Que la pasión por la bici no nos cueste la vida
Dejusticia marzo 12, 2025

La sociedad civil, académicos y activistas lograron cambiar, a través de la Ley Julián Esteban, los límites de velocidad a nivel nacional en carretera, para que fueran de 90 km/h, y para vía municipal y las ciudades a 50 km/h. |
Colombia es potencia mundial en ciclismo, tanto profesional como aficionado, regalándonos hermosas victorias en campeonatos internacionales y regionales. Entonces, la promoción de espacios seguros para los ciclistas debería ser una prioridad.
Colombia es potencia mundial en ciclismo, tanto profesional como aficionado, regalándonos hermosas victorias en campeonatos internacionales y regionales. Entonces, la promoción de espacios seguros para los ciclistas debería ser una prioridad.
Solo quien ha manejado bicicleta, de ruta o de montaña, puede entender el arcoíris de sentimientos que tiene un ciclista al recorrer el país en dos ruedas. Son los paisajes, el aire en la cara, la adrenalina grupal y, por supuesto, el amor entre quienes, al igual que uno, aman el deporte y la bicicleta. El ciclismo nos ha cambiado la vida a muchos, nos ha fortalecido física y mentalmente, nos ha dado un propósito, una comunidad. Sobre todo, nos ha demostrado que nuestro cuerpo es capaz de hacer cosas increíbles.
Pero, andar en bicicleta en Bogotá supone varios desafíos. Según mi experiencia, hay tres grandes obstáculos: la alta exposición a sufrir un siniestro vial, el acoso a las mujeres en las rutas y la inseguridad. En esta columna me referiré al primero, y a los efectos que provoca en las vidas de miles de ciclistas. La bicicleta nos ha hecho la vida más feliz, pero al mismo tiempo nos pone en mayor riesgo.
Entre 2018 y 2023, han incrementado los siniestros viales que involucran ciclistas, con un promedio de 453 fallecidos al año, según el análisis de la mortalidad de usuarios de bicicleta, reflejado en el Anuario Nacional de Siniestralidad Vial. Durante este período, las muertes aumentaron de 428, en 2018, a un pico de 480, en 2021, lo que representó un crecimiento del 12%. Estas cifras pueden parecer solo números, pero detrás de cada siniestro que terminó en una muerte, hubo muy seguramente una persona aficionada al ciclismo, que salió a la ruta pensando en tener un reto personal, en superar un tiempo o, simplemente, salir con los amigos a comer caldo. Sin embargo, no regresó.
El 6 de enero de 2025, Daniela Bermúdez, una joven ciclista de apenas 30 años, murió arrollada por una grúa en la vía Fusagasugá-Bogotá. Los testigos señalaron que el conductor realizó una maniobra de alto riesgo al intentar adelantar carros en una zona prohibida. Otras personas que acompañaban a la ciclista afirmaron que el conductor iba a alta velocidad, por lo que no pudieron reaccionar a la imprudencia.
El caso de Daniela me impactó profundamente. No éramos amigas, pero el amor por el ciclismo nos hizo coincidir en al menos dos ocasiones: una en el Gran Fondo de Boyacá y otra en alguna ruta fuera de Bogotá. Ella era una de esas ciclistas de la comunidad a las que admiraba, por su fuerza y por ser mujer. Eso la hacía cercana, aunque no nos conocimos directamente. Yo, como Daniela, he salido a ruta al menos una vez a la semana en los últimos dos años. Cuando me enteré de lo que ocurrió, fue inevitable pensar: “Pude haber sido ella”. No solo es un pensamiento fatalista, pues las cifras del Anuario Nacional de Siniestralidad Vial de 2023 evidencian la vulnerabilidad de los ciclistas en las vías.
El contexto urbano es el más riesgoso para los ciclistas, pues concentra el 41,8% de los siniestros que involucran usuarios de bicicleta. La mayoría de ellos ocurren en ciudades capitales como Bogotá, Cali, Barranquilla, Villavicencio y Medellín, concentrando el 62,2% de las víctimas totales de siniestros. Estas cifras representan muertes que se pudieron evitar, si se implementara un enfoque de sistema seguro que se enfoque en los usuarios vulnerables y reduzca los factores de riesgo, como el exceso de velocidad o las maniobras riesgosas en las vías.
Pero no todo está perdido. La sociedad civil, académicos y activistas lograron cambiar, a través de la Ley Julián Esteban, los límites de velocidad a nivel nacional en carretera, para que fueran de 90 km/h, y para vía municipal y las ciudades a 50 km/h. Esto va acorde con las recomendaciones de la OMS, lo cual reduce significativamente los riesgos de sufrir un siniestro como el que describí antes, pues la velocidad tiene una influencia directa en la ocurrencia y severidad de los hechos de tránsito. Con velocidades de conducción más altas, el número de hechos de tránsito y su gravedad aumentan desproporcionadamente. Con velocidades más bajas, el número y gravedad del hecho disminuyen. Una fórmula que, aunque parece fácil, ha sido muy difícil de aplicar, pero le puede salvar la vida a una persona.
Sin embargo, no es suficiente, en especial en las zonas no urbanas donde se encuentran algunos de los tramos más riesgosos, es allí donde la Agencia Nacional de Seguridad Vial debería intervenir para evitar que usuarios vulnerables, como los ciclistas, se vean expuestos a riesgos. Otro punto importante es que los municipios con índices de alta siniestralidad cumplan con el diseño de Planes de Gestión de la Velocidad (PGV), una obligación establecida en la Ley Julián Esteban. Pero, para junio del 2025, se estima que sólo Cali habría cumplido con dicha orden.
Colombia es potencia mundial en ciclismo, tanto profesional como aficionado, regalándonos hermosas victorias en campeonatos internacionales y regionales. Entonces, la promoción de espacios seguros para los ciclistas debería ser una prioridad. El llamado es a los tomadores de decisión, a las alcaldías y a la sociedad en general: debemos tomar medidas para que la pasión por el ciclismo no nos cueste la vida.