Mentalidad y progreso
Dejusticia Mayo 9, 2020
Vivimos un momento extraordinario en el que los científicos y los sabios tienen más protagonismo que los políticos. | Freepik
Veamos el lado positivo de todo esto. Es una buena señal que la mayoría de la gente (incluidos líderes sociales y políticos) adopte hoy una mentalidad abierta frente a los avances del conocimiento. Vivimos un momento extraordinario en el que los científicos y los sabios tienen más protagonismo que los políticos.
Veamos el lado positivo de todo esto. Es una buena señal que la mayoría de la gente (incluidos líderes sociales y políticos) adopte hoy una mentalidad abierta frente a los avances del conocimiento. Vivimos un momento extraordinario en el que los científicos y los sabios tienen más protagonismo que los políticos.
En un libro escrito en 1985 Lawrence Harrison dice que “el subdesarrollo es un estado de la mente”. Por eso, explica, el progreso ha sido tan esquivo en un país como Haití, donde la religión vudú supone que el destino está regido por múltiples deidades, sin que nada se pueda hacer al respecto. En Inglaterra, en cambio, el calvinismo inculcó la idea de que la riqueza es un signo de salvación, lo cual fomentó la mentalidad industriosa. Quizás el problema del desarrollo sea más complejo de lo que sugiere Harrison, pero hay algo de verdad en lo que dice: la manera como vemos la realidad incide en nuestra capacidad para lidiar con sus problemas.
Me acordé de esto viendo las actitudes que se adoptan frente a la pandemia. Mientras la mayoría de la gente se pone en las manos de los epidemiólogos, otros siguen sus intuiciones y desestiman sus recomendaciones. La primera de estas actitudes, la científica, se ha ido imponiendo sobre la segunda; pero al principio de la pandemia, cuando las cosas no eran tan claras como hoy (que todavía no son del todo claras), los negadores de la ciencia eran muchos y muy visibles, y todos tenían la misma consigna dogmática: adaptar la realidad a lo que creen (el dogma), en lugar de adaptar lo que creen a los datos que vienen de la realidad.
Representantes de esta segunda mentalidad se encuentran con facilidad en los dos extremos del espectro político. Hace un par de meses, cuando ya se tenía información clara sobre el coronavirus, se hizo famoso un libro titulado La sopa de Wuhan, en el que escriben algunas celebridades de la izquierda radical, entre ellos Giorgio Agamben, Slavoj Zizek y Judith Butler, más preocupados por responsabilizar al neoliberalismo de la pandemia, o por ver en ella la posible muerte del capitalismo, que por entender lo que realmente está pasando. Por el lado de la extrema derecha las afirmaciones son menos sofisticadas pero igual de delirantes, como puede verse en las múltiples declaraciones de los presidentes Bolsonaro y Trump, para quienes el coronavirus era una simple gripa, o en las de algunos pastores religiosos y esotéricos que creen que todo esto es obra de dioses y energías ocultas. La relativa incapacidad que hoy vemos en los Estados Unidos y en Brasil para lidiar con esta pandemia es, parafraseando a Harrison, el resultado de un subdesarrollo mental.
Pero veamos el lado positivo de todo esto. Es una buena señal que la mayoría de la gente (incluidos líderes sociales y políticos) adopte hoy una mentalidad abierta frente a los avances del conocimiento. Vivimos un momento extraordinario en el que los científicos y los sabios tienen más protagonismo que los políticos. En la historia reciente no habíamos visto circular tanta información culta, tanta propuesta económica innovadora, tanto sabio hablando sobre el mundo de la pospandemia, tanto análisis versado sobre posibles escenarios futuros. Tal vez estábamos demasiado acostumbrados a consumir opiniones, puntos de vista, admoniciones morales. Nunca antes, en esta historia reciente, las ciencias naturales y las humanidades estuvieron tan sintonizadas en un objetivo común: el esclarecimiento de la realidad. Es como una pequeña nueva Ilustración, tal vez de emergencia y pasajera, pero en todo caso ávida de conocimiento, como a mediados del siglo XVIII.
Si uno de los resultados de esta pandemia es darle mayor importancia al conocimiento, habremos sacado algo bueno de todo esto: un estado mental favorable al progreso.