¿Quién tortura a una mariposa sobre una rueda?
Hussein Baoumi Mayo 17, 2016
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Los dictadores tratarán de derrotar el arte que se opone a su visión del mundo, pero la resiliencia es inherente a su naturaleza. Los dictadores pueden tratar de sofocarlo, aprisionarlo, sin embargo la historia demuestra que es imposible eliminar o controlar el arte. Al final, no se puede torturar una mariposa en una rueda.
Los dictadores tratarán de derrotar el arte que se opone a su visión del mundo, pero la resiliencia es inherente a su naturaleza. Los dictadores pueden tratar de sofocarlo, aprisionarlo, sin embargo la historia demuestra que es imposible eliminar o controlar el arte. Al final, no se puede torturar una mariposa en una rueda.
Un tema común a las dictaduras modernas es su oposición al arte. El conflicto entre las dos es paradójico en cuanto a que el arte termina por superar las dictaduras, a pesar de que éste carece de ejércitos, sin embargo este resultado es inherente a la naturaleza de la dictadura y del arte.
En mayo 7 de 2016, las fuerzas contraterroristas egipcias detuvieron a un joven de 19 años miembro del grupo satírico llamado Atfal al-Shawarea (Niños de la Calle) quienes, con sus teléfonos celulares, hacen videos de sátira social y política para luego subirlos a redes sociales. Tres días más tarde, las fuerzas antiterroristas detuvieron a los miembros restantes del grupo y los acusaron de instigar el terror. Estas detenciones hacen parte de una campaña más amplia en contra de prácticamente todos los aspectos de la esfera pública egipcia, activistas, sociedad civil, periodistas, académicos, jóvenes tomando té en cafés y artistas. Artistas egipcios incluyendo novelistas, poetas, grafiteros, satíricos, escritores y cantantes se enfrentan a la difícil decisión entre la cárcel o el asilo.
La banda Atfal al-Shawarea, la banda que hace videos de sátira política y social usando sus teléfonos con cámara y los sube a las redes sociales fue arrestada por las fuerzas de seguridad egipcias a comienzos de mayo.
La práctica de perseguir artistas no es propia del autoritarismo egipcio sino más bien es una práctica del manual del dictador moderno. Desde la persecución nazi al “arte degenerado”, hasta el señalamiento a poetas chilenos y argentinos, y la más reciente campaña rusa en contra de Pussy Riot, es claro que los dictadores temen al arte independiente en todas sus formas, sin importar el tiempo o el lugar.
El miedo a los artistas se deriva del poder mismo del arte. Si los dictadores clausuran espacios públicos en donde se expresa descontento, las personas recurren al arte como un medio para expresar insatisfacción. El arte es una herramienta poderosa para comunicar mensajes de rechazo en términos sencillos independientemente de la propaganda de la dictadura. El arte es también muy útil como un medio para desplegar el lenguaje incrustado en la cultura del público, haciéndolo no partidista y capaz de cruzar fronteras ideológicas, religiosas o de clase dentro de la sociedad. Por último, los dictadores son incapaces de igualar la creatividad de los artistas independientes.
El arte en sus diversas formas traduce libretos extensos en medios compactos, ya sean caricaturas, videos u obras de teatro. Este proceso simplifica la logística de la disidencia. Debido a que la oposición no está en capacidad de igualar la escala de propaganda de la dictadura, a través de los medios masivos de comunicación, es mucho más fácil distribuir caricaturas o videos a un público más amplio. Además, para disfrutar de ciertos tipos de arte no se requiere de la habilidad para leer artículos largos o escuchar extensos discursos. Gracias a las redes sociales y a los avances en la tecnología, esta tarea es cada vez más fácil, ya que Facebook, YouTube y Twitter facilitan y reducen el costo de producción y distribución de ciertos tipos de arte para un público más amplio.
