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Al parecer, la mesa de La Habana aceptó reunirse con representantes de los pueblos indígenas y de las comunidades negras en los próximos días, luego de reiteradas solicitudes de estos grupos.

Al parecer, la mesa de La Habana aceptó reunirse con representantes de los pueblos indígenas y de las comunidades negras en los próximos días, luego de reiteradas solicitudes de estos grupos.

Es una reunión que debió realizarse mucho antes, pero la noticia es importante y positiva pues las voces y preocupaciones de los grupos étnicos tienen que ser tomadas en cuenta en el acuerdo de paz y en su implementación.

Es cierto que en La Habana las partes excluyeron la posibilidad de negociar directamente sobre los derechos específicos de los grupos étnicos (como sus derechos al territorio o a la consulta previa). Y fue una decisión acertada pues no es justo que las Farc y el Gobierno decidan sobre los derechos de los indígenas o los afros. Pero de todos modos el proceso de paz y el acuerdo que se pacte debe tomar en cuenta las voces e intereses de estos pueblos, al menos por las siguientes tres razones.

Primero, porque la guerra ha afectado a estos grupos en forma específica y desproporcionada. Los indígenas y afros se encuentran sobrerrepresentados en la población víctima y muchos de sus líderes han sido asesinados. Estos grupos han sufrido hechos tan terribles como la masacre de Bojayá en 2002 o la matanza de los indígenas Awa en 2009. Es pues justo que en el proceso de paz sean escuchadas las voces de estos pueblos que tanto han sufrido por una guerra que ellos no iniciaron pero que han padecido.

Segundo, porque lo que se acuerde en La Habana probablemente tendrá un impacto significativo sobre los derechos de estos grupos. Basta pensar en el acuerdo sobre reforma rural integral, que prevé una nueva política de tierras y la creación de reservas campesinas, o el acuerdo de fin del conflicto, que deberá definir zonas de desmovilización de las Farc. Ambos acuerdos pueden tener un impacto negativo sobre los derechos de las comunidades negras y de los pueblos indígenas sobre sus territorios colectivos, por lo cual estos grupos étnicos tienen que ser escuchados en La Habana.

Tercero, porque una de las decisiones más importantes de la Constitución de 1991 fue reconocer que Colombia es un país multiétnico, que valora la diversidad étnica como fuente de riqueza cultural. Y por ello, incluso si los indígenas y afros no hubieran sido afectados por la guerra ni el acuerdo tuviera impacto sobre ellos, en todo caso sus voces tendrían que ser escuchadas en La Habana, pues si realmente queremos ser un país multiétnico tenemos que aprender a que las visiones de las minorías étnicas sean respetadas.

Por respeto a los derechos de estos pueblos, la mesa de La Habana debe escuchar con atención a los líderes de los indígenas y los afros. Pero además este diálogo, si es genuino, puede ayudar a que logremos una mejor paz. Estoy convencido de que las visiones y prácticas de convivencia de estos pueblos, si son tomadas en serio en La Habana, permitirían construir una visión de la paz mucho más rica, sólida e incluyente.

De interés: Paz

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