Los señores de la guerra amenazan estas elecciones
Dejusticia mayo 26, 2022
A los campesinos, indígenas y afro que habitan en los campos ya les cuesta mucho desplazarse a votar por interminables trochas para que, además, deban hacerlo con miedo y sin libertad gracias a los señores de la guerra. | Mauricio Dueñas, EFE
Para que los señores de la guerra salgan de los territorios necesitamos, además de seguridad, garantías para el ejercicio electoral. Fortalecer otros escenarios de participación que permitan enaltecer las voces de la paz, muchas de ellas silenciadas por las botas y los fusiles llevados por los mismos señores de la guerra.
Para que los señores de la guerra salgan de los territorios necesitamos, además de seguridad, garantías para el ejercicio electoral. Fortalecer otros escenarios de participación que permitan enaltecer las voces de la paz, muchas de ellas silenciadas por las botas y los fusiles llevados por los mismos señores de la guerra.
Atardecía cuando la incomodidad se hizo más que evidente. “Seño, la verdad, no nos gusta hablar de eso”. Ellos caminaron, dieron vuelta, miraron y finalmente se sentaron. El silencio se impuso como ritual. Cambiamos de tema, el tema ya no podía ser la guerra, y mucho menos podía ser la paz: hablamos de los solares, del río, de la carretera. Hablamos de cómo las mujeres lideraron los retornos después de la violencia, cómo volvieron a sus casas y la importancia de las redes comunitarias para regresar. Todo sin hablar de esos señores, los mismos que nunca se fueron.
Eran los meses de la paz. En 2018 el Acuerdo terminaba de pasar por su fase normativa, y las nuevas agencias de paz —creadas para garantizar el cumplimiento de lo pactado entre la antigua guerrilla de las FARC-EP y el gobierno colombiano— hacían su despliegue territorial. Los territorios de la guerra se colmaron de organismos internacionales que permitían que las personas interesadas en entender el conflicto armado o en aportar para la paz llegaran a estas regiones. Yo fui una de ellas.
Llegué a entender las dinámicas del conflicto armado y cómo las personas habían retornado a lugares afectados por la violencia en el sur de Córdoba. Los procesos y liderazgos que me acogieron fueron enseñándome las reglas del juego: no se habla de los grupos armados. En su lugar, solían decirme, “esos señores” nos sacaron del territorio, el despojo lo hicieron “esos señores”; la masacre la hicieron “esos señores”. No costaba mucho entenderlo: esos señores siguen aquí.
En los procesos organizativos se revisaba el Acuerdo de Paz, sobre todo, la Reforma Rural Integral y las condiciones de seguridad. Este Acuerdo daba esperanza para las y los campesinos que han vivido sin propiedad de la tierra. Para quienes eran líderes sociales, especialmente en territorios tan adversos como el Sur de Córdoba, el Acuerdo daba la posibilidad de participar en la política nacional, a través de unas futuras circunscripciones de paz – paradójicamente implementada por uno de los principales detractores del Acuerdo-. El Acuerdo también proponía estrategias de seguridad que incluyeran a las poblaciones locales para atacar la violencia que se vaticinaba durante su implementación.
Pese a las voces sonoras de la paz, en los susurros se sabía que los señores de la guerra continuaban en el territorio. Ellos venían del fallido proceso de reincorporación del EPL, las Autodefensas y otros grupos residuales que nos han recordado lo difícil que es garantizar la paz. Eran nombrados así por el temor de decir quiénes son, nunca se sabe quién está escuchando. En la penumbra, esos señores siguieron controlando el territorio. Quienes venimos de visita no los vimos, pero allí estaban.
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En febrero del mismo 2018, el ELN declaró un paro armado. En el año siguiente, la Defensoría alertó sobre los riesgos inminentes en contra de pobladores en el Sur de Córdoba, acrecentados por las elecciones. Dentro de la población en riesgo estaban candidaturas locales amenazadas por parte de los grupos de autodefensa. Los señores habían salido de la penumbra.
Los señores de la guerra amenazan estas jornadas electorales
Hoy, en 2022, la paz se volvió desesperanza. La reforma rural ha tenido poco de reforma, poco de rural y poco de integral. La seguridad ha tenido poco de diálogo y de participación. Mientras tanto, en elecciones ha aumentado la violencia en todo el país, especialmente en contra de liderazgos sociales. En plena época preelectoral han aumentado en 109% las agresiones en contra de liderazgos sociales, políticos y comunitarios en comparación con el 2018. El aumento fue aún mayor en contra de líderes y lideresas sociales —quienes fueron víctimas de más de la mitad de hechos— sobre quienes aumentó en un 144% las agresiones.
En las semanas anteriores el país vio el poder armado de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia. Transitaron en el día por las vías principales de algunos de los departamentos más azotados por la violencia. Bloquearon, exhibieron sus armas y se impusieron en el territorio. En la actualidad controlan los cuerpos y los territorios. Decidieron cómo, cuándo y en qué condiciones las personas salieron, transitaron y se abastecieron. Esos señores caminan a sus anchas y la conmoción a las capitales llega con inquietud. A algunas nos mueve una guerra que no nos toca. A otras esta guerra es ajena, se vive como si no ocurriera.
A unas semanas de las elecciones presidenciales, los señores de la guerra se imponen en los territorios y silencian las voces de paz. Aunque el paro armado se ha ido, la zozobra y el temor en los once departamentos y 135 municipios afectados continúa.
Estas amenazas son críticas en un país con una democracia frágil. A los campesinos, indígenas y afro que habitan en los campos ya les cuesta mucho desplazarse a votar por interminables trochas para que, además, deban hacerlo con miedo y sin libertad gracias a los señores de la guerra. Esta es la situación en la que se encuentran más de 290 municipios en el país.
Para que los señores de la guerra liberen los territorios se necesitan medidas que atiendan de manera urgente la crisis de derechos humanos. Se necesita que se incorporen las sugerencias que organismos como la MOE han realizado en tiempos electorales, algunas de estas – dirigidas al Gobierno Nacional- son la adopción de mecanismos de protección colectiva, que se den medidas contundentes contra los responsables de la violencia electoral, que se desarrollen protocolos que garanticen la participación de las poblaciones cuando los territorios requieran traslados para ejercer el voto y que se tengan en cuenta la etnia y los territorios en la formulación de acciones que mitiguen la violencia.
Pero las soluciones no se detienen allí. A cerca de seis años de firmado el Acuerdo Final de Paz, se necesitan acciones estructurales, las cuales deberán ser promovidas por el siguiente gobierno. Es de suma importancia incluir mecanismos de pacificación y desarrollo de los territorios de la mano con las comunidades afectadas. Algunas de estas, contempladas en el punto 2 del Acuerdo, son el Sistema Integral de Seguridad para el Ejercicio de la Política y los Mecanismos Democráticos de participación ciudadana.
Para que los señores de la guerra salgan de los territorios necesitamos, además de seguridad, garantías para el ejercicio electoral. Fortalecer otros escenarios de participación que permitan enaltecer las voces de la paz, muchas de ellas silenciadas por las botas y los fusiles llevados por los mismos señores de la guerra.
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