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Coincido con la advertencia de Francisco Gutiérrez sobre la desmedida confianza de los partidarios del SÍ en el plebiscito por la paz.

Coincido con la advertencia de Francisco Gutiérrez sobre la desmedida confianza de los partidarios del SÍ en el plebiscito por la paz.

Contra la evidencia de algunas encuestas, parecen —parecemos— estar haciendo cuentas alegres con la decisión más importante para el futuro del país.

Veo dos orígenes del triunfalismo prematuro. Uno es la fe inconfesable de muchos en que Santos y los partidos de la coalición de gobierno tienen el asunto bajo control: que saben cómo ganarle a la otra facción de la clase política tradicional, el uribismo, como lo han hecho en una elección tras otra en los últimos seis años. Pero los plebiscitos son cualitativamente distintos a las elecciones. Como concluyó Douglas Alexander —el político escocés que protagonizó dos plebiscitos, el de la independencia escocesa y el Brexit—, las opiniones son más volátiles en los plebiscitos y dependen mucho de cómo entiendan los votantes lo que está en juego en la pregunta. Incluso si la impopularidad de Santos no fuera un lastre para el SÍ, los partidos tradicionales que lo acompañan no podrían asegurar tantos votos en el plebiscito como en las elecciones, porque sus estrategias tienen menos influencia sobre las mudables percepciones de la paz que tiene buena parte de los colombianos.

Otro motivo de confianza excesiva en sectores del SÍ son los beneficios tangibles que traería el acuerdo, desde el más evidente de todos (el fin de la guerra con las Farc y la caída permanente de la violencia), hasta un mayor crecimiento económico, unas mejores políticas agraria y de drogas, un sistema democrático más incluyente y mecanismos eficaces para saber la verdad del conflicto y reparar a las víctimas, entre otros.

El problema es que, por falta de pedagogía sobre acuerdos que son francamente complejos, los beneficios son evidentes solo para los partidarios del SÍ. Mientras que no respondamos abierta y claramente a la pregunta “¿Por qué SÍ?”, la respuesta que están oyendo los indecisos es “porque sí”.

Lo que hace falta son iniciativas de la sociedad civil por el SÍ, que sean claramente independientes de la campaña gubernamental y se diferencien de ésta en contenido y tono. En lugar de centrarse en responder al uribismo y explicar por qué NO al NO, las estrategias ciudadanas deben explicar por qué SÍ a los indecisos y los indiferentes. Y su emoción guía debería ser la esperanza, no el miedo, como escribí en este espacio a propósito de las moralejas del Brexit.

La otra lección que extrajo Alexander es que este tipo de estrategias ciudadanas son más eficaces en los plebiscitos que en las elecciones, porque la volatilidad y la incertidumbre de los primeros hace que los votantes sigan más las opiniones y la información que les llegan de personas y organizaciones en las que confían, antes que la que reciben de los medios o la propaganda oficial. A juzgar por lo que se ha visto en WhatsApp, Facebook y Twitter, los partidarios del NO tomaron la delantera en estas estrategias. Esa es la tarea, más realista y menos triunfalista, que tiene pendiente el SÍ.

De interés: Proceso de paz / Refrendación

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