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Francisco de Paula Gómez, presidente del gremio de farmacéuticas multinacionales (Afidro), reclama por los artículos publicados por El Espectador sobre las cuestionables prácticas de sus afiliados, que han contribuido a los precios desmedidos de los medicamentos en Colombia.

Francisco de Paula Gómez, presidente del gremio de farmacéuticas multinacionales (Afidro), reclama por los artículos publicados por El Espectador sobre las cuestionables prácticas de sus afiliados, que han contribuido a los precios desmedidos de los medicamentos en Colombia.

Como están en juego las finanzas del sistema de salud y mi columna pasada se encuentra entre los motivos de la queja de Afidro, acojo la oportuna propuesta del señor Gómez de promover un “adecuado entendimiento y examinar (y balancear) la información” sobre el tema, según lo pidió en su carta a este diario.

Como el entendimiento y la información deben fundarse en hechos y cifras, me permito plantear algunas preguntas a la industria sobre esas bases. La primera es elemental: ¿por qué farmacéuticas afiliadas a Afidro han vendido sus productos en Colombia a unos precios muy superiores a los que cobran en casi todo el mundo? Datos disponibles en la página web del Ministerio de Salud muestran que Colombia ocupaba el puesto 12 en la tabla global de países con medicamentos más caros, por encima de la mayoría de Europa y Latinoamérica.

Por ejemplo, Roche vendía un medicamento para el cáncer (rituximab) a un precio cinco veces mayor al del Reino Unido, según un estudio de Fedesarrollo de 2012. Más conocido es el caso de Kaletra, medicina esencial para el tratamiento del VIH, que Abbott vendía cinco veces más cara en Colombia que en países como Brasil o Perú. Incluso después de que ONG acudieron a los tribunales para pedir la regulación del precio y el Gobierno impuso un límite, la empresa continuó vendiéndola más del 50% por encima del tope. Aunque la Superintendencia de Industria y Comercio le impuso una multa de $3.080 millones el año pasado, Misión Salud estima que el sobreprecio para los colombianos fue de $200.000 millones.

Sólo después de que el Gobierno intervino en 2013 (contra las objeciones de la industria), los precios comenzaron a bajar. Pero continúan siendo excesivamente altos para los biotecnológicos, que el Ministerio de Salud está tratando de regular (de nuevo, contra las objeciones de Afidro). Confiemos en que el gremio no responda que los precios solo remuneran las inversiones en investigación, porque todo indica, más bien, que el precio es tan alto como el país acepte pagar.

Sostiene el presidente de Afidro que esta “no es una discusión de mercado como obstinadamente se quiere mostrar”, sino “una discusión sanitaria”, en cuanto la preocupación de la industria sería proteger la salud de los pacientes. Aunque se refiere al debate actual sobre los biotecnológicos, en realidad su objeción es la clásica del gremio contra los genéricos de todo tipo, como lo mostramos en un libro reciente*.

Formulo entonces mi segunda pregunta: si la gran industria farmacéutica promueve la información y la salud, ¿por qué guarda celosamente los datos clínicos sobre sus productos, aun cuando ello pone en peligro la vida de los pacientes? Para citar sólo el caso más reciente, hoy sabemos que Roche ocultó información vital de sus ensayos clínicos sobre el tamiflú, que mostraba que esta droga contra la gripa H1N1 no era tan efectiva como sostenía la empresa.

Hay otras preguntas, que quedan para otra ocasión: ¿cuál es la financiación que proveen los afiliados de Afidro a las asociaciones de médicos y pacientes que objetan la propuesta de regulación de los biotecnológicos? ¿Por qué Afidro ha sostenido, contra la evidencia disponible, que los sobreprecios se deben a los intermediarios y no a la industria?

Consulte la publicación original, aquí.

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