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El manejo de los datos no puede ser a cualquier precio y muchos de esos datos pueden afectar la privacidad de las personas.  

El manejo de los datos no puede ser a cualquier precio y muchos de esos datos pueden afectar la privacidad de las personas.  

Una misión del Banco Mundial estuvo por estos días haciendo investigación de campo en Colombia, para montar la estrategia de datos abiertos con el Ministerio de Tecnologías. Se trata de facilitar la reutilización de información a cargo del sector público. Loado sea el gobierno y el banco y todos los que estén dispuestos a volver más transparente y procesable la información pública del mundo entero. El problema no es el qué sino el cómo lo hacen. Dijeron en su presentación que hay que sacar a la luz los datos públicos y si con ello se causan daños, bueno, pues es mejor pedir perdón que pedir permiso.

Y digo esto porque me invitaron al taller en el que explicaron las grandes áreas de valor de los datos públicos abiertos con las que estoy totalmente de acuerdo. Habrá eficiencia administrativa que produce ahorro con nuevos servicios, colaboración mutua y articulación. Los datos públicos nos permitirán a los ciudadanos hacer mejores y más completas auditorías, pues sin duda la información divulgada es la materia prima de la transparencia. Y por último, hicieron énfasis en el valor que tienen los datos abiertos porque sirven para aplicaciones (Apps), innovación, investigación y mercados más eficientes que a su vez servirán para armar ciudades inteligentes y en general promover el internet de las cosas.

Todo lo anterior genera desarrollo, fortalece la democracia y nos da progreso. ¿Cuál es el “pero” entonces? Que el manejo de los datos no puede ser a cualquier precio, y que es muy importante que se tenga en cuenta, entre otras, que muchos de esos datos pueden afectar la privacidad de las personas, por lo que pedir perdón en lugar de permiso puede ser muy costoso y poco recomendable para la transparencia.

Dos ejemplos pueden ilustrar algunos de los peligros. La compañía de Nueva York NY City Taxi and Limousine Commission liberó sus bases de datos del 2013 y dejó públicas las carreras efectuadas por los taxis en ese periodo.  Al parecer, una persona cruzó la base de datos ya pública con otra información disponible en internet y pudo identificar datos que dejaron al descubierto vulnerabilidades de las personas.  Se pudo entonces definir qué casas quedaban sin su propietario y por cuánto tiempo, o qué personas eran clientes frecuentes de clubes sexuales, junto con otro tipo de comportamientos privados.

Otro ejemplo: Con datos de la red y la predictibilidad, podremos prevenir enfermedades y conocer comportamientos epidemiológicos de una manera más certera.  Pero también pueden aprovecharse los que viven del riesgo para no cubrirlo. Así, el día de mañana le podrán decir a usted que no lo pueden asegurar contra el cáncer porque al analizar los datos de personas con sus condiciones, se ha visto que se encuentra en las predicciones de los que van a padecer esa enfermad. ¿Justo?

Cuando advertimos estos riesgos, los que abogamos por una mayor protección a la privacidad no  pretendemos ser el palo en la rueda que bloquea el avance de las ciencias.  Todos queremos que sus beneficios sean aprovechables.  Pero no puede ser a cualquier precio.  Quienes promueven innovaciones y tecnología para la publicidad de los datos deben también considerar, incluir y aprender a mitigar los riesgos para evitar que se causen. Para ello existen fórmulas, tales como la privacidad diferencial y la privacidad por diseño.  En la primera,  los sistemas de datos en red son publicados con una distorsión para impedir que se determine quién es la persona a quién se refiere el dato y en la segunda, el aseguramiento de la privacidad debe convertirse en el modo de operación por defecto. Ambas son opciones que hay que explorar con especialistas.

De nada nos sirve que nos pidan perdón si las consecuencias son graves y ya se han cristalizado.  Más vale entonces que el Banco Mundial siga lo dicho recientemente por el Superintendente que se encarga de la protección de datos personales cuando en otro evento explicaba a 300 empresarios cómo cumplir en esta materia: “Es mejor pedir permiso para nunca tener que pedir perdón”.

 

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