Petro y el orden internacional
Mauricio García Villegas septiembre 25, 2023
"Si lo que Petro, AMLO y Lula quieren es reconocimiento personal, es mejor ser un gran líder mundial que un gran líder mundial de izquierda". | EFE
Si Petro, AMLO y Lula quieren denunciar a las grandes potencias, deberían liberarse de su mirada ideológica, incluso de sus odios políticos (justificados o no), y optar por una perspectiva pragmática, fundada en la defensa de un orden jurídico internacional justo».
Si Petro, AMLO y Lula quieren denunciar a las grandes potencias, deberían liberarse de su mirada ideológica, incluso de sus odios políticos (justificados o no), y optar por una perspectiva pragmática, fundada en la defensa de un orden jurídico internacional justo».
En su paso por Naciones Unidas, el presidente Petro insistió en no tomar partido en la guerra en Ucrania. Sin embargo, a renglón seguido, comparó ese conflicto con la invasión de Israel a Palestina sugiriendo que se trata de casos similares que merecen la misma condena. Ambas afirmaciones son, claro, incompatibles: si se trata de dos casos iguales, ambos deben ser denunciados, no solo el segundo. Pero la coherencia en este tema no es el fuerte de Petro, ni tampoco el de sus colegas latinoamericanos de izquierda, como AMLO en México y Lula en Brasil. ¿Qué dirían, me pregunto, si Estados Unidos invadiera el territorio mexicano? Su condena sería rotunda, por supuesto.
Si estos mandatarios quieren denunciar a las grandes potencias, deberían liberarse de su mirada ideológica, incluso de sus odios políticos (justificados o no), y optar por una perspectiva pragmática, fundada en la defensa de un orden jurídico internacional justo. Sus intervenciones serían más creíbles y eficaces, puesto que la gran causa del desorden que vive el mundo actual se origina en el deterioro del derecho internacional y de sus instituciones.
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La Organización de las Naciones Unidas (ONU), por ejemplo, es una institución creada en 1945 con el fin de “mantener la paz y seguridad internacionales, fomentar relaciones de amistad entre las naciones…”, pero en las últimas décadas se ha convertido en un foro de discursos tan grandilocuentes como inocuos. La periodista Christiane Amanpour le preguntó esta semana a António Guterres, el secretario general de la ONU, qué tanto poder tenían él y la institución a su cargo, a lo cual respondió que ninguno, que solo contaban con su voz para decir algunas cosas y para convocar a líderes mundiales que quieran hablar; no más. El verdadero poder, dijo, está en los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Rusia, Francia, Estados Unidos y Reino Unido) que tienen derecho al veto. Nunca antes, afirmó Guterres, ni siquiera durante la “Guerra Fría”, hubo tanta división entre esas potencias mundiales. No solo están divididas, agrego yo, sino que únicamente obedecen a su propio interés y no se someten a ninguna regla internacional, con lo cual ponen en peligro al mundo entero.
El mundo está regido por un sistema normativo inherentemente injusto, protegido por las grandes potencias, del cual derivan su comportamiento abusivo, incluso imperial. En lugar de tomar partido por una de esas potencias, la izquierda latinoamericana debería oponerse a todo tipo de atropello, invocando el respeto del derecho internacional o, mejor aún, proponiendo una reforma a ese sistema jurídico que elimine el derecho al veto o por lo menos lo limite, excluyendo los casos de genocidio, invasiones o violaciones masivas a los derechos humanos. La lucha por un orden internacional más justo es una bandera más importante y más digna que la lucha ideológica a favor de una u otra potencia. Además, si lo que Petro, AMLO y Lula quieren es reconocimiento personal, es mejor ser un gran líder mundial que un gran líder mundial de izquierda.
De otra parte, las propuestas del presidente Petro sobre drogas, deuda climática, reforma del Fondo Monetario Internacional, etc., tendrían más sentido si denunciara las injusticias actuales no en función del color ideológico de las fuerzas que están en juego, sino de un orden internacional más democrático y más efectivo. La denuncia de Petro contra Israel, por ejemplo, ganaría en coherencia e impacto si también denunciara a Rusia por invadir a Ucrania.