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«Yo no soy racista, pero no quiero inmigrantes negros en mi país.»

«Yo no soy racista, pero no quiero inmigrantes negros en mi país.»

Recientemente, en distintas partes del globo han estallado ráfagas de violencia en contra de población migrante. Este fenómeno, que ha sido entendido mayoritariamente como una manifestación de xenofobia, parece estar alimentado también de otros ingredientes. Varios de los casos podrían ser reflejo de racismo en contra de la población negra, arraigado en los albores de las respectivas naciones y en lo más profundo del sentimiento nacionalista. Mis impresiones partirán de la revisión de dos casos en los que, de cualquier forma, se constata que el racismo es un monstruo escurridizo.

De un lado, a mediados de abril de este año, en Sudáfrica ocurrieron hechos en lo que al menos siete personas fueron asesinadas y otras cinco mil abandonaron sus hogares, debido a un generalizado repudio local hacia la población migrante. Estos hechos se sumaron a una escalada internacionalmente difundida desde el año 2008, cuando en la ciudad de Alexandra y otras aledañas, fueron asesinadas al menos 62 personas bajo los mismos móviles.

No hay cifras oficiales que especifiquen la identidad racial de víctimas y victimarios, pero en la mayoría de reportes se tiene que los últimos son negros sudafricanos. Por su parte, muchas de las víctimas eran refugiadas o solicitantes de asilo. Esta población, en su mayoría, según reportes de la UNHCR, proviene de países como Zimbabwe, República Democrática del Congo y Etiopia. Además, según estimaciones del Programa de estudios sobre Migraciones Forzadas de la Universidad de Witwatersrand, hacia junio de 2010, de los 2 millones de extranjeros en Sudáfrica, entre 1 y 1.5 eran de Zimbabwe.

Por cuestiones de simple ubicación geográfica, es ‘natural’ que la mayoría de las víctimas sean personas negras originarias de países africanos; sin embargo, interesante ha sido ahondar en algunas declaraciones de nacionales sudafricanos negros que manifiestan, frente a la población migrante, quejas como: “ellos son usados por los blancos que prefieren explotarlos a ellos que emplearnos a nosotros”, o incluso anotaciones tan puntuales como: “ellos son más oscuros que nosotros.” Es más, de acuerdo con un escrito conjunto de Southern African Migration Project y South African Human Rights Commission, las personas extranjeras negras de origen africano son negativamente percibidas por gran parte de la población Sudafricana quienes, desde hace varias décadas, se refieren a ellas como Makwerekwere, término peyorativo que hace referencia a una persona negra, foránea, que no habla adecuadamente el idioma inglés y que es considerada incivilizada. Esta expresión, de acuerdo con algunas versiones, tuvo origen en la década de los noventas, cuando el gobierno sudafricano comenzó a promover la migración de habitantes de países aledaños para su contratación en trabajos de minería y otros relativos. A los inmigrantes blancos, por el contrario, se les tiene y se les trata como ‘turistas’. Parece, entonces, amalgamarse un sentimiento de odio racial, especialmente desplegado por gente negra contra migrantes negros.

A pesar de la lejanía geográfica, la situación no dista mucho en el Caribe. En República Dominicana la situación comenzó a tornarse ‘sospechosa’ cuando inició una fuerte oleada de expulsiones arbitrarias de habitantes tanto de Haití, como de dominicanos y dominicanas de origen haitiano. Varias de estas deportaciones, que tuvieron lugar en un periodo de no menos de una década, fueron estudiadas por la Corte IDH mediante sentencia de agosto de 2014. La corte encontró que durante dicho periodo hubo un patrón sistemático de expulsiones que no obedecían a otros, sino móviles discriminatorios, pues las personas era aprehendidas, transportadas y abandonadas en la frontera de Haití sin que hubiese antes un análisis individualizado de los casos.

Además, en días recientes se puso en marcha el Plan Nacional de Extranjeros en situación migratoria irregular, con sustento en la Ley 169-14, que tiene un par de disposiciones bastante controversiales. De un lado, dispone que hijos e hijas de personas extranjeras nacidas en República Dominicana podrán optar por la naturalización ordinaria “una vez hayan transcurrido dos (2) años desde la obtención de una de las categorías migratorias establecidas en la ley (…)”. De otra parte, excluye de este beneficio a quienes tengan registros expedidos a través de datos falsos u otros relativos, “siempre y cuando el hecho le sea imputable directamente al beneficiario.” Para el efecto, la norma no prevé recurso adicional al trámite asignado a la Junta Central Electoral, lo que ha obligado al Tribunal Constitucional de la República Dominicana a resolver los casos en que ambas partes discuten la veracidad de los documentos.

En suma, al margen de muy comprensibles preocupaciones socio-económicas, no necesariamente ligadas al crecimiento económico del país, en este lugar del Caribe parece también mediar móviles racialmente sospechosos en el diseño e implementación de la política migratoria, especialmente focalizada en la población haitiana, que representa el 87% de la migrante en el país. Un escenario que tiene como antecedente más cruel el asesinato de un número que ronda entre 9.000 y 20.000 haitianos en dicha república, por órdenes del presidente Trujillo, hace no menos de ochenta años.

Habitualmente, frente a la pregunta de si es posible un racismo xenófobo, se objeta que la población migrante genera muchos costos o que no existe tal cosa como el black-on-black racismo. De hecho, tanto en Sudáfrica, como en República Dominicana –y más recientemente en las Bahamas-, el problema se ha abordado exclusivamente a través de políticas migratorias. Pero el racismo no escapa a ninguna de esas consideraciones. Por el contrario, siendo países con una historia marcada por el incisivo discurso de odio racial, sería importante que el problema sea estudiado más allá del rótulo de la xenofobia para que las respuestas a este fenómeno puedan resolver todos los factores que subyacen a esta problemática actual.

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