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No hay actividad más peligrosa en Medellín que ser peatón o motociclista, y eso obedece a desorden en las vías, falta de inversión en transporte masivo, falta de controles e incumplimiento de reglas.

No hay actividad más peligrosa en Medellín que ser peatón o motociclista, y eso obedece a desorden en las vías, falta de inversión en transporte masivo, falta de controles e incumplimiento de reglas.

Esta semana estuve en varios eventos organizados por la Universidad EAFIT y la Alcaldía de Medellín, hablando sobre movilidad y accidentes de tránsito. Yo no soy un experto en estos temas, pero desde hace algún tiempo estoy leyendo, oyendo a los que saben y descubriendo cosas. Pues bien, a medida que avanzo en mi aprendizaje me convenzo de que estamos ante una tragedia invisible y difícil de resolver, y ello justamente por lo invisible que es. La gente se accidenta y muere en hechos aislados, pero todos, o casi todos esos eventos trágicos, obedecen a causas comunes: desorden en las vías, falta de inversión en transporte masivo, falta de controles e incumplimiento de reglas.

En Medellín murieron 2.983 personas en accidentes de tránsito entre 2007 y 2016. Un promedio de 300 personas cada año. El 95 % de esos muertos eran personas vulnerables en las vías: peatones (50 %), motociclistas o pasajeros de motos (40 %) y ciclistas (5 %). Solo el 3 % eran conductores de automóviles.

Esto me lleva a pensar que no hay actividad más peligrosa en Medellín (en las otras ciudades es igual o peor) que ser peatón o motociclista, sin olvidar que ambas cosas están vinculadas: muchos peatones mueren atropellados por motos. Según mis cálculos, los peatones y los motociclistas cotidianos tienen una probabilidad de entre 1,3 % y 1,5 % de morir en la vía en el lapso de 20 años y la posibilidad de tener un accidente grave es cercana al 25 %. Pero si el peatón es viejo, esa probabilidad debe ser el doble o más. Ser peatón o motociclista es más peligroso que todo; que ser bombero, malabarista, tragafuegos, guardaespaldas, parapentista o domador de leones. Pero como la sociedad no es un circo, ni una aventura (eso creemos), los riesgos que corren los peatones y los motociclistas son propios de una barbaridad. Si a una persona le da por jugar a la ruleta rusa y termina pegándose un tiro en la sien, la responsabilidad del hecho recae solo en ella. Pero los peatones y los motociclistas no quieren jugar con la muerte, aunque de hecho lo hagan. Todos quieren llegar vivos a sus casas. Por eso, cuando mueren, una parte de la responsabilidad recae en los gobernantes que no hicieron nada, o casi nada, para tener vías seguras.

El problema es que semejante responsabilidad no solo es de los gobernantes actuales de Medellín, sino de todos los que han regido el destino de la ciudad en los últimos 30 o 40 años. El aumento indiscriminado de las motos tiene muchas causas, pero quizás la más importante es la falta de un transporte público eficiente. Medellín tiene el mejor servicio público de transporte del país. Así y todo, es muy deficiente. El metro de Medellín (el único del país) fue inaugurado en 1995 y solo tiene dos líneas. Los alcaldes se contentaron con eso, como si un sistema de metro se terminara, así como se termina un edificio o una represa. Si Medellín tuviese hoy cuatro o cinco líneas adicionales del metro, no solo habría menos motos y menos accidentes, sino menos contaminación, para no hablar de más sentido de pertenencia y más cultura ciudadana. ¿Cómo explicar que se haya hecho tan poco? Tal vez la respuesta está en lo que mencioné al inicio: como los peatones y los motociclistas muertos de cada día son casi invisibles para la opinión pública, ese asunto carece de relevancia electoral, que es lo único que los gobernantes suelen ver.

Adenda: la izquierda radical nunca sostiene que hay que enfrentar a los tiranos de derecha con el diálogo; solo con la protesta. Si quiere ser consecuente, debería hacer lo mismo con el Gobierno de Venezuela.

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