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Más político

Yo, francamente, quisiera que a Petro le fuera mejor en Palacio, con sus reformas, para que no tuviera que salir tanto a la Plaza de Bolívar. | Mauricio Dueñas, EFE

Parte de las dificultades que enfrenta el actual Gobierno vienen de que al presidente le gusta ser más político que gobernante.

Parte de las dificultades que enfrenta el actual Gobierno vienen de que al presidente le gusta ser más político que gobernante.

Gobernar significa escoger, optar por un camino. Al empezar su mandato, en agosto del año pasado, el presidente Petro hizo la lista de las reformas que quería que el Congreso le aprobara. Había que empezar, dijo, con una tributaria para luego encarar, en el orden siguiente, los problemas de la salud, la paz, la tierra, las pensiones y la educación.

La decisión de escoger la salud primero sigue siendo para mí un enigma. No soy experto en el tejemaneje de la política ni conozco bien lo que ocurre al interior del Gobierno, menos aún intuyo lo que pasa por la mente recóndita del presidente, pero desde el humilde refugio de mi biblioteca pienso que Gustavo Petro debió haber empezado por la educación, no por la salud.

Nadie duda de que el sistema de salud en Colombia tiene deficiencias. Pero ellas no son de tal magnitud como para pensar que el sistema actual es un desastre y debe ser reemplazado por otro. La imagen que dan los rankings internacionales que miden la situación de la salud en Colombia es positiva, no es ideal, pero es buena. Siendo así, era de esperarse que la propuesta del presidente de cambiar el sistema actual, público-privado, por uno público, con todas las dificultades y los temores (el recuerdo del Seguro Social) que ello implica, causara un tremendo debate, como de hecho lo causó. Esta semana se publicó una carta dirigida al presidente en la que más de 100 líderes políticos y académicos sostienen, con buenas razones, que la reforma no solo no mejora el sistema sino que destruye buena parte de lo que funciona bien.

Las otras reformas que están en camino también tienen dificultades: la paz total es un enredo monumental, entre otras cosas porque no obedece a una política bien diseñada, y la reforma pensional es importante pero no resuelve la situación de la mayoría de la gente que está en el sector informal.

La educación, en cambio, es un tema más pacífico y suscita mayor consenso entre el grueso de la población. Y las fallas del sistema son más protuberantes: en Colombia existe un apartheid educativo que segrega a los estudiantes que vienen de familias pobres y les ofrece una educación mediocre o mala, mientras que los hijos de familias ricas se las arreglan para tener una educación de buena calidad. Si en lugar de casar una pelea con las EPS el Gobierno hubiese canalizado todo el capital político de sus primeros meses, que era grande, en reformas destinadas a ampliar la cobertura educativa y a mejorar la calidad del servicio, probablemente habría sacado adelante esas reformas y con ellas habría consolidado sus mayorías en el Congreso.

Pero las malas decisiones no explican todo lo que está pasando en la coyuntura actual. Así como el verbo del gobernante es decidir, el del político es movilizar. Parte de las dificultades que enfrenta el actual Gobierno vienen de que al presidente le gusta más lo segundo que lo primero. Eso vimos esta semana, que empezó con un escándalo terrible y terminó con marchas y discursos. En la Casa de Nariño Petro parece agobiado por los asuntos de la administración pública y por los escándalos, que no le faltan. Pero sale a la plaza pública y, con su lenguaje ampuloso, enardece a las masas que lo siguen. Mientras más reveses tiene como gobernante, más quiere salir a la plaza para ser el hechicero de las emociones de sus seguidores. A mayor parálisis administrativa, mayor hipérbole del lenguaje. Yo, francamente, quisiera que a Petro le fuera mejor en Palacio, con sus reformas, para que no tuviera que salir tanto a la Plaza de Bolívar.


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