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Miguel Reznicek, Unsplash | Miguel Reznicek

Ante los innumerables retos que implica la migración venezolana, no necesitamos improvisar. Necesitamos aprender de los países que ya las han afrontado.

Ante los innumerables retos que implica la migración venezolana, no necesitamos improvisar. Necesitamos aprender de los países que ya las han afrontado.

El Líbano es un país de contrastes. En sus calles se observan mujeres con hiyab caminando junto a mujeres en mini falda. También hay edificios con balas frente a edificios recién inaugurados y se pueden ver carros oxidados al lado de un Mercedes mientras cambia el semáforo.

Desde hace décadas el Líbano ha sido receptor de personas de otros países. A él han llegado migrantes económicos de lugares como Filipinas y Etiopia, además de haber recibido tres oleadas de refugiados: de palestinos en 1948, de iraquíes en 2003 y de sirios en la actualidad. Con 70 años de experiencia en afrontar los retos de la migración y siendo el país con más refugiados per cápita en el mundo, es un lugar del que vale la pena aprender.

Lamentablemente, este país es un ejemplo de malas prácticas. Digo lamentable no porque su experiencia sea inútil, sino porque las políticas por las que ha optado han sido erróneas y han afectado a las personas que han llegado al país en busca de mejores oportunidades económicas o de refugio. Es triste además ver cómo lleva años lidiando con estas temáticas sin haber mejorado las políticas.

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Beirut, Líbano. Foto por Valentina Rozo.

Parece increíble, pero los discursos de miedo son idénticos en el Líbano y en los países latinoamericanos que se enfrentan hoy a la masiva migración venezolana. Me pregunto si hay una receta para crearlos. No lo sé, pero estoy segura de que debería haber una para combatirlos. Aunque el discurso utiliza los temas de trabajo, salud, educación y seguridad, no los abordaré todos. Me enfocaré en el trabajo, porque si las políticas laborales quedan mal diseñadas, es el inicio de una trampa de pobreza: un hogar sin trabajo aumenta las probabilidad de que los niños no estudien, limita el acceso a una alimentación balanceada y puede afectar el crecimiento de los pequeños junto con su desempeño escolar. ¿Cómo evitar que los migrantes “se roben” los trabajos de los locales?  De dos maneras muy sencillas y contrarias a las políticas libanesas: no explotando y no excluyendo.

Primero: no promoviendo la explotación. El Gobierno libanés optó por un sistema de patrocinio (sponsorship en ingles, kafala en árabe) en el que el estatus legal de un migrante depende de un patrocinador (kafael) durante toda su estadía.

Imagínese que usted es un migrante que lo todo atrás: su casa, sus vecinos, sus amigos y tal vez su familia. Llega a un nuevo país sin dinero y sin los documentos necesarios para tramitar una visa, pero lo hace porque necesita dinero para vivir. La única manera legal de quedarse sin miedo de que lo expulsen es encontrando un patrocinador. Hasta ahí, pareciera que vamos bien.

Entonces, usted trabaja para él. La idea detrás de esto es que el gobierno se desentiende de usted, pues el patrocinador “asume” las responsabilidades legales y económicas. Él debería mantener al día los permisos de empleo y residencia, proveer seguridad y reportar a las autoridades si usted se escapa. Además, él se encarga de pagarle el tiquete de regreso a su país. Esto es un gana-gana para el gobierno: está permitiendo la entrada de migrantes que tienen un trabajo, que no generarán desempleo y que no serán un costo para la sociedad. ¿Fácil, no?

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Refugiados de Siria son muy vulnerables a ser exploitado por su labor en los paises a donde llegan. Las políticas de Líbano han intensificado este riesgo. Fuente: Trafficking in Persons Office, Flickr (CC BY 2.0)

Ahora, esto también es un gana-gana para el patrocinador. Él se gana, básicamente, a un esclavo. El patrocinador tiene todo el poder del mundo sobre usted y la capacidad de generar miedo: “si no hace lo que yo quiero, se va del país”. Así de fácil. Muchas veces, los patrocinadores encierran a los empleados en las casas y les quitan sus documentos de identidad. Como si fuera poco, los empleados no pueden terminar el contrato sin el consentimiento formal de sus empleadores. Usted no puede simplemente renunciar. En caso de que el empleado fuera muy valiente y se atreviera a irse, es difícil que denuncie. Hay muchas barreras: falta de asesoría jurídica, miedo de ser deportados y restricciones de visas que impiden que se queden durante lo que demora el caso.

Segundo: no promoviendo la exclusión. El Gobierno libanés permite que los refugiados sirios trabajen en solo 3 sectores. Si usted es sirio solo puede trabajar en agricultura, construcción y medio ambiente. “Medio ambiente” puede sonar confuso, pero es un eufemismo para decir “basuras”. “Medio ambiente” significa que usted puede escoger entre trabajar en agricultura, construcción o ser recolector de basura. Esto es así, porque de esta manera el Gobierno “asegura” que los refugiados sirios no le quiten los trabajos a los locales, sino que se dediquen a tareas que ningún libanés quiere hacer.

Esta política es discriminatoria y no promueve la movilidad social. El hecho de que se limiten las opciones de trabajo a solo tres sectores de trabajo poco cualificado, no hace que los refugiados sirios dejen de trabajar en otros sectores, sino que lo hagan por fuera de la ley. Esto pone a competir a los refugiados con los locales más pobres, haciendo que haya una guerra de precios y disminuyendo los salarios por debajo del mínimo. Por ejemplo, los salarios diarios han caído en un 60%.  Además, genera tensión entre las comunidades locales y los sirios. De hecho, algunos municipios han optado por prohibir que los sirios trabajen.

 

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La necesidad impulsa a muchos sirios buscar trabajo en otros paises. En vez de proteger poblaciones locales, políticos laborales restrictivos resultan en guerras de precios y la disminuación de salarios. Fuente: EU Civil Protection and Humanitarian Aid Operations, Flickr (CC BY-NC-ND 2.0)

Quienes se benefician, en cambio, son los más ricos. La competencia por los recursos y la disminución de los salarios hacen que sean los empleadores quienes encuentran un beneficio económico.  “Los terratenientes, dueños de empresas y otros miembros de la clase media-alta libanesa se están beneficiando de la crisis de refugiados, mientras que los hogares más pobres y vulnerables y sus niños son los más amenazados”.* Así lo resume la Organización Internacional del Trabajo.

Estas son solo dos de las muchas lecciones que tiene para dar el Líbano. Las políticas públicas laborales son fundamentales por las afectaciones que tienen en los hogares, por lo que los gobiernos no pueden huir de sus responsabilidades y entregárselas a los ciudadanos. No se puede, de ninguna manera, entregar un poder infinitamente mayor a los empleadores con el riesgo de desencadenar en explotación. Aunque en el caso del Líbano la limitación de sectores aplica solo para refugiados sirios, la lección es trasladable a cualquier migrante: para garantizar que quienes llegan al país tengan una fuente de ingresos es fundamental que cuenten con las condiciones para competir bajo las mismas reglas que las personas locales. Las limitaciones no hacen que las personas dejen de buscar recursos, lo que genera es una guerra perversa de precios que afecta tanto a los migrantes o refugiados como a los locales.

“Hay alguien tan inteligente que aprende de la experiencia de los demás”. Eso decía Voltaire. Ante los innumerables retos que implica la migración venezolana, no necesitamos improvisar. Necesitamos aprender de los países que ya las han afrontado, tomar lo bueno y no repetir lo malo.

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