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El narcotráfico

Nuestra posición internacional debe ser entonces una crítica a la prohibición, un llamado a su sustitución por estrategias reguladoras y un apoyo a los Estados que adopten medidas de ese tipo, como los mercados regulados para marihuana recreativa. | EFE

Si la prohibición no sirve para enfrentar el abuso de sustancias psicoactivas y la legalización elimina lo peor del narcotráfico, Colombia debe promover alternativas a la prohibición.

Si la prohibición no sirve para enfrentar el abuso de sustancias psicoactivas y la legalización elimina lo peor del narcotráfico, Colombia debe promover alternativas a la prohibición.

Por la importancia del tema y aprovechando la presentación esta semana del informe de la Comisión Global de Política de Drogas, cuyo contenido desde Dejusticia respaldamos, en esta columna retomo el título y las tesis esenciales de un texto académico más robusto que publiqué en la revista Análisis Político y que resumí en el Periódico UNAL.

Propongo una mejor política frente al narcotráfico y las drogas en Colombia, basada en siete tesis empíricas: (i) el narcotráfico, aunque no explica todos nuestros males, ha tenido impactos graves sobre la violencia y la democracia colombiana. Por eso, (ii) deshacernos del narcotráfico ayudaría mucho a la democracia y la paz en Colombia. Además, (iii) el prohibicionismo ha fracasado para evitar el abuso de sustancias psicoactivas, como la marihuana o la cocaína, pues no reduce el mercado y, en cambio, tiene efectos gravísimos sobre la salud pública y crea el narcotráfico, con todas sus secuelas de corrupción y violencia. (iv) La regulación o legalización regulada (distinta del mercado libre) protege mejor la salud pública y, si es de todas las drogas, acaba con la violencia y corrupción extremas del narcotráfico ya que elimina el mercado ilícito. (v) Esa legalización beneficiaría entonces a Colombia y a América Latina. De otro lado, (vi) el consenso prohibicionista internacional se ha debilitado, lo cual incrementa nuestra autonomía en este campo, (vii) pero subsiste y es apoyado por Estados muy poderosos, sin que en el corto plazo sea previsible la legalización de la cocaína o la heroína, que son las sustancias mayormente traficadas en América Latina.

Estas siete tesis deberían llevar a una política de Estado fundamentada en dos componentes: requerimos tanto (a) “alternativas a la prohibición” como (b) “alternativas en el marco de la prohibición”.

Si la prohibición no sirve para enfrentar el abuso de sustancias psicoactivas y la legalización elimina lo peor del narcotráfico, Colombia debe promover alternativas a la prohibición.


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Nuestra posición internacional debe ser entonces una crítica a la prohibición, un llamado a su sustitución por estrategias reguladoras y un apoyo a los Estados que adopten medidas de ese tipo, como los mercados regulados para marihuana recreativa. A nivel interno, las alternativas a la prohibición podrían operar en aquellos espacios en que existe autonomía nacional creciente: (a) establecer un mercado legal de la hoja de coca, que incluya usos distintos a los tradicionales, y (b) adoptar un mercado legal estrictamente regulado de marihuana para consumo adulto interno.

Sin embargo, como por ahora la prohibición se mantendrá, al menos frente a la cocaína y los opiáceos, y en el largo plazo todos estaremos muertos, como decía Keynes, también es necesario desarrollar estrategias dentro del marco de ese régimen internacional, por criticable que este sea, con el fin de minimizar sus efectos negativos, aunque teniendo siempre claro que la prohibición no solo no resuelve sino que agrava los problemas de abuso de drogas.

Esto no es cinismo ni hipocresía; es en realidad un pragmatismo con cierta dimensión trágica ya que nos vemos forzados a aceptar, al menos temporalmente, aspectos del prohibicionismo por cuanto no podemos cambiarlo unilateralmente y debemos combatir las mafias del narcotráfico. Pero no hacemos de esa necesidad una virtud. Y por ello buscamos las mejores estrategias en ese marco, teniendo claro que el propósito no es obligatoriamente reducir el tamaño del mercado ilícito de drogas, como lo pretende la prohibición, sino minimizar los daños que esta ocasiona. En textos posteriores intentaré señalar cuáles podrían ser algunas de esas “alternativas en el marco de la prohibición”.

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