Punto de inflexión
Mauricio García Villegas mayo 24, 2014
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En Colombia las elecciones no suelen conducir a grandes cambios sociales o políticos.
En Colombia las elecciones no suelen conducir a grandes cambios sociales o políticos.
Al contrario, el voto parece más un mecanismo de reproducción del sistema que un dispositivo para transformar al país. En esta ocasión la situación parece incluso peor, pues existe la posibilidad de que gane el Centro Democrático, que representa una especie de regreso al pasado. Eso nos pone en un punto de inflexión a partir del cual el país puede tomar por rumbos completamente opuestos. Por eso es que estas elecciones son cruciales.
Como lo dije en mi columna pasada, en esta elección están en juego tres disyuntivas fundamentales: 1) una política social de izquierda o de derecha, 2) el apoyo o el rechazo del actual proceso de paz y 3) un estilo de gobierno institucionalista o caudillista. Son muchas las combinaciones entre las seis opciones posibles que resultan de estas tres alternativas, pero solo me referiré a las dos más opuestas.
La primera de ellas pone el acento en lo social, en la paz y en la legalidad. Yo tiendo a creer que la gran mayoría de los colombianos prefiere esta opción. Sin embargo, esa mayoría no tiene un candidato único que la represente. Algunos van a votar por Clara López, otros por Enrique Peñalosa, otros en blanco y otros simplemente optarán por la abstención. Muchos factores intervienen en la incapacidad de todos estos votantes para unirse. Señalo dos: 1) una muy larga tradición de pugnacidad y fundamentalismo que ha carcomido a la izquierda colombiana desde sus inicios. (Un ejemplo de ello es la afirmación del senador Robledo, de que Uribe es igual a Santos, lo cual es casi tan descabellado como la afirmación de Uribe de que Santos es igual a Chávez) y 2) el efecto que tiene la guerrilla en la derechización del país.
La opción opuesta, la del Centro Democrático, defiende una alternativa derechista, belicosa y caudillista. Ella cuenta con el apoyo de una porción importante de la población y con un líder exaltado y sin escrúpulos para hacer política, lo cual le infunde a sus huestes la idea de que la cultura del todo se vale está justificada (en el mismo nombre de Centro Democrático, escogido para designar a un movimiento que en realidad es caudillista y de derecha, se insinúa ya la intención engañosa de este movimiento).
Una de las muchas cosas lamentables que tiene el panorama político actual es que la primera opción, es decir la pacifista, igualitarista y legalista, no solo parece incapaz de pasar a segunda vuelta, sino que, para esa ocasión va a tener que votar por un candidato que no le gusta para evitar que suba otro que le gusta aún menos. Lo mismo ocurrió en Francia en 2002 cuando la extrema derecha de Jean Marie Le Pen le ganó a una izquierda dividida y luego, en segunda vuelta, tuvo que votar (con dolor) por Jacques Chirac. Aquí puede pasar lo mismo: la izquierda puede terminar votando por Santos para evitar que regrese el uribismo al poder. Y solo estoy hablando del escenario optimista.
Lo lamentable, repito, es que políticos talentosos como Enrique Peñalosa, Clara López, Jorge Robledo y Claudia López no se unan en una sola fuerza, no habiendo entre ellos, cuando se les compara con Uribe, diferencias profundas. El precio que pagan apoyando a Santos (en el escenario optimista) es menor que el que pagarían negociando entre ellos.
Cada vez me convenzo más de que las elecciones en este país solo empezarán a producir verdaderas transformaciones sociales y políticas cuando el centro y la izquierda pacifistas y legalistas se unan en un solo movimiento ciudadano para derrotar a la derecha caudillista y guerrera.