Presidente faccioso
Dejusticia julio 6, 2024
“La decisión de la Corte es gravísima, sobre todo ahora que Donald Trump es el candidato favorito para ganar”: Mauricio García Villegas | EFE
La Corte Suprema de los Estados Unidos tomó una decisión que destruye la esencia del legado de esos “padres fundadores”. Me refiero a la decisión sobre el apoyo prestado por Donald Trump a los manifestantes que se tomaron el Capitolio el 6 de enero de 2021 con el objetivo de sabotear el resultado adverso en las elecciones.
La Corte Suprema de los Estados Unidos tomó una decisión que destruye la esencia del legado de esos “padres fundadores”. Me refiero a la decisión sobre el apoyo prestado por Donald Trump a los manifestantes que se tomaron el Capitolio el 6 de enero de 2021 con el objetivo de sabotear el resultado adverso en las elecciones.
Escribo esto el 4 de julio, día de la independencia de los Estados Unidos. En esta fecha fundacional, como ocurre en muchos países, los ciudadanos y, sobre todo, los políticos se embelesan con su mito patrio; solo que aquí, en este país rico y poderoso, el ego patrio vive hipertrofiado todo el año. Hay mucho de desmesura en esta celebración, por supuesto, pero también hay mucho para celebrar. Lo que hicieron los llamados “padres fundadores”, entre ellos Thomas Jefferson, John Adams, Alexander Hamilton y James Madison, fue sin duda algo extraordinario: concibieron y diseñaron un sistema político dotado de algunas de las innovaciones más importantes de la democracia constitucional moderna, como el sistema de pesos y contrapesos, el federalismo, el presidencialismo y la idea (en germen) de una Corte suprema guardiana de la constitución. A ese sistema político se le conoce como “democracia madisoniana” y su mérito consiste en promover la voluntad popular sin caer en las garras del populismo.
El lunes pasado, la Corte Suprema de los Estados Unidos tomó una decisión que destruye la esencia del legado de esos “padres fundadores”. Me refiero a la decisión sobre el apoyo prestado por Donald Trump a los manifestantes que se tomaron el Capitolio el 6 de enero de 2021 con el objetivo de sabotear el resultado adverso en las elecciones. Al juzgar esos hechos, la Corte estima que el presidente goza de “plena inmunidad” por tratarse de un acto que hace parte del ejercicio de sus funciones. Esta decisión, opacada por los acontecimientos vertiginosos de la campaña presidencial, desconoce el principio básico de la Declaración de Independencia, y del constitucionalismo en general, según el cual ningún funcionario puede estar por encima de la ley. Repudiar este principio es tanto como volver al “antiguo régimen”, es decir, a la monarquía absolutista, en la que el rey tenía inmunidad para hacer lo que quisiera. La decisión va incluso más allá de la llamada “razón de Estado”, que justificaba al gobernante que desconociera el derecho y la moral cuando la defensa del interés general estaba en juego. Como lo sugiere la jueza Sonia Sotomayor en su voto disidente, el presidente podría mandar asesinar a un rival político, organizar un golpe militar para mantenerse en el poder o aceptar un soborno a cambio de un perdón. Ni siquiera tendría que demostrar que hace tales cosas en defensa del interés nacional; basta con que las haga en ejercicio de sus funciones.
Una de las preocupaciones de los padres fundadores, y en particular de James Madison, era la de cómo controlar las “facciones”, es decir, a los grupos de interés particular que quieren apoderarse de las instituciones para conseguir fines propios, no comunes. Por lo general, las facciones operan en el ámbito político y son inevitables. Lo que no imaginaba Madison, ni sus colegas, era que la justicia, supuestamente la más débil de las ramas del poder público, pudiera comportarse como una facción. Por eso no diseñaron un mecanismo para controlar a los jueces y, menos aún, a los jueces de la Corte Suprema. Trump, sabiendo eso, hizo todo lo posible durante su mandato por cooptar a la Corte, nombrando jueces politizados, favorables a su causa, que lo defendieran en caso de necesitarlo, como está ocurriendo hoy.
La decisión de la Corte es gravísima, sobre todo ahora que Donald Trump es el candidato favorito para ganar las próximas elecciones. Difícil imaginar un panorama más sombrío para los Estados Unidos y para el mundo que el de un presidente faccioso elegido en noviembre próximo.