Por un debate serio sobre el aborto
Mauricio García Villegas agosto 12, 2011
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Nicolás Uribe, columnista de este diario, hizo la semana pasada un llamado para que, en el debate sobre el aborto, nos limitemos a formular argumentos serios y expresados con altura.
Nicolás Uribe, columnista de este diario, hizo la semana pasada un llamado para que, en el debate sobre el aborto, nos limitemos a formular argumentos serios y expresados con altura.
Nicolás Uribe, columnista de este diario, hizo la semana pasada un llamado para que, en el debate sobre el aborto, nos limitemos a formular argumentos serios y expresados con altura.
Apoyo plenamente ese llamado. Lo que no creo es que Uribe haya dado un primer paso en ese sentido. Y no lo digo por encontrar en su columna afirmaciones irrespetuosas, sino por el uso amañado que allí hace del lenguaje científico. Eso es lo que me parece poco serio (peor que una mentira expresada de manera burda es una mentira igualmente burda pero expresada de manera seria; con la altura que da la ciencia).
Lo primero es un asunto terminológico. No es adecuado (ni serio) calificar a quienes abogan por la despenalización del aborto como pro-abortistas (su propósito no es promover que la gente aborte), sino como pro-libertad de elección (pro-choice, como se dice en los Estados Unidos).
Lo segundo es el tema de la ciencia. Según Uribe, “los proabortistas deberían reconocer que existe un nuevo ser humano desde el momento de la fertilización y que ello no es producto de la opinión, sino de la verdad científica”. Semejante afirmación hace imposible el diálogo porque es tanto como decir lo siguiente: para que tengamos un debate con altura, ustedes deben reconocer que son unos asesinos de niños; cuando lo hagan, conversamos. Así no se puede discutir. La ciencia no dice que el cigoto (óvulo fecundado) sea un ser humano. Lo único que dice es que el antes y después de la fecundación hacen parte de un continuum a través del cual la vida humana se desarrolla. Los católicos sacralizan ese instante, convencidos como están de que es allí cuando Dios le inculca un alma al cigoto. Pero no todos tenemos que creer en eso (ni moral ni constitucionalmente hablando) y es poco serio decir que quienes no comparten esa creencia no sólo le dan la espalda a la Iglesia, sino a la ciencia.
Un debate serio empieza por reconocer lo que la ciencia puede y lo que no puede decir. Los fundamentalistas religiosos y la extrema derecha (que suelen ser los mismos) hacen justo lo contrario: ponen a los científicos a demostrar cosas imposibles, como en el caso del cigoto-persona, o a dudar de cosas que están demostradas, como cuando dicen que la teoría de la evolución no tiene nada de científico.
Luego vienen los argumentos de política pública. Según Uribe, la legalización del aborto no sólo no acaba con la práctica clandestina (lo cual es cierto), sino que “el número de abortos clandestinos se mantiene estable”. Lo menos que uno puede pedir ante esta afirmación sorprendente (contra-intuitiva) es una prueba. Pero no la hay. De otra parte, Uribe afirma que el aborto legal es más peligroso que el parto; para ello cita el American Journal of Obstetrics and Gynecology. Uribe no precisa el artículo, pero parece referirse a uno publicado en 2004 (ver el blog: Altura, de Javier Moreno), en el cual se hace un seguimiento a 419 mujeres durante un año después de haber tenido un aborto o un parto. El problema es que Uribe omite el hecho de que del total de mujeres que abortaron y murieron, un porcentaje lo hizo por estar enferma al final del embarazo, lo cual distorsiona por completo el sentido del artículo. Una tesis contraria a la de Uribe, ésta si pertinente para el debate, se encuentra en el siguiente artículo de la OMS (http://apps.who.int/rhl/fertility/abortion/dgcom/es/index.html).
Para armar un debate serio yo diría entonces que nos pongamos de acuerdo en dos cosas: 1) en no justificar (o esconder) posiciones religiosas con falsas afirmaciones científicas y 2) en respaldar los argumentos de políticas públicas con datos. ¿Es mucho pedir? No lo creo.