Los mandamientos 11 y 12
Rodrigo Uprimny Yepes abril 17, 2017
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Nuestra precaria confianza cívica dificulta la acción colectiva y obstaculiza el desarrollo y la consolidación de la democracia.
Nuestra precaria confianza cívica dificulta la acción colectiva y obstaculiza el desarrollo y la consolidación de la democracia.
Semana Santa es un buen momento para reflexionar sobre nuestros mandamientos 11 (“nunca dar papaya”) y 12 (“papaya dada, papaya partida”). Esto es, que no deberíamos darle ventaja a un desconocido pues éste se aprovecharía; y que si un desconocido nos da una ventaja, pues que hay que aprovecharla, incluso si obtenemos una ganancia indebida.
Estos mandamientos expresan una falta profunda de confianza entre los colombianos.
No hablo de la confianza íntima entre amigos cercanos, en la familia o entre quienes se consideran muy próximos. Hablo de la “confianza general” o “confianza cívica”, que es aquella que, siguiendo la expresión del sociólogo Putnam, desarrollamos en las relaciones de baja intensidad, que son las que tenemos con los desconocidos con quienes interactuamos ocasionalmente en la calle, en un supermercado, o en una oficina.
Esta confianza cívica ha sido medida en diversas formas en los últimos años, a nivel mundial, por lo cual tenemos datos comparados sólidos. La evidencia es que las variaciones nacionales y regionales son muy fuertes y que existe una clara correlación entre la confianza general, el desarrollo económico y la solidez democrática.
Aquellos países con alta confianza cívica, como los nórdicos, tienen un buen desarrollo económico e instituciones democráticas sólidas. Por el contrario, los países con baja confianza cívica, como muchos de Africa o de América Latina, suelen tener un desarrollo precario y debilidades democráticas. Pero incluso en un mismo país puede haber diferencias regionales significativas, como entre el norte y el sur de Italia.
Existe discusión sobre qué viene primero: ¿si son la democracia y el desarrollo los que generan confianza cívica o viceversa? Y la respuesta no es fácil pues las relaciones son complejas y probablemente de doble vía. Pero la evidencia reciente muestra que si uno logra por un algún medio incrementar la confianza cívica, este incremento tiene impactos positivos en el desarrollo y en la institucionalidad democrática. Así lo mostró recientemente un estudio econométrico de los profesores franceses Yann Algan y Pierre Cahuc.
En Colombia la confianza cívica es muy baja, lo cual no debería extrañarnos pues los colombianos invocamos frecuentemente nuestros mandamientos 11 y 12. Y lo hacemos incluso con cierto orgullo pues creemos que ese espíritu nos hace un pueblo astuto. Pero en realidad estos mandamientos denotan una nación que tal vez esté compuesta de individuos astutos, pero que colectivamente es bastante sonsa, pues esa precaria confianza cívica dificulta la acción colectiva y obstaculiza el desarrollo y la consolidación de la democracia. Todo esto lo explica bellamente el colega Mauricio García en un profundo libro (“El orden de la libertad”), que publicará el mes entrante y que muestra, entre otras cosas, la importancia de fortalecer la confianza cívica en Colombia si queremos superar nuestras debilidades democráticas y consolidar la paz. Una tarea que no es fácil pero por lo pronto tal vez valga la pena abandonar nuestros mandamientos 11 y 12.