Los voceros de Antioquia
Mauricio García Villegas Febrero 24, 2012
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Una parte de la élite antioqueña está descontenta con el gobierno de Santos.
Una parte de la élite antioqueña está descontenta con el gobierno de Santos.
Según ellos, el presidente atenta contra los intereses del departamento y le impone su centralismo bogotano. Pero en el fondo, la pelea es menos regional que política y se traduce, para decirlo en plata blanca, en un enfrentamiento entre élites uribistas y santistas o, para ponerlo en términos ideológicos, en un duelo entre un proyecto conservador radical, con fuerte arraigo terrateniente y clientelista, y un proyecto también conservador, pero empeñado en introducir algo de modernidad y equidad social en el campo.
Lo paradójico es que la rabia de estos paisas se dirige contra los responsables del proyecto reformista de Santos, que son todos antioqueños: el ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo; el director del Incoder, Juan Manuel Ospina, y el superintendente de Notariado y Registro, Jorge Enrique Vélez. Esto me recuerda (es increíble cómo las historias en este país se repiten) las tensiones entre el gobierno reformista de López Pumarejo y las élites conservadoras antioqueñas que se oponían a su reforma agraria, a mediados de los años treinta. En esa época hubo un editorial del periódico El Diario, de Medellín, contra el ministro de Educación Luis López de Mesa, antioqueño él y de pura cepa. Según el editorial, cuando el antioqueño prolonga su estadía en la capital, se corrompe: “Siempre hemos sostenido —decía— que entre los infinitos enemigos mortales de Antioquia en todo el país, ninguno es tan feroz, tan agresivo y tan artero como el antioqueño que sale de su tierra y logra establecerse con algún brillo en Bogotá”.
Volviendo al presente, es una lástima que estos antioqueños descontentos, para defender su modelo arcaico de sociedad, se tomen la vocería de todos sus coterráneos. Y digo que es una lástima porque los mejores momentos de la historia de Antioquia fueron aquellos en los cuales se defendieron proyectos modernos y progresistas.
El impulso modernizador en Antioquia llegó muy temprano, a finales del siglo XVIII, con el visitador Juan Antonio Mon y Velarde, quien reformó la estructura agraria y monetaria de la región y sentó las bases para el desarrollo de la minería. Con la independencia vino un proyecto social innovador, ideado por un grupo de intelectuales (José Manuel Restrepo, Juan del Corral y José Félix de Restrepo, entre otros) que creían en el valor del trabajo, en la libertad de empresa y en la creación de un orden sociopolítico fundado en una moral laica. Ese proyecto se fue haciendo realidad gracias a una economía minera que permitió (a diferencia del sistema de hacienda imperante en el resto del país) que una buena parte de la población saliera de la pobreza y del vasallaje.
Durante todo el siglo XIX y buena parte del siglo XX, Antioquia fue un territorio relativamente aislado de la violencia, gobernado por políticos conservadores moderados y pragmáticos, que creían en el poder redentor de la educación y en la necesidad de proteger los bienes públicos. La Escuela de Minas (impulsada por Alejandro López) y la Sociedad de Mejoras Públicas (creada por Carlos E. Restrepo y dirigida luego por Ricardo Olano) son dos de las expresiones más notables de este espíritu progresista y modernizador que hizo grande a Antioquia.
Esta veta modernizante, por fortuna, no se ha perdido y en la actualidad está representada por el gobernador Sergio Fajardo y por el alcalde Aníbal Gaviria.
Así pues, porque Antioquia tuvo un pasado admirable de modernidad y progreso y porque ese espíritu progresista no ha muerto, me parece que la vocería antioqueña que se ha tomado este puñado de uribistas (resentidos por la pérdida del poder) desilusiona y ofende.