¿Paz imperfecta o guerra perpetua?
Rodrigo Uprimny Yepes mayo 25, 2014
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Estas elecciones presidenciales dejaron de ser aburridas y se tornaron decisivas. Y el proceso de paz es uno de sus temas más cruciales y divisivos, pues no sólo su suerte afecta profundamente nuestro futuro como nación sino que los candidatos tienen posturas opuestas frente a él.
Estas elecciones presidenciales dejaron de ser aburridas y se tornaron decisivas. Y el proceso de paz es uno de sus temas más cruciales y divisivos, pues no sólo su suerte afecta profundamente nuestro futuro como nación sino que los candidatos tienen posturas opuestas frente a él.
Zuluaga y Ramírez, aunque dicen no oponerse a una paz negociada, en realidad exigen un simple sometimiento de la guerrilla, que no ocurrirá. Si son electos, la ruptura sería inevitable. En cambio López, Santos y Peñalosa, con matices, apoyan el esfuerzo por lograr una paz negociada.
Estas elecciones definirán entonces si el proceso de paz continúa o no. Una pregunta decisiva para todo votante es, entonces, si vale o no la pena perseverar en ese esfuerzo.
Mi respuesta es afirmativa pues hoy tenemos una verdadera oportunidad de alcanzar, en un plazo razonable, una paz digna y justa con las guerrillas, mientras que su derrota militar, en caso de que fuera posible, tendría unos costos humanos enormes.
Es un logro inmenso que tengamos ya acuerdos muy razonables en tres temas de la agenda (desarrollo rural, participación política y drogas ilícitas), que han sido factores cruciales en el origen y dinámica de la guerra y sobre los cuales fue imposible avanzar significativamente en el pasado. Hoy la voluntad de la guerrilla por alcanzar la paz parece entonces genuina. Un acuerdo de paz está en el horizonte.
En cambio, todos los estudios serios de evolución de nuestro conflicto armado muestran que desde 2008 la política de seguridad democrática se había estancado; las guerrillas, que habían sido debilitadas en años precedentes, retornaron a una estrategia más clásica de guerra de guerrillas y volvieron a mostrar un creciente dinamismo militar. En esas condiciones, una eventual victoria militar del Estado sería muy difícil, larga y extremadamente dolorosa.
La ruptura del proceso de paz no llevaría entonces a una rápida e indolora victoria militar del Estado, como quieren hacérnoslo creer algunos, sino a una guerra prolongada y cada vez más degradada. Y nuestra democracia seguiría siendo precaria, pues todos los estudios comparados muestran que es imposible consolidar una democracia profunda si persiste una confrontación armada.
El logro de una paz negociada con las guerrillas no es fácil, pues faltan temas muy difíciles, como lograr que el acuerdo sea respetuoso del dolor y los derechos de todas las víctimas. Es además previsible que el eventual acuerdo no sea totalmente satisfactorio para todos. Algunas de las reformas pactadas les parecerán menores a ciertos sectores políticos, mientras que otros las verían como excesivas.
Como toda paz pactada, la nuestra, si la logramos, será una paz difícil e imperfecta. Pero con todas sus dificultades y defectos, esa paz imperfecta me parece éticamente superior a la guerra perpetua a la que nos condenarían quienes rechazan el proceso de paz. Mi voto será entonces por alguno de los candidatos favorables al proceso de paz.