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Con la prohibición del “fracking” en el estado de Nueva York, decretada hace un par de días, quedan claras tres cosas para el debate en Colombia y otros países.

Con la prohibición del “fracking” en el estado de Nueva York, decretada hace un par de días, quedan claras tres cosas para el debate en Colombia y otros países.

La primera es que la preocupación por el tema no es un asunto de activistas desinformados, como lo han sugerido algunos funcionarios y críticos del ambientalismo. Nueva York (NY), hay que recordarlo, es el tercer estado más poblado y uno de los más pudientes, educados e influyentes de Estados Unidos. Y está ubicado sobre la formación Marcellus, el mayor depósito de gas extraíble por “fracking” en ese país. De modo que los neoyorquinos saben lo que hacen y lo que está en juego con esta decisión. Por eso la cuestión estuvo en el centro del debate político durante varios años y concluyó sólo después de un estudio sistemático de los posibles riesgos del “fracking”.

Lo cual nos lleva a la segunda lección que deja lo de NY: los potenciales riesgos para la salud, el agua y el ambiente son tan considerables, y la información sobre ellos tan incierta, que es preferible prohibir el “fracking”, como lo hizo el gobernador Cuomo. O al menos decretar una moratoria hasta que se muestre con razonable certeza que los riesgos son controlables, como lo hemos pedido en Colombia desde Dejusticia, el Foro Nacional Ambiental y WWF.

Eso es justamente lo que no está demostrado, ni en NY, donde existen investigaciones locales rigurosas e instituciones robustas, ni mucho menos en Colombia, donde no las hay. En el lenguaje lacónico de los científicos, el informe del Departamento de Salud de NY concluye que “los estudios suscitan dudas profundas sobre si los riesgos…son suficientemente comprendidos como para ser manejados”. El secretario de salud del estado, Howard Zucker, fue más directo: “¿estaría yo dispuesto a vivir en una comunidad donde se practique intensivamente el ‘fracking’: basado en los hechos que ahora conozco, mi respuesta es no.”

A la misma conclusión habían llegado los habitantes de 180 municipios de NY, que consiguieron que las autoridades locales prohibieran o suspendieran el “fracking”. Esa es la tercera lección: contra lo que afirman algunos críticos, la defensa del ambiente suele ser democrática y participativa. En países cada vez más apáticos ante la democracia electoral, las causas ambientales despiertan el interés de los ciudadanos, que se involucran directamente y votan contra los impactos sobre la salud y el ambiente de proyectos que los afectan. Así lo muestran las consultas populares por el agua y la agricultura en lugares como Piedras (Tolima) y Tauramena (Casanare), o las que se organizan contra el “fracking”.

A diferencia de NY, acá el gobierno y la Procuraduría se empecinan en oponerse a las consultas populares y en desobedecer los fallos de la Corte Constitucional y el Consejo de Estado que las protegen, como lo he escrito en otras columnas. De ahí que no sólo el “fracking”, sino las decisiones democráticas sobre el medio ambiente en general, volverán a ser noticia en 2015.

Consulte la publicación original, aquí.

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