En el contexto egipcio, sucesivos regímenes cerraron espacios públicos para la disidencia, lo cual dejó a los egipcios con pocas alternativas, diferentes de la comedia y la sátira, para expresar insatisfacción. Antes de la entrada del internet, los egipcios podían expresar su descontento a través de bromas y de humor negro, burlándose del Estado y sus políticos, y las fuerzas de seguridad no podían intervenir. Con la llegada del internet a Egipto, la sátira se hizo más sofisticada, conduciendo a su proliferación a través de YouTube y caricaturas. El humorista más famoso de Egipto es Bassem Youssef. Se inició en YouTube y ganó una amplia audiencia por su habilidad de combinar la crítica social con la comedia. Más tarde pasó a la televisión y su programa se convirtió en el más visto en el mundo árabe, dos gobiernos trataron de clausurar el programa y el régimen militar actual lo amenazó y lo obligó a salir de Egipto. Sin embargo, otros lo relevaron en las redes sociales, incluyendo a la banda Atfal al-Shawarea y a caricaturistas como Adeel.
Asistente: “¡Señor! ¡Señor! ¿Qué vamos a hacer con la basura, el tráfico, la electricidad, los hospitales, la seguridad, los salarios, el sistema judicial y el futuro? ¿Qué vamos a hacer con toda esa ignorancia?
Sisi: “… ¡Aumente la ignorancia!
Una cosa a la vez”?
Andeel, Martes, agosto 19, 2014, MadaMasr
Un pilar importante de las dictaduras es la creación de un discurso sobre un supuesto enemigo interno, que sirve para desacreditar a los opositores como enemigos del pueblo; sin embargo, el arte es capaz de trascender este intento de dividir a las personas. Como los dictadores entienden que es muy difícil cerrar todos los espacios públicos, ya sea por la tecnología o por la necesidad de proyectar una fachada de apertura, desacreditan a la oposición señalándola como enemigos del pueblo, agentes extranjeros o traidores. Los dictadores pueden ser muy eficientes para hacerlo ya que, a través del monopolio de los medios de comunicación tradicionales como la televisión y la prensa, alcanzan una audiencia muy amplia. Por estos medios, además, pueden desacreditar los discursos de la oposición. Esto crea un obstáculo para que los opositores puedan desafiar al régimen, especialmente cuando se usa un lenguaje que puede no ser apropiado para su cultura, como ocurre con el discurso de los derechos humanos, y no se cuenta con los medios para profundizar en sus argumentos.
El arte, sin embargo, es capaz de reducir esta brecha mediante la implementación de un mismo discurso sobre los derechos humanos o la democratización a través de términos culturales apropiados. Al hacer uso del legado cultural de una sociedad para abogar por la libertad o los derechos humanos, el mensaje puede trascender las fronteras establecidas por los dictadores. En Birmania, el artista Htein Lin logró hacerlo, a través de su obra “Septiembre”, en la cual fusionó el legado budista birmano y el llamado para la democratización y los derechos humanos. Fue un poderoso mensaje, más efectivo que las protestas o que miles de artículos.
Finalmente, el buen arte es por naturaleza creado a partir de la habilidad de pensar libremente, lo cual genera un dilema para las dictaduras que se construyen a partir de la idea del control. Los dictadores pueden dirigir sus fuerzas de seguridad para aplastar las protestas, pueden obligar a sus periodistas a escribir artículos alabando su sabiduría y pueden, incluso, controlar los contenidos enseñados en las escuelas y universidades. Sin embargo, no pueden obligar a los artistas a producir arte, bueno y variado, a favor de sus regímenes. A medida que la sociedad desarrolla su arte, los dictadores no pueden satisfacer la necesidad de diversidad del arte, teniendo en cuenta que la existencia misma de una dictadura se basa intrínsecamente en aplastar la diversidad. Como tal, los intentos de las dictaduras de competir culturalmente con los oponentes usualmente se quedan cortos. En Chile, a medida que el régimen de Pinochet empezó a comprender el encanto de la campaña “No”, trató de satirizarla a través del arte, dando lugar a actuaciones patéticas que sirvieron para demostrar la ineficiencia del gobierno y la desconexión con el gusto de su propio pueblo.
Los dictadores tratarán de derrotar el arte que se opone a su visión del mundo, pero la resiliencia es inherente a su naturaleza. Los dictadores pueden tratar de sofocarlo, aprisionarlo, sin embargo la historia demuestra que es imposible eliminar o controlar el arte. Al final, no se puede torturar una mariposa en una rueda.