurre entonces que los matrimonios simplemente sirven para definir la división del trabajo entre los sexos: las mujeres deben encargarse del cuidado de los niños y ancianos, mientras los hombres ponen comida sobre la mesa. Pero sigue viajando y se da cuenta de que está equivocado: los matrimonios sí tienen relación con la coordinación del trabajo al interior de las familias, pero esto es algo que también cambia a lo largo de la historia humana.
En otras ocasiones observa que los matrimonios están afectados por el reconocimiento legal que los Estados ––otra institución misteriosa–– deciden otorgar o no. La definición de «matrimonio» se convierte, pues, en un asunto político porque involucra la concesión de ciertos derechos y deberes a distintas poblaciones: el derecho a heredar propiedades, a vivir bajo el mismo techo, a obtener custodia de los hijos, a adoptar, a visitar seres queridos en los hospitales y tomar decisiones médicas en nombre de ellos, entre otros. Los Estados se demoraron muchísimo tiempo en reconocer legalmente los matrimonios entre personas de la misma raza o del mismo sexo.
En fin, nuestro viajero observa una enorme diversidad: matrimonios religiosos y seculares, monógamos y polígamos, heterosexuales y homosexuales, temporales y permanentes. Observa familias que no tienen hijos, otras que adoptan, familias nucleares, familias uniparentales, familias extensas y familias compuestas. Observa tanta diversidad que llega a preguntarse si realmente existe una sola cosa llamada «matrimonio» y se confunde cuando se percata de que, contra toda evidencia, muchos humanos creen fanáticamente en un solo tipo de matrimonio.
Después de viajar muchísimo, nuestro viajero llega a una conclusión: los matrimonios (en plural) son instituciones fundamentales porque es a través de ellos que las personas conforman familias, organizan sus afectos, se cuidan entre sí y se ayudan a sobrevivir. En ocasiones muy especiales, los lazos familiares creados a través del matrimonio llevan a que las alegrías y tristezas de algunas personas sean vividas por otras como si fueran experiencias propias.
Al final, nuestro viajero se pregunta si la extinción de la especie humana está relacionada de alguna manera con la aprensión violenta que observó tantas veces con respecto al posible reconocimiento de distintas formas de familia y cuidado mutuo. Al fin y al cabo, la falta de imaginación con respecto al cuidado, los afectos y la convivencia parece ser una cualidad muy humana.
Se necesitan muchos años más de viajes en el tiempo para responder esta pregunta, pero poco a poco nuestro viajero ha llegado a pensar que no somos tan interesantes después de todo.