Que nada vuelva a ser como ayer
Dejusticia Abril 22, 2021
Si algo hemos visto en las últimas crisis es que el efecto rebote sobre las emisiones de gases de efecto ivernadero es inminente a la fase de recuperación de las economías después de una crisis. | Roman Pilipey, EFE
Hay una crisis más drástica a la vuelta de la esquina: el cambio climático. Lo que hagamos para salir de esta pandemia será clave para hacerle frente a la amenaza más grande que tendrá nuestra especie.
Hay una crisis más drástica a la vuelta de la esquina: el cambio climático. Lo que hagamos para salir de esta pandemia será clave para hacerle frente a la amenaza más grande que tendrá nuestra especie.
Dicen que en los años bisiestos cualquier cosa puede pasar. El 2020 no fue la excepción. Una crisis azotó el mundo entero y disminuyó las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) cuando íbamos sin freno por un camino en el que sabemos que todo va a terminar mal. Un respiro, un descanso, una esperanza de cambio parecía haber llegado. El año pasado, como una adecuada fiesta de 50, celebramos la Tierra sin hacerle tanto daño al planeta. Pero hoy, un año después, no podemos decir lo mismo.
Nadie dió el año nuevo en el 2019 pensando en lo que vendría. Un virus microscópico se esparció sin respetar fronteras y empezó a cobrar la vida de personas en todo el globo. Los gobiernos de todo el mundo empezaron a tomar medidas bastante drásticas para detenerlo. Era una batalla de la humanidad contra el SARS-COV-2. Toda nuestra especie se estaba enfrentando a algo de lo que muy poco se sabía. El mejor escudo era quedarse en sus casas y por esto, hace un poco más de un año que el mundo paró casi que por completo.
Los primeros días de encierro parecían el descanso que la naturaleza necesitaba de nosotros. Los animales volvieron a sus espacios. Las ciudades empezaron a respirar azul clarito por primera vez en más de treinta años. Parecía como si la naturaleza estuviera agradeciendo ese tatequieto de la humanidad. Pero no todo era alegría. Una crisis económica mundial empezaba a azotar lo que habíamos construido como sociedad.
Mientras miles de personas morían por la Covid-19, en otras tantas recaía la indiferencia a la desigualdad social y la pobreza que no se había logrado erradicar. Se volvió una decisión entre tener con qué comer o sobrevivir al virus. La necesidad de trabajar y generar ingresos se volvió cada vez más imperante. Entonces, esa esperanza de ver la naturaleza que se recuperaba empezó a opacarse por el miedo de retomar las viejas, sobre todo sucias, andanzas.
Si algo hemos visto en las últimas crisis es que el efecto rebote sobre las emisiones de GEI es inminente a la fase de recuperación de las economías después de una crisis. Es decir, hemos salido de las últimas vacas flacas con una senda económica impulsada por la contaminación. Pero esta crisis es diferente a las anteriores. Si bien en las crisis financieras globales previas no teníamos mucho espacio entre la concentración de emisiones de GEI pre-crisis y el punto de no-retorno, a la crisis más grande de los últimos tiempos entramos mucho más apretados. Si no me cree, véalo usted mismo en la siguiente gráfica, en donde a propósito el eje Y no comienza en cero para poder ver las caídas y los rebotes con mejor detalle.
No hemos salido del peligro de la pandemia y ya las emisiones están rebotando. El descanso que le dimos al planeta fue muy chiquito comparado con crisis anteriores. La economía empezó rápido a retornar a su antigua senda de contaminación. No voy a llamar a esto que estamos viviendo«normalidad» , porque no es normal que sigamos poniendo en riesgo nuestra supervivencia.
Mirar las concentraciones de carbono en la atmósfera tiene una función muy importante: Saber cuál es el presupuesto de carbono que tenemos para alcanzar la meta del acuerdo de París (i.e limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados celsius, 1.5 si es posible, sobre la temperatura preindustrial). Es un hecho que tenemos que bajar las emisiones de CO2, y somos la generación actual, en particular los niños, quienes tenemos que apretarnos el cinturón para evitar una catástrofe climática. Por eso la atención está en que las políticas de recuperación económica tienen que incluir la agenda de mitigación global.
El 19 de mayo del 2013, la NOAA reportó por primera vez desde 1958 una concentración atmosférica de CO2 por encima de las 400 partículas por millón (ppm). Para el 2019, cerramos con una concentración con 413 ppm, una concentración de más de 130 ppm por encima de la era pre-industrial. La crisis climática es cada vez más y más tangente. Así el mundo no se hubiese enfrentado al coronavirus, ya estábamos en estado de emergencia.
Hay que pensar en cómo salir del hueco sin hundirnos más. El resurgimiento del carbón es una estrategia torpe de recuperación de la economía. Esto es como meterle chancla al acelerador mientras nos acercamos al abismo. El llamado de los científicos ha sido claro: Hay que actuar con fuerza y urgencia. No podemos seguir ni un día más en las mismas. Aunque la resiliencia ecológica es deslumbrante, la Tierra en estos momentos necesita mucho más de la humanidad que antes. Tenemos el deber de volver a hacer de este planeta un lugar sabroso para todos los que lo habitamos.
Algunos dirán que el costo de mitigación es demasiado alto para asumirlo en la recuperación. Pero es que los costos de inacción climática son aún más altos y recaen desproporcionadamente, otra vez, sobre la población más pobre. Así como la pandemia fue cruel con este grupo poblacional, la crisis climática será aún más drástica y catastrófica. En unos cuantos años, más y más partes del planeta empezarán a ser hostiles con nuestra especie. Los desplazamientos climáticos ya son una realidad y en el futuro serán mucho más frecuentes.
Hoy celebramos el segundo día de la Tierra en pandemia. Hay que irnos preparando para la crisis climática y sus impactos que ya están acá. Ojalá estemos todos listos y empecemos a hacerle frente desde antes. El clima está cambiando, eso es cierto. Pero en treinta años podemos estar hablando de otra tragedia, una anunciada, si no hacemos algo rápido. No sólo son medidas de mitigación urgentes sino también de adaptación ambiciosa.
Usted hoy puede empezar a tomar acciones como reciclar. Adoptar un hábito al año para disminuir su huella en el planeta. Todo eso funciona pero no es suficiente. Hay que exigirle a nuestros gobernantes que se tomen en serio el tema. Es tan grande y urgente que el problema que necesitamos son colectivas y a gran escala. Los gobiernos responden cuando el público comienza a exigir un cambio. Puede hacerlo todos los viernes como miles de personas alrededor del mundo pero hoy, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Saque su cacerola, ponga una pancarta o escríbale al presidente. Necesitamos que el clima tome la importancia y urgencia que necesita ya.
Recomendación: Si usted quiere hoy ver un documental sobre la majestuosidad de la Tierra, le recomiendo verse la serie «Una roca extraña» de NatGeo. También le recomiendo «Un planeta perfecto» de Sir David Attenboroug para que vea como, hasta en nuestras vaciones, irrumpimos la vida de los otros seres con quien compartimos este planeta.