Pax Americana y paz colombiana
César Rodríguez Garavito Junio 22, 2018
Ha sido una difícil semana para el futuro de los derechos humanos |
Quiero pensar que Duque cumplirá su palabra de no hacer trizas el Acuerdo de Paz, y que su círculo más internacionalista y centrista terminará imponiéndose en asuntos como los derechos humanos. Como la presión no vendrá de Washington, tendrá que venir de esos sectores y, sobre todo, de la propia ciudadanía.
Quiero pensar que Duque cumplirá su palabra de no hacer trizas el Acuerdo de Paz, y que su círculo más internacionalista y centrista terminará imponiéndose en asuntos como los derechos humanos. Como la presión no vendrá de Washington, tendrá que venir de esos sectores y, sobre todo, de la propia ciudadanía.
Vivimos “la gran aceleración”, como han llamado algunos historiadores a nuestra época. Cambios que tardaban siglos, como la duplicación de la población mundial o del nivel de calentamiento planetario, ahora toman pocas décadas. El orden liberal global, construido durante 70 años, tambalea bajo la presión de los gobiernos y movimientos populistas en EE. UU. y Europa. Las elecciones reproducen la polarización de las sociedades nacionales, con resultados aún inciertos.
La incertidumbre crece porque estas y otras transformaciones profundas —tecnológicas, económicas, culturales— están sucediendo al mismo tiempo. Y el miedo, esa reacción humana ante la incerteza, nos lleva a buscar refugio en tribus ideológicas cada vez más distantes y estridentes, trenzadas en un constante linchamiento virtual que hace aún más vertiginosa y volátil la política.
La última semana es una muestra de la gran aceleración. En cuestión de días, quedó debilitada no solo la paz colombiana, sino también la Pax Americana, el orden mundial del multilateralismo y los derechos humanos que Trump está desmantelando al retirar a EE. UU. del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, emprender una guerra comercial e intentar partir a Europa para darles alas a los nacionalismos populistas.
Comparto la incertidumbre y la preocupación resultantes. Pero creo que ahora, aún más que en tiempos normales, es indispensable ir por partes y recuperar la capacidad de análisis, distinguiendo escenarios posibles y variables relevantes en medio del enredo y la crispación imperantes.
Un paso en esa dirección es analizar las conexiones entre el futuro de la paz colombiana (y el país en general) bajo Duque y el futuro de la Pax Americana bajo Trump. Aunque Duque probablemente cumplirá con unos inamovibles fijados por el mismo Uribe, creo que, en varios temas, aspectos importantes de sus políticas dependerán de otros dos factores. De un lado, del balance de fuerzas interno del nuevo gobierno, especialmente entre la centro-derecha del mismo Duque, las facciones extremas del uribismo y los grupos cristianos que lo acompañaron. De otro lado, de las señales internacionales que el gobierno reciba y decida seguir, especialmente las de EE. UU.
Una cosa sería el escenario del gobierno Duque con un Obama en la Casa Blanca, y otra será con quien la ocupa. El mensaje de Trump de esta semana —que está dispuesto a patear el tablero global de los derechos humanos para blindar a EE. UU. y a sus aliados, comenzando por Israel— fortalece a los sectores extremos dentro del uribismo, que aspiran al mismo tratamiento de aliado para el nuevo gobierno y prefieren la confrontación y el unilateralismo en asuntos como Venezuela. Una alineación similar de extremos aquí y allá podría marcar la política de drogas, como se advierte en el interés de Duque en reanudar las fumigaciones.
Quiero pensar que Duque cumplirá su palabra de no hacer trizas el Acuerdo de Paz, y que su círculo más internacionalista y centrista terminará imponiéndose en asuntos como los derechos humanos. Como la presión no vendrá de Washington, tendrá que venir de esos sectores y, sobre todo, de la propia ciudadanía.